Por Catón
Columna: De Política y Cosas Peores
El Charro
2013-06-27 | 22:24:49
Era la peor voz de Radio Concierto. Era la mejor voz de Radio Concierto. En la estación de radio cultural que mi familia y yo tenemos en Saltillo él era el corazón y el alma de las canciones de ayer, que para muchos siguen siendo las de hoy y las de siempre. Jesús Garza Arocha, conocido por todos como “El Charro”…
Él mismo bautizó –con una copa de vino- su programa semanal, el de los viernes: “Desvelo de amor”. Bien puesto el nombre, porque la trasmisión duraba de las 10 de la noche a las 3 de la mañana. Jamás faltaba Chuy a la cita con sus numerosísimos oyentes. Su voz sonaba igual que si se hubiera tomado una botella de Cloralex; parecía que hablaba a través de una hoja de papel… de lija.
Fue a Monterrey a que le diera clases de locución ese extraordinario maestro de la radio que es Ramiro Garza. Después de oírlo Ramiro me llamó por teléfono y me dijo: “¡Dile al Charro que no cambie su estilo! ¡Antes bien pídele que se acharre más!”. Y se acharró más el Charro, ciertamente. No parecía estar en la cabina de una difusora; se comportaba como si estuviera en la sala de su casa.
Decía en el micrófono: “Ahora les voy a poner una canción a toda madre”. Los vecinos –Radio Concierto está en el centro histórico de la ciudad- le llevaban cosas de comer: una pizza, tacos, gorditas, empanadas, un pastel…
Son ya leyenda sus ocurrencias y puntadas. Diré un par de ellas. El Charro, a más de ser bohemio sin salvación posible, hotelero, reconocido chef, consumado promotor turístico y espléndido mecenas, era también industrial de éxito: de su ladrillera salió el famosísimo Saltillo Tile, piso de barro de fama ya mundial. Uno de sus más fieles –y sabios- oyentes era un querido amigo suyo y mío, el ingeniero Xavier Cházaro, director por entonces de la Kimberley-Clark.
Dijo una vez el Charro en su programa: “La siguiente canción va dedicada a mi amigo Xavier Cházaro. Se la dedico a pesar de que tengo con él un sentimiento. Como ustedes saben, yo hago ladrillos, y él fabrica papel higiénico. Los dos somos clientes uno del otro. ¡Pero él me compra una vez al año, y yo le consumo todos los días!”. Uno de sus hijos le pidió que fuera a pedir la mano de su novia.
La fecha fijada para el solemne acto cayó en viernes, día en que el Charro trasmitía “Desvelo de amor”. No faltó Chuy al compromiso semanal con su público. A través de Radio Concierto se dirigió a los papás de la hermosa chica: “Queridos compadres: sé que en este momento me están oyendo ustedes, pues le pedí a mi hijo que sintonizara la estación.
Estoy seguro de que sabrán entender mi ausencia de esta noche: no puedo faltar a mi programa. Me disculpo con ustedes, y cumplo el encargo que me fue hecho. Querido compadre; querida comadre: por este medio les pido respetuosamente la mano de su hija para mi muchacho. Mañana, si ustedes me lo permiten, iré a su casa a formalizar la petición. Les envío un abrazo cariñoso, y les agradezco su comprensión…
¡Y ahora, amigos oyentes, escuchemos otra preciosa canción…!”. Me pregunto si en la historia universal de la radio –o de las peticiones de mano- habrá habido otra como la que hizo el Charro Garza Arocha a través del 97.7 de FM. Su vida fue tan rica como su imaginación, y tan pródiga y generosa como el bien que hizo a los demás.
Su vasta colección de discos está ahora en Radio Concierto, donde pusimos una placa con su nombre. Ninguna es necesaria para recordarlo: él mismo se encargó de llenarnos de recuerdos: sus dichos; sus ingeniosos cuentos; el gusto por la humana eucaristía del vino y el pan; su apego a la naturaleza; su cariño por las cosas de Coahuila –a él principalmente se debió el rescate de Cuatrociénegas y sus mágicas pozas-; el amor entrañable por los suyos.
Va un abrazo de corazón para toda su familia, y muy especialmente para esa gran señora que es Graciela Graza Arocha, su hermana queridísima, quien dio a Saltillo una de sus mayores orgullos: “La Canasta”; con su esposo el ingeniero Luis Jaime Tamayo, que fue para el Charro más que hermano: su compañero de venturas y aventuras, su cómplice constante.
Un amigo como Chuy jamás se va. Lo único que hace es dejar la canción para después. Cuando nos lleguen las memorias del amor, y sus desvelos, escucharemos otra vez su Desvelo de amor. También a nosotros nos está diciendo el Charro ahora con su voz de siempre: “Sé que en este momento me están oyendo ustedes... Estoy seguro de que sabrán entender mi ausencia…
Les envío un abrazo cariñoso. ¡Y ahora escuchemos otra preciosa canción!...”… FIN.

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