Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Amor por México
2013-06-24 | 08:38:08
El recién casado, muchacho muy devoto, se arrodilló a orar tan pronto entró en la suite nupcial. Le preguntó su flamante mujercita: “¿Qué haces?”. Respondió él: “Le pido orientación al Señor”. “Pídele fortaleza -le dijo la muchacha-. De orientarte me encargo yo”...
Dos señores visitaron el zoológico en compañía de sus respectivas esposas. Llegaron a la jaula de los mandriles, esos simios que tienen grandes callosidades de color rojo encendido en la parte posterior. “Son mandriles del Kalahari -les explicó el cuidador-. Esas callosidades les brotan en la época de celo”. “¡Mira! -se sorprendió uno de los señores- ¡Viendo a mi mujer llegué a pensar que eso era porque jugaban a las cartas todos los días!”...
El puerco espín se despidió para siempre de su compañera: “Te amo, Thornia, pero no puedo seguir contigo. Me has lastimado mucho”...
El pasado viernes tuve un encuentro gratísimo. En Saltillo, mi ciudad, me reuní con una amiga muy querida: Josefina Vázquez Mota. Nuestro encuentro no tuvo nada qué ver con la política: tuvo qué ver con la amistad. Nos conocemos desde hace mucho tiempo, antes de que su amor por México la llevara a cambiar su actividad de exitosa empresaria y brillante conferencista por ese ingrato y duro oficio, la política.
Vi a Josefina -aparte de gentil y hermosa como siempre-, serena, tranquila, sin amarguras ni rencores, llena de fortaleza. No parecen haberle dejado huella alguna la traición y las mezquindades de quienes debieron apoyarla y la dejaron sola. Ella representó a su partido con decoro y dignidad. Como lo escribí días después de la elección, no tuvo parte alguna en la derrota.
Del vencimiento fueron culpables aquellos que no supieron valorar lo que esta ejemplar mujer estaba haciendo en bien de Acción Nacional y en bien de México, y la traicionaron torpemente. Después de un período de reflexión Josefina ha regresado a sus tareas de ciudadana preocupada por el país y por quienes lo habitamos. Su presencia es necesaria para dar adecentar su partido, tan maltratado ahora, tan dividido, tan alejado del espíritu de sus fundadores. Generosa es Josefina. Tiene mucho que dar a México y a los mexicanos. Qué bueno que está de nuevo entre nosotros. Bienvenida…
El yerno se presentó, indignado, ante los padres de su esposa. Les dijo con rabia contenida: “Rosibel acaba de tener un hijo”. “¡Felicidades!” -exclamaron a dúo los papás. “¿Cómo que felicidades? -bufó el yerno-. ¡Apenas llevamos dos meses de casados!”. “¿Y eso qué?” –replicó el progenitor. Respondió el esposo: “Que antes de la boda yo no hice nada con ella, y un embarazo tarda nueve meses”. “¡Ay, muchacho! –le dijo la señora dándole una cariñosa palmadita-. Rosibel es una inocente. ¡Qué va a saber ella de cuánto tiempo debe durar un embarazo!”...
Dos borrachines iban por el muelle, y escucharon gritos desesperados: un infeliz había caído al agua, y no sabía nadar. Les gritó angustiosamente a los borrachos: “¡Una cuerda! ¡Por favor, échenme una cuerda!”. “Si será terco ese caón –le dijo uno de los ebrios al otro-. ¡Se está ahogando, y todavía quiere ahorcarse!”...
Libidiano, varón rijoso y lúbrico, fue invitado a un baile. Tal ejercicio era una pérdida de tiempo para él, de modo que andaba incómodo, sin encontrar su sitio. Advirtió eso una de las organizadoras de la fiesta, y fue hacia Libidiano. “¿Bailamos?” -le dijo con sonrisa amable. “No sé bailar” -contesta el tipo. “Eso no importa –replicó la chica-. Vamos a bailar”. Salieron a la pista, en efecto.
A las primeras de cambio Libidiano deslizó su mano hasta posarla en uno de los bien redondeados hemisferios que le servían a la chica para sentarse. “¡Oiga usted! -protestó con enojo la muchacha-¡No ponga ahí la mano!”. Replicó, cachazudo, Libidiano: “¿Lo ves? Te dije que no sabía bailar”...
Impericio logró por fin convencer a su novia de que le hiciera entrega de su amor y partes físicas correspondientes. Irían bajo el puente, le dijo; ahí nadie los vería. En el amor estaban cuando el novio interrumpió de pronto lo que hacía y le preguntó con acento severo a la muchacha: “Dime, Susiflor: ¿tuviste alguna experiencia previa?”. “¡Ninguna! -respondió ella indignada-. ¿Por qué me haces semejante pregunta?”. Respondió Impericio: “Porque tus movimientos no son los de una joven inexperta”. Le dice la muchacha: “Sí lo son. Son los movimientos de una joven inexperta a la que el imbécil de su novio acostó sobre un hormiguero”... FIN.


mirador
armando fuentes aguirre
¡Cuántos nombres que tiene el colibrí! Es paradoja que una avecilla tan pequeña tenga una nomenclatura tan grande. Al colibrí se le llama igualmente chuparrosa, picaflor, pájaro mosca, chupamirto... En algunas regiones del país le dicen “porquesí”, una bella manera de nombrar lo que parece un jubiloso capricho del Creador.
Los españoles, que no conocían el colibrí, quedaron deslumbrados cuando lo vieron por primera vez. Lo bautizaron “tominejo”, vocablo que es por dos veces un diminutivo: proviene de tomín, que era una moneda de plata pequeñita.
El nombre más bello para el colibrí, sin embargo, lo escuché en Oaxaca, donde tantas bellezas se escuchan y se ven. La cantarina lengua zapoteca designa a la chuparrosa con la voz “biulú”. Esa palabra quiere decir “lo que se queda en los ojos”. El nombre es claro y cierto: nadie puede olvidar al colibrí después de haberlo visto.
Demos gracias a Dios por la grandiosa pequeñez del colibrí. Y por sus muchos nombres.
¡Hasta mañana!...


manganitas
afa
“… Aumenta la venta de cerveza…”.
Y comentaba un señor
que no tiene ningún vicio:
“He ahí un gran beneficio
que nos aporta el calor”.

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