Por Catón
Columna: De política y cosas peores
2012-10-01 | 22:04:47
Frase que aspira a ser un poco célebre: “En tratándose del sexo dentro del matrimonio, algunas esposas que no gustaban de él se acostumbran a la larga. A la que no se acostumbran nunca es a la corta”. (No le entendí)… Los diputados priistas y sus aliados del Partido Verde están muy orgullosos porque encontraron la forma de burlar las acometidas de las feroces tribus de la izquierda que tienen por deporte asaltar la tribuna o tratar de impedir que el presidente tome posesión de su cargo. Para eso habilitaron un balcón como tribuna de emergencia, y dictaron una prescripción por la cual el mandatario podrá rendir la protesta de ley en otros recintos alternativos a más del de la Cámara.
Tales medidas, sin embargo, son evidencia del subdesarrollo político que padecemos. He aquí que una minoría puede violar impunemente el reglamento a que se sujetan las sesiones, e imponer su capricho por la fuerza. Lo que se debería hacer en este caso es aplicar la ley, y no buscar subterfugios vergonzantes para hacer que las prácticas democráticas y la institucionalidad prevalezcan frente a aquellos que en manera tan burda las vulneran. Y ya no digo más porque estoy muy encaboronado. Miren: me laten las sienes y me tiembla visiblemente la nariz. Mejor cambio de tema… Doña Tebaida Tridua, presidenta ad vitam interina de la Pía Sociedad de Sociedades Pías, envió a esta columna un ocurso memorial en 12 fojas útiles y vuelta, escrito en caracteres elzevirianos, por el cual prohíbe la publicación aquí del cuento que ahora sigue. Advierte en su mensaje la censora: “Si esta prescripción es ignorada la aparición de dicho cuento se considerará  nula y sin efectos, como si nunca jamás hubiera sucedido , y se ordenará a los lectores que olviden para siempre el argumento o trama de la dicha nefanda relación”. Con el alma y sus tres potencias: memoria, entendimiento y voluntad, quisiéramos obsequiar el deseo de doña Tebaida –asoma la severa señora y solicita: “Favor de no usar esa palabra, ‘deseo’, que se presta a malos pensamientos”-, pero los fueros de la libertad son irrenunciables. He aquí, por lo tanto, esa vitanda narración… Tres mujeres eran vecinas, y compartían el mismo jardín. La primera estaba casada con un inglés, la segunda con un irlandés, y la otra con un escocés. En una de sus conversaciones surgió el tema de la ropa interior, y las tres estuvieron de acuerdo en que casi no tenían nada qué ponerse. Con femenina astucia urdieron una estratagema a fin de conseguir de sus maridos dinero para comprarse sneakers, undies, knickers, panties, bloomers o skivvies, que con todos esos nombres puede ser llamada en lengua inglesa la prenda más íntima de la mujer. (Muy importante prenda es ésa: ciertamente no es lo mejor del mundo, pero está muy cerca de lo mejor). Las señoras, pues, les dijeron a sus respectivos esposos que iban a colgar un columpio de la rama de un árbol que en el jardín crecía. A tal efecto pusieron una escalera, y la esposa del marido inglés trepó por ella. La vio subir su cónyuge, y apresuradamente la llamó. “By Jove! –le dijo en voz baja con alarma-. ¡No traes calzón, mujer!”. “Es que no me das dinero para comprarme ropa” –contestó ella, gemebunda. El hombre echó mano a su cartera y le entregó unas libras. Subió por la escalera la esposa del irlandés, y éste la vio desde abajo. “Blessed Saint Patrick! –le susurró espantado-. ¡No traes nada allá abajo, descarada!”. “Bastante traigo –replicó ella con orgullosa dignidad-, pero nada con qué cubrirlo. Tú no me das para comprarme ropa”. El irlandés sacó algunos billetes del bolsillo y se los dio. Subió seguidamente la mujer del escocés. No iba muy confiada en la eficacia del ardid: los escoceses, ya se sabe, son muy económicos, ilustres ahorradores de dinero. La vio en lo alto el hombre y al punto la hizo bajar. “¡Bloody be, woman! –le dijo con mal oculto escándalo-. ¡Se te ve todo, desdichada!”. Plañó ella: “¡Es que nunca me das dinero; por eso no traigo ropa interior!”. Abrió el escocés su sporran, nombre de la tradicional bolsa que los escoceses deben llevar siempre, pues su falda o kilt no tiene bolsillos. Se alegró la señora: seguramente su cicatero esposo le iba a dar para que se comprara ropa. Pero en vez de dinero el hombre sacó un peine. “Ten –le dijo a su mujer-. Por lo menos arréglate un poco”…

MIRADOR

Armando Fuentes Aguirre

La única inocencia que en este mundo hay es la de los niños y la de los animales.
Pienso en el Cielo y lo imagino como un lindo zoológico lleno de mariposas y libélulas, de hormiguitas y ballenas, de leones, tortugas, jirafas y estrellas de mar. En ese paraíso la oveja y el lobo convivirán tranquilos. Ahí serán amigas la paloma y la serpiente. Estarán lado a lado, sin reñir, el perro y el gato. (Claro, el gato con un cierto airecillo de superioridad).
Otra cosa imagino. En ese Cielo tendrán cabida también algunos hombres. Cuando las bestezuelas de Dios los vean entrar se mirarán consternadas entre sí  y dirán luego con desolado acento:
-¡Lástima! ¡Tan bien que estábamos! ¡Ya llegaron éstos otra vez!
¡Hasta mañana!...

MANGANITAS.
Por AFA.
“… Le falta color a la campaña presidencial de Estados Unidos…”.
Con cuatro versos integro
mi no pedida opinión:
la campaña y la elección
se verán en blanco y negro.

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