Por Raymundo Jiménez
Columna: Al pie de la letra
* EL DOBLE ‘ATENTADO’
2011-02-06 | 22:08:56

Entre las ocho y las nueve de la noche del viernes 4 de febrero, un par de horas después de que el secretario de Gobernación, José Francisco Blake Mora, y el gobernador Javier Duarte de Ochoa se habían tomado un lechero (las canillas las dejaron intactas) en el café Parroquia 200 de la avenida Ruiz Cortines, de Boca del Río, un grupo de hombres armados y encapuchados ingresaron a la residencia de la señora Karime Ahued Malpica, gerente general de El Dictamen, en el fraccionamiento Reforma, y –según testigos y testimonios periodísticos– causaron destrozos y profirieron amenazas contra la accionista de la empresa editora, sus familiares y la servidumbre que ahí se encontraba.

Ese día, gris y frío del puerto jarocho, justo después de que el gobernador Duarte despidió en la Base Aérea Naval al encargado de la política interna de la Federación, con quien sostuvo una importante reunión de trabajo para presentar el Programa “Fortalecimiento del Tejido Social” y el Nuevo Modelo “Policía Estatal Acreditable”, se dieron estos acontecimientos policiales que llenaron de temor a la familia propietaria de El Dictamen.

La lectura de los acontecimientos lleva a rutas muy definidas, pues llama la atención el hecho, sobre todo después del calor político que el alto funcionario calderonista de origen bajacaliforniano y destacado militante del PAN brindó al gobernante priísta veracruzano.

Rodeado del gabinete de seguridad estatal en pleno, de subsecretarios federales, quienes puntualmente desgajaron la actividad social que el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa realiza en el país, Blake Mora cerró ese día su discurso diciendo que la instrucción del Presidente era “estar cerca de Veracruz”.

Ya ese viernes, los encargados de la agenda del mandatario veracruzano y sus grupos de logística estaban programando la salida para la ciudad de México, porque al otro día, sábado 5, en el festejo de la promulgación de la Constitución de 1917, Duarte de Ochoa se encontraría con el Presidente Calderón en el acto conmemorativo.

¿Veracruz cerca del Presidente? Claro, así se ha visto desde que el diputado federal cordobés con licencia era gobernador electo, y así se ve ahora en sus casi setenta días de gobierno.

Las reuniones con Blake Mora, su visita al puerto de Veracruz este viernes 4, la comilona en el restaurante Villa Rica y el lechero sin canillas en el café La Parroquia 200, eran más que elocuentes.

Entonces, ¿quién pretendió echar a perder la manifiesta armonía y cordialidad entre ambos niveles de gobierno con un acontecimiento eminentemente policiaco que afortunadamente no se magnificó?

Ese día, cuando las fuerzas de seguridad pública estatal y de la Procuraduría General de Justicia del Estado llegaron al lugar de los hechos, a un funcionario duartista encargado del operativo le llamó la atención la frase externada por uno de sus subordinados: “sólo los quisieron espantar”.

La expresión, lanzada a botepronto, espontánea, sin más ni menos, llevó a los investigadores a establecer líneas para dar con el paradero de los malandrines que “asustaron” a la familia Ahued Malpica.

Sin embargo, a pesar del minucioso operativo que realizaron en la zona, no pudieron dar con ellos.

La primera sospecha de las autoridades policiales estuvo fundada en la frase del experimentado oficial que seguramente ha visto muchas parecidas.

Trataron de “asustarlos”, dijo. Pero ¿quién? ¿Y por qué justamente cuando el gobernador Duarte se reúne con Blake Mora y un día antes de que el mandatario veracruzano se vea con el Presidente Calderón?

El sábado 5, en su columna Pasillos del Poder, el periodista sureño César Vázquez Chagoya –ex funcionario de Seguridad Pública del estado, ex diputado local y uno de los analistas políticos mejor documentados– llegó a una conclusión que parece estar ligada con la especulación del policía: “Nuestros indicios apuntan a que ahí tiene metida la mano un personaje, que entre azul y buenas noches deambula entre Veracruz y México destilando odio y rencor porque no pudo ser gobernador”.

Aunque al principio de su columna no dice el nombre, pero al final lo saca a relucir: “Miguel Ángel Yunes Linares ha buscado a toda costa desestabilizar a la entidad veracruzana”.

Los apuntes del periodista podrían quedar flojos si no diera datos concretos del modus operandi de este siniestro personaje de la política veracruzana que, según presumen sus detractores, estaría buscando desestabilizar el gobierno de Duarte de Ochoa.

Vázquez Chagoya recuerda, por ejemplo, el acoso policiaco que como secretario de Gobierno instrumentó contra Ignacio Morales Lechuga en una gira por su natal Poza Rica del entonces aspirante a la candidatura del PRD al gobierno del estado, y la persecución que a través de la Secretaría de Hacienda promovió el año pasado Yunes Linares contra la familia Malpica en pleno proceso electoral, lo que le valió hasta el repudio público de sus pocos aliados periodísticos, como fue el caso del periódico porteño Notiver.

El autor de Pasillos del Poder señala incluso que la supuesta agresión que unos días antes de la elección sufrió el entonces candidato de la alianza PAN-Panal a la gubernatura en casa de su hermano moribundo, cuando hombres armados lo encañonaron, habría sido fraguada por él mismo en un fallido intento de victimización.

Por eso es que ahora ha cobrado fuerza la versión de que el atentado contra la familia Ahued Malpica –o el “susto”, como diría el policía en mención– podría tener el sello de este perverso personaje que pretendería por un lado recordarle a los propietarios de El Dictamen viejas facturas (como cuando salió en su defensa con la policía federal en el sexenio del gobernador Miguel Alemán, ya que sus instalaciones periodísticas habían sido tomadas por campesinos de una facción de la UGOCP manipulada presuntamente desde Palacio de Gobierno) y, por otro, desestabilizar el gobierno de Duarte de Ochoa que a diferencia de Yunes fue apoyado incondicionalmente en su campaña por los editores y que en la actualidad vive una tórrida luna de miel con el Presidente Calderón y con su secretario Blake Mora, que fue el primero en legitima públicamente al priísta como gobernador electo pese a que aún estaba pendiente la resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

Una vendetta a destiempo, con un estilo y sello característico pero que no dará resultado en Veracruz porque los veracruzanos saben de quién se trata.

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