Por Catón
Columna: De políticas y cosas peores
Los sonetos
2012-09-10 | 08:30:05
Don Pilinguetas trataba de convencer a su esposa Pomponona de que ingresaran en un club nudista. Ella se resistía. “Anda, mujer –porfió Pilinguetas-. Te aseguro que será una experiencia interesante’’. “Ya te dije que no -respondió ella-. Jamás me vas a convencer de ir a un lugar donde todas las mujeres llevan lo mismo’’...
Capronio, sujeto incivil y majadero, le comentó a un amigo: “Mi esposa tiene cuerpo de Coca-Cola’’. “¿De veras? –se admiró el otro-. ¿Torneado y con curvas?’’. “No -precisó Capronio-. De Coca-Cola de lata’’...
La maestra le propuso a Pepito: “Hagamos una sencilla operación de resta. Tenemos veinte chivas en un corral. Una salta la cerca y se va. ¿Cuántas nos quedan?’’. “Ninguna’’ -respondió el muchachillo sin dudar. “Pepito –lo reprendió la profesora-, se ve que no sabes nada de aritmética’’. “Y se ve que usted no sabe nada de chivas -replicó Pepito-. Cuando una chiva salta, todas saltan’’...
El doctor Pick O’Flacid, célebre ornitólogo, acaba de descubrir en lo más espeso de la jungla africana un ave que no se conocía. Los nativos le dan a ese extraño pájaro el nombre de “Ayyyyyyyyyyayyyyyyyyyyayyyyyyyyyyahhhhhhhhhh’’. Es una pequeña ave que mide 25 centímetros de altura y pone huevos de 20 centímetros de ancho, enormes en relación con el tamaño de su cuerpo. Su extenso y complicado nombre se debe a la circunstancia de que cada vez que pone un huevo hace: “¡Ayyyyyyyyyy! ‘!Ayyyyyyyyyy! ‘!Ayyyyyyyyyy!’’. Y luego, con un suspiro de alivio: “¡Ahhhhhhhhhh!’’...
Aunque no me lo creas fui alumno de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Te diré el nombre de algunos de mis maestros y maestras: Pablo Martínez del Río, Eusebio Castro, Rafael Sánchez de Ocaña, Margarita Quijano –de ella se decía que fue musa de Ramón López Velarde-, María del Carmen Millán, Demetrio Frangos, Rafael Salinas…
¿Cómo iba a adivinar aquel muchacho desmelenado y tímido –o sea yo- que un día algunos textos suyos aparecerían en la Revista de la Universidad de México? He aquí que el número de septiembre de esa prestigiosísima publicación recoge unos sonetos míos, precedidos por unas palabras de justificación, también tímidas y desmelenadas: “De sobra está decir que no soy un poeta. Diosito bueno me dio varias locuras, pero no ésta de la poesía. Los poetas ven donde los demás no vemos; yo soy más ciego que un topo ciego. Miro lo mismo que ve toda la gente, y eso es no mirar nada.
No sé por qué de vez en cuando se me cae un soneto, como esas cosas que a veces se nos salen de la bolsa sin darnos cuenta. Lo levanto para que nadie vaya a tropezar en él, lo dejo por ahí y procuro olvidarlo igual que culpa o que pecado. Pero los versos, como los libros y los hombres, tienen su destino. Ahora ésos que parecen sonetos aparecen y se me aparecen”. Expreso mi agradecimiento a Ignacio Solares, quien dio hospitalidad generosa a esos insólitos intentos y calificó a mis sonetos de “magníficos”. Su publicación en la Revista de la UNAM hará que así parezcan…
Un hombre estaba al borde de la quiebra. En ningún lado su crédito valía. Todos los bancos le cerraron las puertas. Y las ventanas también. Cierta noche iba por un oscuro callejón y sin poderse contener gritó desesperado: “¡Ya sólo el diablo me podría ayudar!”. ¡Booom! Se oyó un siniestro ruido y el demonio surgió a su lado. “¿En qué te puedo servir?” -le preguntó. “¿Eres el diablo?” -preguntó el sujeto. “Sí” -respondió el espíritu maligno. “A ver –demandó, escéptico, el tipo-. Cámbiame aquel árbol”. El diablo hizo un ademán, y el árbol fue a dar a otro lugar. Pidió en seguida el individuo: “Cámbiame aquella casa”. El demonio otra vez movió la mano, y la casa al mismo tiempo se movió. Insistió el hombre: “Si en verdad eres el diablo cámbiame aquel cerro”. Nuevo ademán del diablo, y el cerro cambió de ubicación. “A ver -pidió entonces el sujeto-. Cámbiame este cheque”. “¡Oye! -se enojó el demonio-. ¡Soy el diablo, no tu pendejo!”…
La esposa de don Languidio se presentó en la compañía de seguros y le dijo al encargado: “Vengo a cobrar la mitad del seguro de vida de mi esposo’’. “Ni la mitad ni nada le podemos pagar –le contestó el funcionario. Sabemos que su marido está vivo’’. “De día sí –replicó la señora-. De noche está absolutamente muerto’’... FIN.

MIRADOR
Armando FUENTES AGUIRRE
Quisiera conocer la flor nombrada “munisté”. Nuestros antepasados indios la llamaban tlapalisquixóchitl. Moctezuma, amigo de las plantas y los animales, quiso tenerla en su jardín. Le pidió a Malinal, señor de Tlaxiaco, que le regalara un ejemplar. El rey negó el obsequio. Entonces Moctezuma armó un ejército, atacó la ciudad de Malinal y después de causar grande matanza se llevó la ansiada prenda.
¿Qué flor sería ésa, tan hermosa que motivó una guerra? Yo la imagino más bella aún que la más bella orquídea. Sus pétalos deben haber sido suaves como caricia de mujer sapiente, y su aroma debe haber tenido el perfume que el amor tendría si se volviera flor.
Algún día veré una flor maravillosa que jamás en mi vida he contemplado, y sin que nadie me lo diga sabré que estoy mirando la flor de munisté.
¡Hasta mañana!...

MANGANITAS
AFA
“… Obama no tiene segura la reelección…”.
Seguramente te alegras,
pues eres republicano,
al ver que el americano
se las está viendo negras.

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