Por Catón
Columna: De política y cosas peores
2012-10-29 | 20:58:12
Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, le pidió a Susiflor que le ofrendara la impoluta gala de su integérrima virtud. No se lo pidió con esas palabras; le dijo nada más: “Dame aquellito”. Ella respondió: “No, no, no, no, no y mil veces no”. Le dice entonces Afrodisio: “Te buscaré mañana. Veo que hoy estás algo indecisa”… En España el verbo “joder” significa realizar el coito. Un baturro fue a Madrid y se topó con dos paisanas suyas a quienes conoció pobres, pobrísimas, y que ahora iban vestidas con lujo y profusamente alhajadas. Les dijo con cierto retintín: “¿Por qué lucís así, tan majas?”. Le contestó una de ellas, desafiante: “Porque podemos”. Pregunta el baturro: “¿Qué en Madrid la letra jota se pronuncia como pe?”… Este domingo que pasó fue uno de los mejores días de mi vida. En abono de la sinceridad debo decir que el 99 por ciento de mis días han sido uno de los mejores días de mi vida. Y aun el restante uno por ciento tuvo algo bueno: lo viví. Pero el último domingo fue especial. Lo comencé en horas de la madrugada, escuchando en la habitación de mi hotel en la Ciudad de México, frente a la Alameda, el estruendo de la cohetería que en el cercano templo de San Hipólito tronaba en honor de San Judas Tadeo, cuyo cumpleaños se celebra en esa fecha, 28 de octubre. Soy devotísimo devoto de ese santo de nombre tan ingrato que se debe decir en el diminutivo para que no se oiga tan mal. San Juditas es abogado de las causas difíciles y desesperadas, y casi todas las mías poseen esa doble calidad. Me ha hecho muchos milagros, quizá sin darse cuenta, pues si me conociera no me los habría hecho. Me conmovió al salir del hotel ver en la calle tantos hombres y mujeres que cargaban la efigie del santito para llevarla a bendecir. Dirán algunos: “¡Pobre gente!”. Yo digo: gente pobre la que no tiene fe en alguien o en algo. La falta de fe es uno de los muchos nombres de la soledad. (Permítanme un momentito, por favor. Voy a anotar esta última frase para inscribirla, si no en bronce eterno o mármol duradero, por lo menos en plastilina). Caminé hasta el Zócalo, la gran plaza de almas de México, pues debía presentar ahí, en la Feria del Libro, el más reciente de los míos. Peroré bajo la hermosísima bandera, ante los recios campanarios de la Catedral. ¡Y qué público tuve! Cuando salí a escena me dio un aplauso tan largo y afectuoso que no supe cómo agradecerlo. Me las arreglé para empezar a hablar. La gente que pasaba frente al abierto recinto se detenía a oír, y luego entraba. Bien pronto la sala se atestó. Desenrollé mi rollo, y al final los asistentes me despidieron, puestos de pie, con la misma generosidad. Un señor con acento de España me dijo a la salida: “Entré por curiosidad a oírlo. Y si escribe como habla ya tiene usted un nuevo lector”. ¡Cuántos libros firmé, ah cuántos libros! Todo esto que digo no es por vanagloria. Sé que alguien más lo debería decir. Pero ¿quién podría decirlo con más sentimiento que yo? Fui estudiante pobre en la Ciudad de México. Muchas veces debí ayunar para hacer que mi exigua mesada me durara hasta el final del mes. Entenderán mis cuatro lectores, por lo tanto, el valor que tuvo para mí volver al Zócalo, a donde fui en mil ocasiones porque no tenía otro lugar a dónde ir, y hablar ante personas que me aprecian, y dedicarles un libro que escribí. Eso es un regalo de la vida. No sé por qué me lo envió. Seguramente es un milagro más de San Juditas… La mamá coneja le dice a su conejito: “Un mago te sacó de su sombrero, punto. Y no hagas más preguntas”… El día de la Creación del mundo el Señor le pidió al elefante que le dijera cómo quería que lo hiciera. “Ponme un cuerpo muy grande –pidió el paquidermo- para que ningún animal pueda atacarme”. El Señor anotó en su libreta ese requerimiento. Prosiguió el elefante: “Ponme una trompa muy grande, para poder alcanzar los brotes más altos de los árboles”. Apuntó el Señor esa solicitud. “Ponme una orejas muy grandes –requirió la gran bestia-, para abanicarme con ellas y así defenderme del calor”. Escribió el Creador en su libreta esa demanda. Concluyó el elefante: “Y ponme unas pestañas muy grandes”. “¿Pestañas grandes? –se sorprendió el Señor-. ¿Para qué?”. Explicó el paquidermo: “Es que soy gay”… FIN.

MIRADOR.

Armando FUENTES AGUIRRE.

-Este era un gato con los pies de trapo y los ojos al revés. ¿Quieres que te lo cuente otra vez?
María Ángela, mi nieta pequeñita, me contesta:
-Sí.
Y vuelvo a recitar:
-Este era un gato con los pies de trapo y los ojos al revés. ¿Quieres que te lo cuente otra vez?
Sin vacilar, María Ángela me dice:
-Sí.
Le pregunto, divertido:
-¿Por qué, hijita?
Me contesta:
-Para que estés conmigo otro ratito.
Y vuelvo a comenzar. Con los nietos siempre vuelve uno a comenzar.
¡Hasta mañana!...

MANGANITAS.
Por AFA.
“… Por falta de resultados se va el director técnico de los Pumas…”.
Una pregunta insolente
hizo un pícaro burlón:
Dijo: “¿Por igual razón
es que se va el presidente?”.
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