Exactamente 60 años después de la partida del Granma del puerto veracruzano de Tuxpan y a los 90 de edad, el comandante en Jefe de la Revolución Cubana Fidel Castro decidió nuevamente zarpar un 25 de noviembre, ahora hacia el encuentro con nuestra memoria viva, con la leyenda, con la Historia, con la Gloria que nuestra pequeña humanidad tiene reservada para unos cuantos, los elegidos por el devenir de los pueblos para encabezar sus destinos. “Muere un poeta y la creación se siente/ herida y moribunda en las entrañas”, decía Miguel Hernández en la Elegía Primera a García Lorca. Hoy podemos decir: nuestro universo, el de los pueblos que crean día a día su historia, se siente herido y moribundo en sus entrañas. Fidel ya está entre los primeros de los grandes hacedores de nuestra antigüedad moderna, la del siglo 20, al lado de Lenin, Mao Tsé Tung, Gandhi, Mandela, Luther King o Lázaro Cárdenas. Cada uno condujo a sus pueblos a un destino distinto al que los tenían anclados las fuerzas de los poderosos. En los hitos históricos que fraguaron se encuentra tanto el hálito del personaje como el empuje de los pueblos que los formaron. Porque todo personaje ilustre es obra de su pueblo. Y toda gesta de los héroes clásicos o modernos es finalmente una hazaña colectiva y de generaciones continuas. No se podría explicar a Fidel sin el legado de Maceo y de Martí, ni el acompañamiento de Frank País, el Che Guevara o Camilo Cienfuegos. Ni del largo historial de lucha colectiva, cívica y armada, que por más de un siglo llevaba el heroico pueblo cubano antes del advenimiento de la Revolución. Pero el papel de Fidel fue fundamental para convocar, convencer, perseverar, dar el ejemplo, equivocarse y saber rectificar, siempre en su labor didáctica y en la estratégica, siempre a la vista de todos, impulsando el cumplimiento de tareas y objetivos y explicando reiteradamente un problema, el contenido de una resolución o la ventaja de un camino. El asalto al cuartel Moncada, la expedición del Granma, la lucha en la Sierra Maestra, el triunfo sobre la dictadura de Batista, la gesta de Playa Girón, la resistencia heroica al criminal bloqueo, son proezas, a tan pocos años de sucedidas, ya legendarias, logradas por un pueblo y encabezadas por un hombre, mortal como todos, común como todos, humano como to
dos, pero con una inspiración cívica y una determinación clara y firme como ninguna. Haber sobrevivido a la crisis de los misiles y al desmoronamiento del bloque socialista, hablan de la fortaleza de un espíritu sin par. La lucha de un pequeño pueblo en número como el cubano, pero gigantesco por la tarea que se echó a cuestas, es semejante a la defensa que hicieron los 300 espartanos del paso de las Termópilas, en la antigüedad griega, quienes con Leónidas al frente lograron detener el avance del enorme ejército imperial de Jerjes, hicieron posible la evacuación de Atenas y el armado de una mejor estrategia para derrotar finalmente la invasión persa. Así, Cuba, pequeña y enorme a la vez, con Fidel al frente, construyendo su propio futuro a unas cuantas millas de la mayor potencia capitalista del orbe, logró interrumpir por momentos la cadena de despropósitos del poderío estadunidense y permitir la reorganización de la resistencia en varias partes del mundo. Quién sabe cuántos latrocinios más se hubiera permitido el imperio de no haber existido Cuba en todo su esplendor soberano. Cuba y Fidel han prestado y seguirán prestando grandes servicios a la humanidad. La influencia directa e indirecta de la revolución cubana en los movimientos de liberación de diversos continentes, particularmente en África y en América Latina; en la construcción del Movimiento de Países No Alineados, de tanta importancia en la década de los sesenta, son una aportación mayúscula. El internacionalismo cubano, pregonado y ejemplificado por José Martí, ayudó al Congo y Angola a liberarse de sus opresores y al mismo tiempo a asestar un golpe tremendo al régimen del apartheid en Sudáfrica y el posterior triunfo de Mandela. La solidaridad de médicos y educadores cubanos en muchos países latinoamericanos edifica día con día lazos humanos de solidaridad. Hoy que vemos zarpar al líder, al estadista, al humanista, sentimos el viento prodigioso de la historia acompañar su aura de cubanía universal. Los veracruzanos tenemos aún mucho que aprender de Cuba y de Fidel. Y nos sentimos orgullosos de haber sido la tierra, la costa, el agua, que lo vio lanzarse a él y a los 82 expedicionarios del Granma hacia la aventura luminosa del horizonte de libertades a conquistar. ¡Hasta siempre Comandante¡ La Historia tiene la palabra.
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