Por Catón
Columna: De política y cosas peores
2012-11-21 | 21:47:56
El torvo individuo le salió al paso a la linda chica en un oscuro callejón y pretendió obtener por fuerza lo que solo de grado suele dar una mujer, y a veces -sobre todo en el matrimonio- ni de grado. Sucedió que la linda chica no solo era linda: había estudiado también artes marciales. Le aplicó al torvo individuo una llave de jiu jitsu que lo hizo morder el polvo y algunas otras cosas que entre el polvo había. Luego lo arrojó contra la pared con un hábil lance de judo. A continuación le propinó varios golpes de karate y tres o cuatro de boxeo que le echaron afuera varios dientes, le amorataron los dos ojos y lo hicieron sangrar profusamente por boca, oídos y nariz. Se disponía la muchacha a asestarle al torvo individuo algunos golpes de kung fu cuando desde el suelo le dijo el lacerado individuo con tono gemebundo: “¿Qué no va a llamar a la policía?’’... Don Chinguetas exponía en una fiesta sus teorías sobre el matrimonio y las mujeres. Dijo con altanería: “Los hombres deberíamos tener el derecho de cambiar cada año de mujer, así como cada año podemos cambiar de automóvil”. Su esposa doña Macalota, cansada ya de los desplantes de su cónyuge, le dijo: “¿Tú para qué quieres cambiar, Chinguetas? Ya hace mucho tiempo que ni manejas”... Don Tapiano era algo sordo. Iba en su bicicleta y se encontró a un amigo. Éste le preguntó: “¿Cómo está tu esposa Cheta ?”. Don Tapiano creyó oír que el amigo le preguntaba por su bicicleta, y respondió: “Está muy mal. La presté y me la devolvieron ponchada y con el asiento abollado”... Solsticia, muchacha ya no tan muchacha, les contó a sus amigas: “Mi nuevo jefe es joven y guapo. Me paso todo el día corriendo alrededor del escritorio’’. “¡Qué problema!’’ -dijo una de ellas. “Sí, -confirmó Solsticia-. Nunca lo puedo alcanzar’’... Llegó don Cornilio a su casa, y en ella no estaba su mujer. Fue con la vecina y le preguntó: “¿Viste si mi esposa salió de compras?’’. “La vi salir –respondió ella-, pero por la forma en que iba pintada y vestida se me hace que más bien iba de ventas’’... El Distrito Federal ya es demasiado grande para ser simplemente un distrito federal. Pienso que están en la razón quienes afirman que debería ser un estado más de la Unión, con soberanía, Constitución local, y todas las demás notas anejas a un estado de la República. Eso no está reñido con la idea de que los poderes de la Unión tengan, como necesariamente deben tener, su propia sede. Los habitantes del DF han ido conquistando paulatinamente derechos que antes no tenían. Esos derechos, sin embargo, deben ser los mismos que aquellos de que gozan los habitantes de las entidades federativas. No puede ser que en nombre de la tradición, o por formalismos jurídicos inoperantes ya, haya mexicanos de primera y de segunda. Todos debemos gozar de los mismos derechos y tener las mismas obligaciones. Ante la ley debemos ser iguales, y en ese sentido los habitantes del Distrito Federal están en situación de inferioridad jurídica frente a quienes viven en los estados. Esa anómala situación ya no se puede mantener. Cuando el actual DF se convierta en estado yo lo celebraré con un aplauso. Y lo daré con las dos manos, para mayor efecto… Una mujer fue llevada ante el juez. Se le acusaba de ejercer el comercio carnal en la vía pública. “¿Qué puede usted alegar en su defensa?’’ -le preguntó el ceñudo juzgador. “Locura’’ –respondió ella. El juez se amoscó. Preguntó, severo: “¿Por causa de locura ejerce usted la prostitución?’’. “-Sí –confirmó la mujer-. Aquello que los hombres tienen me vuelve loca’’. (Nota aclaratoria: La mujer se refería al dinero)... Otra muchacha en similares circunstancias –también se le acusaba de ser daifa- dio una explicación muy diferente. “Cuando era niña exploradora -dijo- iba de puerta en puerta vendiendo galletitas que ningún hombre quería. Eso me frustró bastante, y me prometí que cuando fuera grande vendería algo que todos los hombres quisieran’’… Aquel tipo llamó a una puerta y le abrió la señora de la casa. Dice el sujeto: “Estoy realizando una encuesta sobre sexualidad y su relación con el hábito de fumar. Dígame usted: ¿su esposo se fuma un cigarrillo entre acto y acto?’’. Responde la señora con tono agrio: “Entre acto y acto mi marido se fuma unas 200 cajetillas’’... FIN.
 Entradas anteriores
 Lo Más Visto
 Lo Último

Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto

 

 

Reservados todos los derechos 2018

Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto

 

 

Reservados todos los derechos 2018