Por Catón
Columna: De políticas y cosas peores
De políticas y cosas peores
2016-04-13 | 09:27:29
Pirulina le confesó un pecado grave al
padre Arsilio: había llegado con su novio
al culmen de la carnalidad. Le preguntó
el buen sacerdote: “¿Por qué hiciste eso,
hija?”. Respondió la muchacha: “Por
debilidad, padre”.
Inquirió el párroco, severo: “¿Y acaso
la pija es reconstituyente?”. ¿Por qué Babalucas
se está riendo siempre? Porque
de niño le contaron chistes, y hasta ahora
los está entendiendo.
La esposa de Ovonio Grandbolier le
preguntó: “¿Qué vas a hacer hoy?”. “Nada”
-respondió el harón. Le reprochó la señora:
“Lo mismo hiciste ayer”. “Sí -replicó
Ovonio-, pero no acabé”.
La frase es atribuida a Adolfo López
Mateos, con verdad o sin ella: “Cada
mexicano tiene la mano metida en el
bolsillo de otro mexicano, y ay de aquél
que rompa esa cadena”.
Tal aserción, al mismo tiempo desolada
y cínica, quiere significar que la
corrupción es ínsita -es decir consustancial-
a la vida pública de México.
En tiempos muy pretéritos se hablaba
del “unto mexicano”, o sea el dinero con
el cual había que aceitar las manos de los
funcionarios para obtener de ellos lo que
por ley no se podía conseguir.
En mi primer año de estudiante de
Derecho oí hablar de aquel juez de pueblo
que tenía en la pared de su oficina un
cartel admonitorio que decía: “Artículo
primero: Con dinero baila el perro.
Artículo segundo: Para los efectos del
artículo anterior el perro soy yo”.
No creo que la corrupción sea cosa de
cultura. Pienso que es -peor todavía- cosa
de natura.
En el hombre hay mala levadura, dijo
el poeta. La concupiscencia del dinero
es en él tan fuerte o más que el deseo de
la carne.
Después del acto del amor -o de tres
o cuatro actos consecutivos del amor,
para quienes beben las miríficas aguas de
Saltillo- el ímpetu sexual se calma, queda
sosegado por un tiempo (10 minutos,
para los que toman aquellas taumaturgas
linfas), pero la sed de dinero no se sacia
nunca.
El que tiene poco quiere mucho, y el
que tiene mucho quiere más. “Auri sacra
fames”, maldita hambre de oro, escribió
Virgilio en La Eneida, cuyos primeros
párrafos me hizo traducir y analizar palabra
por palabra don Rafael Salinas,
maestro mío de Latín en la Facultad de
Filosofía y Letras de la UNAM.
Otro profeta, este de nuestro tiempo,
Chaplin, describió en su película “Gold
rush” los extremos a que llegan los humanos
con tal de conseguir riqueza. Yo
creo que la riqueza mayor consiste en
no desearla, pero eso lo digo porque no
sufro las carencias que padecen muchos.
“Tengo hambre” -le dije una vez a don
Abundio. “No, licenciado -me corrigió
él-. Tiene apetito, que es cosa diferente.
Usted no conoce el hambre”. Tenía razón
el sabio viejo. Pero me he ido por los cerros
de Úbeda.
A lo que voy es a decir que la corrupción
es inherente a la mezquina condición del
hombre, y como tal debe ser gobernada
por la ley.
Si ésta no se aplica, la corrupción será
rampante, como los hipogrifos de la antigua
heráldica. Desde ese punto de vista
la corrupción no es cosa de cultura ni de
natura: es resultado de la impunidad. Ahí
está la raíz de la corrupción.
No culpemos entonces ni a la cultura
ni a la naturaleza. Culpemos a nuestra
pobre condición de ciudadanos que prefieren
pagar por evadir la ley antes que
apegarse a ella.
Decimos “arreglar”, cuando en verdad
desarreglamos. Por tenerle la pata
pecamos tanto como el que mata la vaca.
Digo. Moralista has estado este día, inane
pendolario, siendo que te quedan muy
grandes los coturnos del predicador y
demasiado holgada la clámide del sermonero.
Ea, da curso a una de tus acostumbradas
rambulerías y luego sal de escena con
el altivo porte con que hacía mutis el gran
actor don Fernando Díaz de Mendoza
después de recitar aquellos sonorosos
versos del Tenorio, que cito de memoria:
“Llamé al cielo y no me oyó. / Y pues las
puertas me cierra, / de mis pasos en la
tierra / responda el cielo, no yo”.
El fabricante de productos de limpieza
le dijo con orgullo a su asistente: “Nuestro
gel de baño es tan suave que mi secretaria
lo usa para su higiene íntima”. “¡Alabado
sea el Señor! -clamó el muchacho-.
¡Yo lo veía a usted salir de su oficina
después de estar con ella en privado, y
pensaba que la espuma que traía en la
boca era de rabia!”. (No le entendí). FIN


MIRADOR
››armando
fuentes aguirre
Dijo el hombre:
-Maté por celos.
Habló el Señor:
-Si estás arrepentido te perdono.
Dijo otro hombre:
-Maté por venganza.
Habló el Señor:
-Te perdono si te has arrepentido.
Dijo un tercero:
-Maté por ira.
Habló el Señor:
-Si sientes arrepentimiento
estás perdonado.
Dijo uno:
-Maté en tu nombre.
Habló el Señor:
-Tu caso tendré que considerarlo.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS
››por afa
“Playa nudista”.
Sucede una cosa rara
en el citado lugar:
puede uno andar y andar

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