Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Seguir dando vida
2016-04-08 | 09:41:39
La mujer le dijo a su marido: “Estoy teniendo relación carnal con tu mejor amigo”. Inquirió el hombre: “¿Y te ha propuesto que te vayas con él?”. Respondió ella: “No”. Declaró el sujeto: “Entonces no es mi mejor amigo”...

El doctor Ken Hosanna habló con su paciente: “Le tengo dos noticias, una buena y una mala. La buena es que no es usted hipocondríaco”...

El maestro preguntó: “Pongo 100 millones de pesos en el banco a un interés del uno por ciento anual. ¿Qué me da?”. Pepito respondió sin vacilar: “Un calendario”...

La conciencia es esa vocecita oculta que te dice que a lo mejor se va a saber. Facilda Lasestas, mujer que a ningún hombre le negaba un vaso de agua, fue con el doctor Duerf y le dijo que sentía remordimientos de conciencia, pues era propensa a entregar sus prendas físicas a cualquiera que se las pidiera.

Las prendas físicas, quiero decir. La interrogó el célebre analista: “¿Y viene usted a que le quite esa insana propensión?”. “No -replicó al punto Facilda-. Vengo a que me quite los remordimientos”...

Muchas veces cuando un cadáver es incinerado no quemamos muerte sino vida. Según cierta etimología apócrifa la palabra “cadáver” se compone con la primera sílaba de los vocablos latinos “Caro data vermis”, carne dada a los gusanos. También con lamentable frecuencia cuando se da sepultura a un cuerpo se está enterrando vida.

Y es que los órganos de ese cuerpo ya sin alma que se entrega a los gusanos o a la lumbre podrían servir para salvar la vida de alguien que gracias a uno de esos órganos -corazón, riñones, páncreas, hígado- podría seguir viviendo en vez de ir a una muerte segura.

En México no existe la cultura de donación de órganos. Debido a eso cada año perecen miles de personas que de otro modo se salvarían. Es imposible imaginar la angustia de quien sabe que inexorablemente morirá por falta de un órgano que se va a perder en forma inútil, pues en vez de servir para preservar una vida irá a dar a la fosa o el horno crematorio.

Por eso se debe apoyar la valiosa -y valerosa- iniciativa de Mikel Arriola, director del IMSS, en el sentido de hacer que los órganos de los fallecidos que no hayan manifestado expresamente su oposición a que sus órganos sean aprovechados sirvan para salvar vidas.

Con pena vi que unas cuantas personas mostraron resistencia a esa idea esgrimiendo concepciones supuestamente religiosas, pero que en verdad tienen raíz en atávicos tabúes o supersticiones anacrónicas.

La propuesta de Arriola merece ser respaldada por todos, y los legisladores deben convertirla en ley, pues eso salvaría innumerables vidas. Quizá se podría hacer, para librar cualquier escrúpulo, que en su credencial de identificación oficial cada quien manifestara con un simple Sí o No su aceptación o rechazo al aprovechamiento de sus órganos.

Estoy seguro de que la inmensa mayoría de los ciudadanos, especialmente los jóvenes, actuarían en forma generosa y darían su aprobación a ese uso. En el caso de los menores de edad o incapacitados, sus padres o tutores tomarían la decisión.

Hagamos que la cultura y el sentido del bien salven las vidas que ahora se pierden por simple falta de información o por ausencia de una norma humanitaria como la que propone el director del IMSS.

Una joven esquimal pasó una noche con un hombre blanco. Cuando salió el sol la chica supo que tenía un embarazo de seis meses...

Un amigo le dijo a Babalucas: “Mi asistente de oficina es muy indejo. Mira”. Llamó al sujeto y le ordenó: “Ve a mi casa y luego infórmame si estoy allá”. Salió el tipo a todo correr, y regresó una hora después. “Fui a su casa, jefe -dijo respirando con agitación-, y no está usted allá”.

“Muy bien -respondió el jefe-. Puedes retirarte”. Se volvió el hombre a Babalucas: “¿Lo ves? ¿No te dije que es un indejo?”. “Tienes razón -contestó el badulaque-. Yo habría telefoneado”...

Miss Minnie Bell fue con el sheriff de Dodge City y se quejó: “Aquel forastero me ofreció 10 dólares por acostarme con él”. Fue el sheriff y le disparó al individuo las seis balas de su revólver mitihueso (Smith y Wesson). “Que esto sirva de lección a los fuereños -manifestó con tono enérgico-. Nadie puede venir aquí a duplicar los precios”. FIN.




MIRADOR

Armando Fuentes Aguirre


Terry, amado perro mío: ¿sabes por qué te di ese nombre? Sucede que cuando era niño pasé días felices en la casa de mi amigo Roberto Hernández González. Sus papás, don Roberto y doña María Esther, tenían una finísima perrita cocker. Cierto día la Daisy se salió sin avisar, y en la calle conoció el amor. Haz de cuenta La Dama y el Vagabundo. De eso resultó un cachorrito mestizo que poco tenía de la dama y mucho del vagabundo. Mi amigo lo llamó Terry por el personaje de una tira cómica que leíamos con avidez: Terry y los piratas.

Ahora, Terry, lee conmigo este bello mensaje que recibí ayer: “Estimado Armando: “Me trajeron a mi casa un perrito callejero. Me quedé con él porque me dio lástima: estaba traumado; sólo quería que lo acariciara. No sabía cómo llamarlo. Todos en la familia propusieron nombres, y ninguno me gustó, hasta que mi mejor amiga me regaló su libro sobre el Terry, y me encantó. Decidí entonces llamarlo Terry, en memoria de su perro. Quise que usted lo supiera, por lo mucho que lo quiso. Yola”.

¿Lo ves Terry? No te has ido: sigues viviendo en otro perro que se llama como tú.

¡Hasta mañana!...



MANGANITAS

Por AFA


“Un sujeto le dijo al médico que se le olvidaban las cosas”.

El doctor, así informado,

hizo lo más procedente:

le pidió a su paciente

pagar por adelantado.

Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto

 

 

Reservados todos los derechos 2018

Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto

 

 

Reservados todos los derechos 2018