Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Ante todo, tranquilidad
2016-02-14 | 10:40:54
Los papás del niño fueron al cine, y aunque su retoño tenía ya 7 años le pidieron a la hija de la vecina que fuera a su casa a cuidarlo. La muchacha, Chichina Teté, era dueña de muníficos atributos pectorales. El chiquillo insistió en que ella lo arrullara en los brazos para poder dormirse.

La mamá de Chichina fue a ver cómo iban las cosas, y se sorprendió al ver que su hija tenía al niño en el regazo. “¿Por qué cargas a ese niño? -le pregunta-. Ya tiene 7 años”. El chamaco sacó la cabeza, que tenía cómodamente albergada entre los opulentos hemisferios de la muchacha, y le dijo a la mujer con rencoroso acento: “Señora: no tiene usted derecho a reclamar. Su hija está cobrando”...

El doctor Ken Hosanna le preguntó a la enfermera: “¿Cómo va el paciente? ¿Hace algunos progresos?”. “Ninguno, doctor -respondió ella-. No es mi tipo”...

Babalucas veía jugar a un golfista. Primero el tipo lanzó la pelotita entre los árboles, y tardó una eternidad en salir de ahí. Luego cayó en una trampa de arena, y sólo después de varios golpes logró sacar la pelota.

Enseguida se puso a una pulgada del agua. Pero el tipo hizo su tiro y la pelotita fue a caer directamente al hoyo. “¡En la mádere! -exclamó consternado Babalucas-. ¡Ahora sí está en problemas el indejo!”...

En el gimnasio la instructora le pidió a Pirulina: “A ver: junta las piernas”. “No sé si pueda -vaciló ella-. No están acostumbradas a estar juntas”. La esposa de Capronio le dijo: “No puedo hacerlo todo: barrer, trapear, cuidar de los niños, hacer la comida, lavar, planchar, ir de compras, y todavía en la noche ser tu amante.

Debes darme dinero para pagar a una mujer que barra, planche, haga la comida, lave...”. “No -replica el ruin sujeto-. Tú sigue haciendo eso. Yo conseguiré una mujer que por la noche sea mi amante”...

El farmacéutico tuvo que ir al banco, y dejó la farmacia a cargo de uno de sus hijos. Le recomendó que atendiera solamente los pedidos acompañados de receta; los otros ya los vería él a su regreso.

Mas sucedió que un hombre llegó poseído por gana irrefrenable de rendir un tributo mayor a la naturaleza, y le pidió al jovenzuelo algo que lo ayudara a contener tal ansia. El muchacho se resistía a darle algún medicamento, pero el señor insistió con premioso afán: si no le daba algún remedio, dijo, ahí mismo sucedería algún desaguisado.

Temeroso, el muchacho le dio unas pastillas. El apurado tipo las consumió en el acto, tras de lo cual se retiró. Poco después llegó el farmacéutico, y su hijo le contó lo sucedido.

“¡Por Avicena, Banting, Bernard, Carrel, Esculapio, Fleming, Galeno, Hahnemann, Hipócrates, Jenner, Koch, Lister, Paracelso, Paré, Pasteur, Pauling, Salk y Wassermann!” -juró el de la farmacia. Y añadió: “Perdón si omití a alguno”.

Le recordó el muchacho: “Don Santiago Ramón y Cajal”. “Ah, sí -reconoció el farmacéutico-. Que me disculpen los tres”. Preguntó luego a su hijo. “¿Qué le diste a ese desdichado?”. “Pastillas tranquilizantes” -respondió el mozo.

“¡Lacerado de mí! -clamó el apotecario-. ¡Eso no es para contener los pujos del estómago! ¡Iré a buscar a ese señor”. Salió, y preguntó a los vecinos si habían visto al hombre, y qué rumbo tomó. Le dijo uno: “Yo vi a un hombre que iba en dirección del parque”. Allá fue el de la botica y, en efecto, vio al hombre sentado en una banca. Se dirigió hacia él y le preguntó lleno de inquietud: “¿Cómo está usted?”. “Muy bien -respondió el otro-. Hecho de todo, pero muy tranquilo”...

Pepito le presumía siempre a Rosilita: “Yo tengo algo que tú no tienes”. Rosilita lloraba, porque, en efecto, Pepito le demostraba que él tenía algo que ella no tenía. Mas sucedió que un día Pepito insistió en su jactancia acostumbrada: “Yo tengo algo que tú no tienes”.

Y ese día Rosilita no lloró; antes bien esbozó una sonrisilla de suficiencia. “¿Por qué te ríes? -se amoscó Pepito-. Ya te enseñé que tengo algo que tú no tienes”. “Sí, -respondió muy ufana Rosilita-. Pero me dijo mi mami que con lo que yo tengo puedo conseguir todas las que quiera de lo que tienes tú”.FIN.







MRIADOR

Armando Fuentes Aguirre


Historias de la creación del mundo.

Bajo la sombra de un árbol el Señor formó a Adán. Lo hizo del lodo de la tierra. Con sabia arquitectura trazó las líneas de su cuerpo; lo dotó de armoniosas proporciones. Luego sopló sobre él para insuflarle vida. El hombre abrió los ojos y por primera vez vio el mundo.

Y el mundo lo vio a él. Llegaron los animales ya creados y admiraron al recién llegado.

-¡Qué hermosa criatura hiciste! -dijeron al Señor-. ¡Es el ser más perfecto, más hermoso y más noble de la Creación!

El Señor, orgulloso, paseó una mirada amorosa por el árbol, acarició su tronco con ternura y dijo satisfecho:

-¿Verdad que sí? A ver ahora cómo resulta esto otro que acabo de crear.

¡Hasta mañana!...



MANGANITAS

Por AFA


“Escasea el agua en muchas ciudades mexicanas”.

Muy en serio, nada en broma,

ante esa nota que cito

exclamó un borrachito:

“¡Y aún hay quien se la toma!”.

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