Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Apretada aureola
2016-02-21 | 10:41:18
Un hombre pálido y espiritado llegó con el doctor Ken Hosanna y le dijo con voz desfallecida que apenas se escuchaba: “Sufro un continuo dolor de cabeza que me atormenta y no me deja vivir”. Preguntó el facultativo: “¿Fuma usted?”. “Nunca he fumado -respondió el individuo-. Mi cuerpo es templo del espíritu: no puedo profanarlo inhalando vil humo de cigarro”.

“Muy bien -dijo el doctor-. ¿Bebe?”. “¡De ninguna manera! -se indignó el hombre-. ¿Cómo me cree capaz de semejante pecado contra la templanza, que es una de las cuatro virtudes cardinales?”. “Perdone mi imprudencia-se disculpó el médico, apenado-.

¿Usa el sexo?”. “¡Nunca! -replicó el individuo irguiéndose con aire de ofendido-. La bestia de las dos espaldas, como muy bien llamó Guillermo Shakespeare al ayuntamiento carnal, es impúdica y vitanda acción que rechazo con todas las fuerzas de mi ser. Soy casto y honesto, señor mío”.

“Perfectamente -dijo en ese punto el médico-. Entonces ya sé el motivo de su dolor de cabeza”. “¿Cuál es?” -preguntó el hombre. Respondió el doctor: “Seguramente le aprieta la aureola”...

Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, era labioso seductor, si bien engañador falaz. Le dijo con acento untuoso a Dulcilí, muchacha ingenua: “¡Te amo, y sé que tú me amas también! ¡En prueba de tu amor te pido que me entregues la flor de tu virginidad!”. Respondió la chica: “La flor te la daría con mucho gusto, pero le tengo miedo al fruto”...

Un individuo de estatura procerosa, quiero decir extremadamente alto, entró al baño del restaurante a hacer pipí. El hombre tenía un tic que lo obligaba a hacer visajes y gestos variados, y a mover la cabeza a uno y otro lado, como hacen los boxeadores para esquivar los golpes.

Estaba haciendo lo que había ido a hacer cuando vio a su lado a un chaparrito que hacía también pipí, y que al igual que él hacía visajes y gestos variados, e igualmente movía la cabeza a uno y otro lado, como hacen los boxeadores para esquivar los golpes. “¡Oiga, amigo! -se enojó el tipo alto-. ¡No me arremede!”. Contestó el chaparrín: “¡Pos no me salpique!”...

Babalucas iba en el coche de su esposa. Ella manejaba. Se pasó una señal de alto y fue detenida por un oficial motociclista. “Permiso para conducir” -pidió el agente. Le dijo Babalucas a su esposa: “Pásate al asiento de atrás, vieja. El señor quiere conducir”...

Afligida, llena de compunción, atribulada, poseída por pesadumbre inmensa, dolorida, presa de abatimiento y de congoja, invadida por la tristeza y el pesar, mustia y cuitada, con gran melancolía y desconsuelo, una señora les contó a sus amigas: “Mi marido y yo fuimos a Cancún.

Veía él a las muchachas y me decía que una piel dorada es muy sexy. Cuando volvimos comencé a asolearme diariamente hasta que todo mi cuerpo adquirió una tonalidad oscura. ¡Y ahora él ya no quiere nada conmigo! ¡Dice que le recuerdo a su portafolios de trabajo!”...

Sonó el teléfono en la central de bomberos. “Hay un fuego en mi casa -dijo una voz de mujer-. Con un bombero que envíen creo que será suficiente para apagarlo, pero que venga rápido”.

En efecto, poco después un bombero joven y apuesto llegó al domicilio. Le preguntó a Himenia Camafría, madura señorita soltera, que era la que había llamado: “¿Dónde está el fuego que me enviaron a apagar?”. Abrazándose a él exclamó Himenia con ardiente voz: “¡En mi cuerpo, guapo!”...

Los recién casados fueron a vivir a la casa de los papás del novio. Se les asignó una recámara en el segundo piso, inmediatamente arriba de la alcoba que en la primera planta ocupaban los papás.

La primera noche la señora de la casa escuchó ciertos ruidos provenientes de la habitación de los muchachos. “¿Oyes, viejo? -le dijo con sugestiva voz a su marido-. Hagamos nosotros lo mismo”.

Poco después se volvieron a escuchar los ruidos. “¿Oyes? -dice otra vez la señora-. Hagámoslo de nuevo”. Al poco rato los mismos provocadores sonidos volvieron a escucharse. “¿Oyes, viejito? -repitió la señora-. ¿Por qué no lo hacemos también nosotros otra vez?”.

El señor se levantó, y con el palo de una escoba golpeó el techo al tiempo que gritaba con angustiada voz: “¡Más despacio, hijos míos! ¡Están matando a su pobre padre!”. FIN.







Mirador

Armando Fuentes Aguirre


Historias de la creación del mundo.

El Señor hizo a febrero, e hizo a marzo.

Ambos meses los hizo volubles, caprichosos, tornadizos, llenos de cambios no anunciados. Soplaba el aire un día; llovía el otro; caía una tormenta de repente; brillaba luego el sol.

-¿Por qué hiciste así a febrero y marzo? -le preguntó Adán.

Contestó el Señor:

-Estoy ensayando para hacer a la mujer.

Luego el Creador hizo a abril, e hizo a mayo.

Ambos meses los hizo plácidos, tranquilos, llenos de luz y de calor, colmados de bellezas inefables. Hubo en ellos fuerza de amor, palpitación de vida, música de aves y aromas incitantes de flor.

¿Por qué hiciste así a abril y mayo? -le preguntó Adán-.

Contestó el Señor:

-Estoy ensayando para hacer a la mujer.

¡Hasta mañana!...



Manganitas

Por AFA


“Un individuo salió con unas hermanas siamesas”.

Alguien en tono informal

le dijo: “¿Cómo te fue?”.

Y respondió: “Te diré:

mitad bien y y mitad mal”.

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