Por Catón
Columna: De políticas y cosas peores
De políticas y cosas peores
2016-02-08 | 09:52:19
Lord Feebledick regresó de la cacería de
la zorra y encontró a su mujer, lady Loosebloomers,
en consorcio de fornicación con
Wellh Ung, el encargado de la cría de faisanes.
El mitrado marido esgrimió un rifle.
“¡No dispare, milord! -clamó el mancebo
poniéndose de pie-. ¡Deme una oportunidad!”.
“Está bien -accedió el gentleman,
magnánimo-. Te daré una oportunidad.
Balancéalos”...
El maestro le dijo a Pepito: “Veo que tus
tareas han mejorado”. Explicó el chiquillo:
“Es que mi papá anda de viaje”...
Me alegró mucho saber que el próximo
encuentro nacional de criadores de reses
bravas tendrá lugar en Saltillo. Mi ciudad
es dueña de una honda tradición taurina.
El lidiador más grande que en la fiesta de
toros ha existido es don Fermín Espinoza,
Armillita, saltillense. A la bella y riesgosa
suerte de capa que inventó le puso por nombre
“la saltillera”, y él mismo fue llamado
“El Maestro de Saltillo”.
Criar toros de lidia es una bella locura.
Quien se dedica a eso lo hace sólo por amor
al arte. En este caso la manida frase cobra
pleno sentido de verdad. Al ganadero no lo
mueve el afán de lucro -nunca lo hay- ni de
notoriedad, pues la fama es siempre para
los toreros.
Es el apego a la tradición, el orgullo de
un linaje, el rico acervo de arte y folclor que
acompaña a la torería lo que lleva a alguien
a poner sus recursos y su vida al servicio
de una fiesta que en nuestros tiempos es
hostilizada por incomprendida.
Sin embargo el lleno hasta las banderas
en la Plaza México el domingo 31 de
enero es seña clara, como dijo el sapiente
Heriberto Murrieta, de que la fiesta nunca
desaparecerá.
Volviendo a los ganaderos, convocados
ahora por Armando Guadiana Tijerina,
no será esta la primera vez que se reúnen
en Saltillo. Hace algunos años hablé ante
ellos en mi ciudad por invitación de aquel
inolvidable caballero que fue don Baldomero
Garza.
Antes había participado yo en un festejo
de beneficencia en el cortijo de su ganadería,
Garza Leal, en Pesquería, Nuevo León.
Aficionado práctico muy poco práctico, salí
al ruedo al lado de don Arnulfo Canales,
él sí gran conocedor, y del extraordinario
Eloy Cavazos.
Con el diestro de Guadalupe tuve el
honor y la suerte de hacer la suerte que
se llama torear al alimón, esto es usar dos
lidiadores un solo capote y, tomándolo cada
uno por un extremo, hacer pasar al toro
una y otra vez por abajo de él.
Estaba ahí Gerardo Valdés, entonces
brillante cronista taurino de El Norte,
ahora excelente pintor, y publicó la reseña
de esa tarde con el título: “Eloy Cavazos
alterna con Catón”. En ese tiempo tenía yo
cuerpo de torero; ahora lo tengo de picador.
Como se ve he hecho de todo; quizá por
eso nunca he hecho nada. Cuando los ganaderos
estuvieron en Saltillo aquella vez
les hablé acerca de la música, la pintura y
la poesía en los toros. Fue mi homenaje de
reconocimiento a esos hombres -también
hay mujeres criadoras de reses bravas- que
a costa de innumerables sacrificios hacen
llegar a los cosos a Su Majestad el toro.
Ahora y desde ahora les doy otra vez la
bienvenida a mi ciudad y les deseo el mejor
de los éxitos en sus trabajos. Sólo espero
que ningún factor político, viniere de quien
viniere, contamine esa reunión, que debe
ser una pura fiesta de tauromaquia, una
fiesta de pura tauromaquia. Enhorabuena.
La mujer entró con paso presuroso en
la farmacia y sin más ni más le pidió al
farmacéutico medio kilo de arsénico y un
litro de cianuro. Le dijo, inquieto, el de la
farmacia: “No pudo venderle eso señora:
tanto el arsénico como el cianuro son sustancias
prohibidas”.
Declaró la mujer: “Quiero esos tósigos
para matar a mi marido”. El farmacéutico,
asustado, respondió: “Sabiendo de sus intenciones
criminosas menos aún le puedo
vender tales venenos”. Manifestó ella: “Es
que mi esposo me está engañando con otra
mujer. Usted la conoce. Mire”. Y le mostró
al boticario una fotografía.
El hombre, consternado, vio que la mujer
a la que se refería la señora era su esposa.
“Disculpe -le dijo entonces al tiempo que
le entregaba el cianuro y el arsénico-. Ignoraba
que trajera usted una receta”. FIN

MIRADOR
››armando
fuentes aguirre
El padre Soárez charlaba con el
Cristo de la iglesia. Le preguntó:
-Señor: ¿cuál es la verdadera religión?
Respondió él:
-La única religión verdadera es
el amor; el amor que se convierte en
bien, en misericordia, en perdón. Si
alguna religión no enseña y practica
esas virtudes entonces no es inspiración
de Dios, sino maligno invento de
los hombres.
-Señor -dijo el padre Soárez-, conozco
ateos que no creen en ti, y sin
embargo hacen el bien a los demás.
Dijo Jesús:
-Ellos también, sin saberlo, son
parte de mi iglesia. Están cerca de
mí, aunque los demás piensen que
están lejos. Aquel que ama, y hace
el bien a su prójimo con ese amor,
ha encontrado la verdadera religión.
Así dijo el Señor. Y el padre Soárez
se preguntó si ya había encontrado él
la religión verdadera.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS
››por afa
“Una señora le advirtió a su hijo
adolescente que si veía con malos ojos
a las muchachas se iba a convertir en
estatua de piedra”.
Vio a una chica, y de seguro
sintió cierta cosa allá.
Exclamó con gran apuro:
“¡Tenía razón mamá!
¡Ya me estoy poniendo duro!

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