Por Catón
Columna: De política y cosas peores
2012-09-23 | 20:59:52
Pimp y Nela, administrador sexual él, su pupila ella, estaban conversando. Le dijo Pimp a Nela: “En el circo vi a una trapecista que sostiene a su esposo con los dientes''. "¿Y qué gracia tiene eso? –replicó Nela, despectiva-. Yo te sostengo a ti con otra cosa, y no ando presumiendo''... La señorita Himenia Camafría, célibe madura, fue a comprar un perfume. "Tenemos éste -le mostró la vendedora-. Se llama ‘Pecado'''. Dijo la señorita Himenia: "Ya lo llevé, y no dio resultado. ¿No tiene uno que se llame ‘Pecadote'?''... Babalucas se dirigió a un transeúnte: "¿Me hace favor de decirme qué horas son?''. Consultó su reloj el caballero y le informó: "Las 8 menos cinco''. Después de hacer cuentas con los dedos Babalucas dijo: "Ah, sí, gracias: las 3''... En la florería había un letrero: "Dígalo con flores". Entró un muchacho y le pidió al propietario: "Busco unas flores que le digan a una muchacha que me dé aquello"... Hace mucho tiempo escuché esta pícara coplilla, y hoy la recordé: “Si quieres llegar a viejo / en forma reglamentaria / debes hacerte pendejo / por lo menos una hora diaria”. Nuestros políticos alargan mucho ese horario, y parecen no oír las quejas de la gente, ni darse cuenta de su irritación. Será muy raro el mexicano que no piense que hay demasiados partidos políticos, algunos de los cuales son negocios de familia, como el Verde, o de plano personales, como el PT, el Movimiento Ciudadano o el Panal. También los políticos hacen caso omiso de las protestas de la ciudadanía por el excesivo número de diputados y senadores, especialmente por aquellos que llegan al escaño o la curul sin haber sido elegidos por la gente. La política nos sale muy cara, y pagamos un costo elevadísimo por la imperfecta democracia que tenemos. Deberían nuestros políticos hacer un riguroso examen de conciencia y reconocer que le cuestan demasiado a México. Es una verdadera parajoda que México, país de pobres, tenga partidos tan ricos, y que se haya formado aquí una casta que pesa en forma onerosa sobre los contribuyentes. Me temo, sin embargo, que pedirles un examen de conciencia a los políticos es más inútil que aquello de pedirle peras al olmo: ellos no tienen conciencian qué examinar… ¡Bófonos! Esa última frase tuya, columnista, merecería ser inscrita en bronce eterno o mármol duradero, o ya de perdido en plastilina. Nadie te hará caso, desde luego, y tus palabras caerán como en un pozo. Ya las estoy oyendo: ¡plop! Narra entonces un chascarrillo final que alivie la gravedad de tu peroración… El Padre Arsilio fue invitado a dar una conferencia en el casino del pueblo. La disertación versaría sobre los milagros de Jesús, según se narran en los Evangelios. Antes de que el conferenciante empezara a hablar se puso en pie don Jacobino Volterre, que tenía en el pueblo fama de ateo y come curas, y dijo con pedantesca suficiencia "Quiero pedirle, señor, que antes de contarnos esos mitos, esos cuentos para niños o débiles mentales, me explique usted qué es un milagro. Yo estoy nutrido en las sabias enseñanzas de Comte, Parra y Barreda, apegadas a lo positivo de la naturaleza y la razón, y desconozco por tanto qué cosa sea esa de los milagros". Se oyeron risitas burlonas y aplausos contenidos entre quienes apoyaban a don Jacobino. El padre Arsilio, apretando los dientes a fin de contener su santa indignación, le respondió a Volterre: "Con mucho gusto te explicaré lo que es un milagro, hijo, y además te lo explicaré con absoluta claridad. Para eso te ruego que pases al frente". Don Jacobino dirigió una jactanciosa mirada a sus aláteres como diciéndoles: "Ahora verán cómo le va a ir a éste conmigo", y subió al foro. Le pidió el padrecito: "Ponte aquí, hijo, si eres tan amable, con las piernas ligeramente abiertas". El tal Volterre se colocó en la posición que el cura le pedía. Entonces el padre Arsilio tomó impulso y le propinó un tremebundo puntapié en la entrepierna, precisamente en el sitio donde más duelen las patadas. Don Jacobino lanzó un espantoso ululato de dolor y cayó a tierra retorciéndose, sacudido por fuertes espasmos convulsivos. Se inclinó hacia el lacerado el Padre Arsilio y le preguntó con tierna solicitud: "¿Te dolió, hijito?". "¡Claro que me dolió!" -respondió con voz apenas audible el desdichado. "Bueno -le dijo entonces el sacerdote en tono paternal-. Si no te hubiera dolido, eso habría sido un milagro"... FIN.
MIRADOR.
Por Armando FUENTES AGUIRRE.
Este cuento lo oí en Potrero de Abrego mientras chisporroteaba la leña en el fogón y gorgoreaba en la olla el té de menta.
"... Un hombre muy avaro se casó. A los pocos días de la boda su mujer no le tuvo la comida a tiempo. El hombre se enojó mucho y le dio una guantada tan fuerte que la descalabró. Su marido la tuvo que llevar a Saltillo con el médico. Entre camioneta, doctor y medicinas gastó 40 pesos.
A pesar de la descalabrada y los dolores la mujer se puso muy contenta:
-Mi marido ya nunca más me va a golpear -venía pensando-. No querrá volver a gastar tanto dinero.
Pero cuando llegaron al rancho el hombre se sacó otros 40 pesos de la bolsa y los puso sobre la mesa. Le dijo a la señora:
-Por si se ofrece que te descalabre otra vez.
Desde entonces ella siempre le tuvo a tiempo la comida...''.
En la ciudad ese cuento no gusta mucho, pero en el rancho sí.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS.
Por AFA.
“… Podría subir el precio de la leche…”.
Todavía no terminas
con la carestía del huevo
cuando las vacas, de nuevo,
ya hablaron con las gallinas.

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