Por Catón
Columna: De política y cosas peores
2012-10-10 | 21:52:31
Noticia interesante: hubo un incendio en la fábrica de Viagra. Afortunadamente se paró de inmediato… Le contó un tipo a otro: “Me voy a divorciar de mi esposa”. El otro preguntó: “¿Por qué?”. Respondió el primero: “Por compatibilidad de caracteres”. El amigo lo corrigió: “Querrás decir por incompatibilidad de caracteres”. “No –replica el que se iba a divorciar-. Por compatibilidad. A mí me gustan las mujeres, y resultó que a ella también”…. “Soy sonámbulo –le dijo un tipo al doctor Ken Hosanna-. Todas las noches me levanto dormido a caminar”. “Pruebe esto” –le dijo el médico al tiempo que le daba una pequeña caja. Preguntó el hombre: “¿Son píldoras para dormir?”. “No –respondió el facultativo-. Son tachuelas”… En la cocina la señora le dijo de pronto a su marido: “¡Ven! ¡Hazme el amor como me lo haces siempre!”. Extrañado por el súbito impulso de su esposa el hombre hizo lo que ella le pidió. Al terminar el trance le preguntó: “¿Por qué me pediste que te hiciera aquí el amor como te lo hago siempre?”. Explica la señora: “Porque se descompuso el reloj de la estufa, y necesitaba marcar  15 segundos”…Yo no quisiera estar en los zapatos de Enrique Peña Nieto. Primero, porque no sé qué número usa, y puede suceder que me queden apretados, lo cual será un tormento, o que me queden flojos, y entonces se me van a salir a cada rato. Pero tampoco quiero estar en los zapatos de Peña Nieto porque muchos esperan que al llegar él a la máxima magistratura, tan mínima hoy por hoy, todos los problemas del país se van a resolver en la misma forma que el jocoque se hace: de la noche a la mañana. (Jocoque, para mis lectores en el extranjero, es una especie de yogur que se hace con leche agria. Mamá Lata, mi abuela –el Cielo goza ya de ella-, lo hacía dejando toda la noche junto a las brasas del fogón un jarrito de barro con la leche, que amanecía convertida en ese rico y salutífero manjar. Ahora lo disfruto en dos restaurantes, ambos con nombre de mujer: “La Lupita”, en Magdalena, Jalisco, camino real de Colima, y “La Josefina”, cerca de General Cepeda, la antigua Villa de Patos, en mi natal Coahuila, sobre la antigua carretera de Saltillo a Torreón. En ese espléndido lugar, “La Josefina”, está prohibido decir malas palabras, según lo advierte un letrero admonitorio que entre otras cosas dice: “El que insulta a la madre ajena ofende a la propia”). Pero advierto que he perdido el hilo de mi disertación. Regreso a ella. Los problemas que agobian ahora a México y a los mexicanos, la inseguridad y el desempleo principalmente, son de tal manera graves que un solo hombre no puede resolverlos, y tampoco un gobierno, ni un partido. No nos hagamos, pues, muchas esperanzas, a fin de no salir frustrados. Esperemos, sí, que las cosas vayan mejorando, y unamos nuestro esfuerzo de ciudadanos al de los gobernantes, pues nada pueden hacer éstos sin el concurso de la sociedad civil… Queda cumplido con esta reflexión mi deber de orientar a la República. Puedo ahora dedicar el espacio que me resta a caminar tranquilo por las amenas calles del humor… La mujer le reclamó con enojo a su marido: “Me dijeron que estás durmiendo con una vieja”. “Pues te dijeron dos mentiras –alegó él-. En primer lugar no es vieja: tiene 24 años. Y en segundo lugar, cuando estoy con ella no pego los ojos en toda la noche”… La señorita Peripalda, catequista, les preguntó a los niños: “¿Qué debe uno hacer para llegar al Cielo?”. Responde sin vacilar Pepito: “Lo primero, morirte”…Un astroso vagabundo se acercó en la calle a una linda chica y le pidió: “¿Podría darme 50 pesos para tomarme un café en esa cafetería?”. Respondió con disgusto la muchacha: “En esa cafetería un café cuesta a lo mucho 25 pesos”. “Ya lo sé -responde el mendicante-. Pero tenía la esperanza de que usted me acompañara”. (Caón, de seguro luego le iba a pedir 500 pesos para ir a un motel, con la misma esperanza)… Un pequeño señor fue a consultar a una adivina. La mujer observó su bola de cristal y luego dijo: “Veo un tesoro enterrado…”. “Ya lo sé –la interrumpe el señorcito-. Es el primer marido de mi esposa”… Hablando de tesoros, en la noche de bodas la recién casada le dijo a su flamante maridito: “A tu atributo varonil le voy a llamar ‘El tesoro’”. “¿Por qué?” –preguntó él halagado. Contestó la muchacha: “Porque es muy difícil de hallar”… FIN.


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