Por Catón
Columna: De política y cosas peores
2012-09-04 | 22:43:38
DE POLÍTICA Y COSAS PEORES.
Por CATÓN.
Rosibel, la linda secretaria de don Algón, permitió que el maduro ejecutivo le expresara sobre el escritorio el gran aprecio que sentía por ella. Al terminar la refocilación carnal Rosibel le dijo a su jefe al tiempo que se arreglaba la ropa: “¿Y qué me dice, don Algón, del aumento de sueldo que le solicité?”. “Mañana hablaremos de eso, linda –respondió con feble voz el carcamal-. Ahora no tengo poder de decisión”… El reverendo Rocko Fages, pastor de la Iglesia de la Tercera Venida (no confundir con la Iglesia de la Tercera Avenida, que permite el adulterio a condición de que no se cometa frente a la congregación) iba a casar a una pareja. Le preguntó al novio: “¿Quieren ustedes un servicio tradicional o uno moderno?”. Contestó el muchacho: “Nos gustaría el moderno”. Llegado el día de la ceremonia sucedió que la calle frente al templo estaba llena de charcos por las recientes lluvias. El novio enrolló las perneras de su pantalón a fin de no mojárselo. Cuando estuvo frente al ministro éste le dijo: “Bájese el pantalón”. Respondió con apuro el mozalbete: “Reverendo: creo que mejor prefiero el servicio tradicional”… Doña Panoplia de Altopedo, señora de buena sociedad, organizó una cena en su casa para recibir a mister Klutzy Schlub, célebre cazador que recientemente había vuelto de su último safari en África. Le preguntó en la mesa: “Díganos, mister Schlub: ¿cuál es el animal de peor talante que ha conocido usted en sus cacerías? ¿El búfalo africano? ¿El rinoceronte? ¿El cocodrilo?”. “Ninguno de ellos, señora mía –respondió el famoso venador-. La bestia de peor carácter que hay (si se exceptúa, claro, a mi suegra) es el Enka Bronado, un animal del desierto sahariano”. “Jamás había oído yo hablar de esa criatura –replicó doña Panoplia-. ¿Cómo es?”. “Se parece a la comadreja –respondió mister Shclub-, pero es animal bicéfalo: en un extremo de su largo y achaparrado cuerpo tiene una cabeza, y en el extremo opuesto otra”. “No puede ser –dijo, perpleja, la señora de Altopedo-. Si ese animal tiene dos cabezas, una al principio de su cuerpo y otra al final ¿por dónde hace sus necesidades?”. “No puede hacerlas –replica el cazador-. ¿Por qué cree usted que el Enka Bronado tiene tan mal carácter?”… Uno de mis cuatro lectores me hizo llegar un artículo de La Jornada. Apareció el primero de septiembre, y está firmado por Pedro Salmerón. Dice el articulista: “… En ‘Juárez y Maximiliano’ Catón afirma que Juárez fue ‘soberanamente idiota’ (p. 258) y llama al comandante mexicano, general González Ortega, ‘cobarde’ y ‘torpe’ (pp.262-263)…”. ¡Santo Dios!, exclamé lleno de azoro. ¿Acaso fui capaz de escribir semejante badomía al referirme a don Benito? ¿En verdad lo califiqué de “soberanamente idiota”? Ciertamente en mi libro señalé los errores que a mi juicio cometió el Benemérito de las Américas. Al hacer eso no incurrí en demasía, pues sus propios partidarios, entre ellos algunos de sus más cercanos amigos y colaboradores, como Guillermo Prieto y el propio González Ortega, hicieron señalamientos aún más severos que los míos en torno de algunas actuaciones del patricio. Pero de ahí a calificar de “soberanamente idiota” al gran liberal, a quien admiro por encima de sus humanos yerros, hay gran distancia. Corrí por eso a ver la página 258 de mi libro, en la cual, según el autor de dicho artículo, se encuentra esa denostación a Juárez, y leí lo siguiente: “… González Ortega carecía del respeto de sus soldados: su conducta en El Borrego, donde bien pudo detener a los franceses, fue soberanamente idiota…”. ¡Al escribir estas palabras no estaba hablando yo de don Benito, sino de la actuación de uno de sus militares! ¿Por qué el autor de aquel artículo de La Jornada trasladó a Juárez esa expresión que apliqué a la conducta de González Ortega, ni siquiera a la persona del militar? He aquí una grave falsificación. Y aún hay más, como diría el clásico. Declara el escritor que en mi libro llamo al comandante mexicano “cobarde” y “torpe”. Ésa es otra falsificación: en ninguna de las dos páginas citadas por mi crítico aparecen tales expresiones, que él pone entre comillas para significar que así, en esos precisos términos, las dije. Por honestidad el escritor debería explicar esa inexplicable y flagrante alteración de mis palabras, pues está claro que falsificó mi texto. Lo hizo sin pensar en lo fácil que sería para cualquier lector comprobar que no dije lo que él dijo que dije. ¡Ah, los falsificadores de la historia!... FIN.
MIRADOR.
Por Armando FUENTES AGUIRRE.
Dijo el rojo:
-Soy el mejor color.
-No –respondió el amarillo-. El mejor color soy yo.
-Ningún color hay mejor que yo –dijo el azul.
Y el verde replicó:
-Yo soy el mejor.
Lo mismo dijeron los demás colores: cada uno de ellos pretendía ser el mejor. Decidieron entonces nombrar un árbitro para que resolviera la cuestión. El árbitro, hombre sabio, decretó:
-Ningún color es mejor que otro. Todos son diferentes, y todos necesarios.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS.
Por AFA.
“… Subieron los huevos…”.
Un señor que se atraganta
por la violencia, habló así:
“Los huevos subieron, sí.
Yo los traigo en la garganta”.
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