Por Catón
Columna: De política y cosas peores
‘Amparo, paz y consuelo’
2012-09-22 | 21:23:52
El investigador en temas de sexualidad entrevistó a una esposa. “Dígame –le preguntó-. En tratándose de sexo, su esposo ¿es difícil de complacer?’’. “No lo sé -contestó ella-. Jamás he intentado complacerlo’’...
Nalguiria Mastosia, actriz del cine pornográfico, se negó a filmar la película que le ofrecían. “¿Por qué? -le preguntó el productor-. ¿No te gusta tu parte?’’. “Sí me gusta -respondió Nalguiria-. Lo que no me gusta es la parte del actor’’...
Los dos fatigados peregrinos avanzaban penosamente por la áspera vereda que conducía al convento. “¡Ánimo, hermano! –le dijo el uno al otro-. ¡No desfallezcamos! En lontananza columbro ya la santa casa donde habremos de hallar refugio y fortaleza, lejos de las terribles acechanzas del mundo, el demonio y la carne’’.
Llegaron por fin casi arrastrándose a las puertas de la morada conventual, y con las últimas fuerzas que les quedaban hicieron sonar la campanilla de la puerta. Caían ya las sombras las sombras de la noche, y arreciaban la cellisca y la nevada. Un lego abrió una ventanilla, y les preguntó con dulce y apacible voz: “¿Qué buscáis en esta casa, hermanos míos?’’.
Respondió uno de los peregrinos: “Venimos en busca de amparo, de paz y de consuelo’’. “¡Shhh! -les impuso silencio el alarmado hermano-. Aquí estuvieron hace rato, pero ya se regresaron al pueblo. Búsquenlas en El Foco Rojo, el Fito’s Bar o El Columpio del Amor’’...
Doña Jodoncia pensó dedicar sus ocios al difícil arte de la pintura. Para tal efecto tomó dos o tres clases de pintura, y luego empezó a trabajar por su cuenta. Le preguntó una amiga: “¿Qué es lo que pintas?”. Contestó doña Jodoncia: “Al principio hice algo de paisaje, pero ahora estoy pintando una naturaleza muerta”. “¿Un bodegón?” -dijo la amiga. “No –precisó doña Jodoncia-. Un retrato de mi marido Martiriano”...
Don Algón necesitaba una nueva secretaria. A tal fin entrevistó a una linda chica de quien le habían hablado muy bien, pero que al parecer esperaba un buen salario. “Dígame, señorita Rosibel -le preguntó, cauteloso-. Si le ofrezco 10 mil pesos por semana ¿me dirá usted que sí?’’. Contestó de inmediato Rosibel: “Por 10 mil pesos le diré que sí tres veces por semana’’...
Filipéndula era una chica muy ligera, y además sumamente delgada. Sucedió que cierto día se tragó entera una aceituna, y cinco muchachos huyeron del pueblo...
Dos amigos se encontraron después de mucho tiempo de no verse. Fueron a tomarse unas copas, y entraron en el terreno de las confidencias. Dijo uno: “Mi vida matrimonial ha sido sumamente problemática. Mi esposa y yo nos la pasamos discutiendo siempre. Puras dificultades. En tres ocasiones no me he divorciado por un pelito’’. “En cambio yo -dijo el otro- me acabo de divorciar precisamente por un pelito. Era rubio, y mi mujer me lo halló en la solapa’’...
Un niño pequeñito iba por el campo. Estiraba con todas sus fuerzas a un enorme toro atado a una cuerda. Se veía a las claras que el niño tenía problemas para llevar al animal. Una señora de la ciudad pasó en su automóvil por ahí y se detuvo, compadecida, al ver aquello.
“¿Qué haces, buen niño?” -le preguntó al chamaco. Respondió el pequeñín: “Llevo este toro a la granja del vecino para que cubra a una de sus vacas”. Inquirió con enojo la señora: “¿Y qué no puede hacer eso tu papá?”. “Supongo que sí –respondió el niño-. Pero las vacas prefieren al toro”...
Llegó un curita joven a la parroquia, y el Padre Arsilio quiso saber si su nuevo ayudante, recién salido del seminario, tenía aptitudes para impartir el sacramento de la reconciliación. A tal efecto entró con él en el confesonario a fin de oírlo confesar.
Llegó una señora a confesarse. Al final el curita le preguntó al Padre Arsilio qué le había parecido la confesión. “No estuvo mal –le dijo el buen sacerdote-. Solo te sugiero que al oír los pecados que te confiesen las señoras digas: ‘Prosigue, hija mía’, o ‘Entiendo’, en vez de decir: ‘¡Uta!’”…
La esposa de don Languidio, señor de edad madura, les contó a sus amigas en el club: “Mi marido tenía problemas para conciliar el sueño, pero hice un curso de hipnotismo y he podido ayudarlo mucho. Todas las noches me siento a su lado en la cama y voy sumiendo en sueño hipnótico a cada una de las partes de su cuerpo.
Les digo: “Cabeza y cuello: duérmanse... Tórax: duérmete... Brazos: duérmanse.... Cintura: duérmete... Vientre: duérmete… Muslos: duérmanse...”. Una de las amigas le dijo con pícara sonrisa: “Te saltaste”. “No -replicó la señora-. Eso ya está dormido desde hace mucho tiempo”... FIN.


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