Por Catón
Columna: De políticas y cosas peores
En nombre de la Libertad
2012-09-14 | 08:20:24
Un hombre sufrió un accidente a causa del cual perdió las pompas. El médico le dijo: “Podemos trasplantarle otras, pero las únicas que tenemos disponibles son de mujer”. “¡Póngamelas, doctor! –suplicó el tipo-. ¡No puedo andar sin pompas por el mundo!”. La operación se llevó a cabo con buen éxito. Unos meses después el cirujano se topó en la calle con el individuo. Le preguntó: “¿Cómo le ha ido con sus nuevas pompas?”. “Muy bien, doctor –respondió él-. Me siento muy a gusto; me siento muy a gusto. Salvo algunos ligeros ajustes que el sastre le hizo a mis pantalones no ha habido ningún cambio”. “¿Ninguno?” –inquirió el facultativo. “Bueno, sí, uno –precisó el sujeto-. Ahora cada vez que tengo ganas de sexo me duele la cabeza”…
El recién casado iba a salir de viaje. En tono de broma le dijo a su flamante y dulce mujercita: “Susiflor: no me vayas en engañar en mi ausencia. Si lo haces me saldrán unos cuernos muy feos”. Cuando días después volvió ella le revisó muy bien la frente y luego exclamó con alegría: “¡Mentirosillo! ¡No te salió nada!”...
Himenia Camafría, madura señorita soltera, se metió en la cama y frotó una lámpara oriental que siempre tenía en su buró. De la lámpara salió un genio, musculoso gigantón. Le dice el genio a la señorita Himenia: “¿Los mismos tres deseos de siempre, ama?”...
“Libertad: ¡cuántos crímenes se cometen en tu nombre!”. Esa famosa frase puede aplicarse cabalmente a la supuesta libertad en nombre de la cual se hace un comercio indiscriminado de armas en los Estados Unidos.
Difícilmente se hallará en la historia alguna agrupación a la que puedan atribuirse tantas muertes como a la National Rifle Association, la poderosa organización cuya defensa a ultranza de un derecho mal entendido, defensa fincada en meros intereses económicos, permite a los ciudadanos comprar armas de todo tipo, y a los fabricantes y vendedores traficar con ellas ilimitadamente.
Esa nociva libertad, con la tremenda corrupción que existe en México, ha propiciado el ingreso a nuestro País del armamento que da poder a la delincuencia organizada. También los 60 mil muertos que en este sexenio ha habido deben cargarse a la cuenta de la NRA…
La anciana madre de don Poseidón se quejaba de sentir cansancio extremo. Le recomendó el médico al preocupado hijo: “Dele a su mamá una copita de brandy cada día”. “Imposible, doctor -contestó el hombre-. Ella piensa que el licor es un invento del demonio. No bebería el brandy”. Sugirió el galeno: “Póngaselo en la leche para que no se dé cuenta”. Así lo hizo don Poseidón. Al tomarse la leche aquella noche comentó la ancianita: “Tiene un sabor extraño”. Inventó el granjero: “Es de una vaca nueva que compré”. La viejecita le dio otro trago a la leche y en seguida dijo “No vayas a vender esa vaca”...
Pirulina vivía en la gran ciudad, y su madre en un pequeño pueblo. Cierto día la señora visitó a su hija. Encontró que habitaba un departamento de lujo; tenía coche del año, muebles carísimos, estola de mink, abrigo de visón y joyas de alto precio. Le comentó, suspicaz: “No me digas que todo esto lo hiciste de la noche a la mañana”. “No, mami -contestó Pirulina-. Lo hice de muchas noches a muchas mañanas”...
Don Filoso, sujeto atrabiliario, hizo una llamada telefónica internacional. A media charla se interrumpió la comunicación. “La llamada se cortó” –le dijo don Filoso a la operadora. “Lo siento –respondió ella-. Si quiere intentar nuevamente deberá pagar una tarifa adicional”. Don Filoso protestó por aquel cobro. La mujer, sin embargo, insistió en que no podía comunicarlo si no aceptaba pagar la cantidad. Don Filoso, hecho una furia, le gritó a la operadora: “¡Entonces métase el teléfono ya sabe dónde!”. Y así diciendo colgó violentamente.
Al día siguiente se presentaron en su casa dos forzudos trabajadores de la empresa telefónica. “Venimos a llevarnos su teléfono” –le informaron. “¿Por qué?” –se sorprendió don Filoso. Le respondieron: “Ayer insultó usted a la operadora número 14. Si no le pide una disculpa nos llevaremos el aparato”. “Permítanme” –les dijo apresuradamente don Filoso. Tomó el teléfono y pidió que lo comunicaran con la operadora número 14. Cuando la mujer contestó le dijo don Filoso: “Yo soy el hombre que ayer le gritó que se metiera el teléfono ya sabe dónde”. Esperando la disculpa que de seguro seguiría respondió de mal modo la mujer: “¿Y?”. Le dice don Filoso: “Prepárese, porque ahí le llevan ya el teléfono”… FIN.

MIRADOR
Armando FUENTES AGUIRRE
Cambian los tiempos. Con los tiempos también nosotros cambiamos.
¿De veras cambiamos? En lo superficial, quizá. En lo que importa somos iguales al hombre del medievo, y aun al de la edad de piedra. Si no enfermáramos, como ellos; si no muriéramos, como ellos; si a diferencia de ellos supiéramos lo que hay después de la muerte, entonces sí seríamos diferentes. Pero en cosas de la raíz somos iguales. Somos como ellos. Somos ellos.
A lo mejor, después de todo, no cambian los tiempos. Ni nosotros cambiamos, tampoco. A lo mejor todos los tiempos son un solo tiempo. A lo mejor todos los hombres somos un solo hombre.
¡Hasta mañana!...

MANGANITAS
AFA
“… Venden ocultamente carne de caballo para consumo humano…”.
Hay un señor que asegura,
sorprendido y turulato,
que el otro día, en su plato,
se encontró una herradura.

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