Por Raymundo Jiménez
Columna: Al pie de la letra
Impunidad y complicidad
2011-05-15 | 21:11:51
El domingo 8 de mayo desembocó en el Zócalo de la ciudad de México la gran Marcha por la Paz con Justicia y Dignidad que encabezada por el poeta y periodista Javier Sicilia procedía de Cuernavaca, Morelos.
Ese día, además de Sicilia, participaron varios oradores más a los cuales les une el dolor de familiares perdidos por la desbordada violencia que impera en México debido a que los tres niveles de gobierno, por múltiples causas, circunstancias y razones, no ha podido someter a las bandas del crimen organizado.
Una de las participantes en esta magna concentración fue la ex directora del Instituto Veracruzano de Cultura (IVEC), Esther Hernández-Palacios, cuya hija Irene Méndez, de 26 años, fue acribillada el 8 de junio de 2010 en la ciudad de Xalapa.
La ex funcionaria estatal agradeció la convocatoria de Sicilia, quien hace un par de meses perdió también a su hijo Juan Francisco, torturado y ejecutado junto con otras seis víctimas por sicarios del crimen organizado en el estado de Morelos.
Hernández-Palacios tomó el micrófono y manifestó públicamente el dolor que aún siente por la trágica muerte de su joven hija, la cual estaba embarazada.
Doña Esther expresó que desde entonces siente miedo y no se explica cómo puede ver cada día el sol naciente y el volcán que se asoman por su ventana.
Y al igual que los miles de manifestantes que ese mediodía dominical se concentraron en el Zócalo capitalino, la veracruzana dijo que también está “hasta la madre” de tanta violencia e impunidad en el país.
Pero la descendiente de don Aureliano Hernández Palacios no puso en contexto a su masivo auditorio sobre cómo ocurrió la lamentable muerte de su hija.
Ciertamente se trata de una víctima inocente, y su infortunio fue haber pasado a recoger a su esposo Fouad Hákim Santiesteban al parque deportivo “Antonio M. Quirasco” la noche del 8 de junio, cuando un grupo de sicarios de un cártel del narcotráfico intentó secuestrar al joven empresario xalapeño no para exigir el pago de un rescate por él sino para ajustarle cuentas por una fuerte cantidad de dinero que presuntamente le habían entregado un año antes para invertirlo en la fracasada construcción de un edificio en la avenida Araucarias de la capital veracruzana.
En el atentado, la esposa de Hákim Santiesteban opuso resistencia y fue mortalmente herida a tiros, por lo que aún con vida fue llevada a la Clínica 11 del IMSS, donde minutos después murió.
El atentado fue perpetrado alrededor de las 22:00 horas, en los momentos en que el joven matrimonio abordó una camioneta Nissan tipo Rouger color blanco, placas YFP-1091, al término del entrenamiento del equipo de futbol americano “Zorros Dorados”, al que Fouad patrocinaba y entrenaba.
Apenas habían avanzado unos cuantos metros del campo deportivo, sobre la avenida “Cayetano Rodríguez Beltrán”, cuando se acercaron dos desconocidos, uno de los cuales les apuntó con una pistola y le ordenó a la señora Méndez Hernández-Palacios que detuviera la unidad, pero la esposa de Hákim Santiesteban se resistió e intentó huir, embistiendo a los agresores, por lo que recibió varios disparos en abdomen y pecho, quedando mortalmente herida.
La camioneta se detuvo 50 metros adelante tras subirse a la banqueta; ahí fue donde los secuestradores aprovecharon para bajar y llevarse al empresario xalapeño, por el cual iban exclusivamente.
Elementos de la Policía Intermunicipal Xalapa-Banderilla-San Andrés Tlalnelhuayocan y de la Agencia Veracruzana de Investigaciones (AVI) implementaron un operativo pero no lograron detener a los secuestradores que escaparon.
El cadáver de Fouad Hákim fue hallado la mañana del día siguiente en un predio ubicado al norte de la ciudad, conocido como La Haciendita, perteneciente al municipio de Banderilla.
Este doble crimen, que sacudió a la sociedad xalapeña, lamentablemente se politizó porque ocurrió en la recta final de las campañas electorales por la gubernatura del estado; y una de las banderas de la oposición, principalmente del candidato del PAN, Miguel Ángel Yunes Linares, fue precisamente la de la inseguridad en el estado.
Dante Delgado Rannauro, de la coalición PRD-PT-Convergencia, cometió el error de convocar a conferencia de prensa al interior de la funeraria donde eran velados ambos cadáveres, lo que le valió un alud de críticas por parte de la opinión pública.
Ante el fuerte reclamo público de líderes empresariales, familiares y amigos del matrimonio Hákim Hernández-Palacios, los cuales signaron cartas abiertas demandándole al gobernador Fidel Herrera seguridad y justicia –entre los cuales se incluyeron también algunos de sus colaboradores, como el subsecretario de Desarrollo Educativo, Domingo Alberto Martínez Reséndiz, y el director del Instituto Veracruzano de Educación Superior, Guillermo Zúñiga Martínez–, el mandatario veracruzano se reunió en su despacho con don Alfredo Hákim Aburto, padre de Fouad, e invitó posteriormente a otros representantes empresariales, a los cuales habría hecho ver que algunos de ellos tenían relaciones o tratos con personajes u operadores financieros con antecedentes sospechosos, de los que obviamente el gobierno del estado no podía responsabilizarse en proteger.
Precisamente, tras el secuestro y ejecución de Hákim Santiesteban trascendió que el crimen habría sido perpetrado por la delincuencia organizada. Según fuentes cercanas al caso, uno de los implicados resultó ser Arturo Chafis Kavanagh Hákim, primo del empresario asesinado, quien más de un año antes habría sido el intermediario con personas interesadas en invertir en la compra de 20 espacios del fallido proyecto de la torre “Burj Halu”, cuyas excavaciones mantienen bloqueada totalmente la calle Pico de Orizaba en el entronque con la avenida Araucarias.De acuerdo con las investigaciones, estos “inversionistas” ligados al cártel de “El Amarillo” pretendían lavar dinero procedente del narcotráfico internacional.
Por eso, desde la misma noche del secuestro de Fouad Hákim, su primo Arturo Chafis Kavanagh se desapareció de Xalapa.
¿Su esposa Irene deveras no sabía en qué pasos andaba su marido, o acaso lo suponía tan poderoso e intocable hasta para los propios criminales?
Esta historia no la contó doña Esther en el Zócalo capitalino. Ojalá ambas familias nos cuenten pronto la “verdadera verdad”, como diría Perogrullo.

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