Por Francisco J. Ávila Camberos
Columna: En defensa de la vida
En defensa de la vida
2016-08-20 | 09:31:16

Hace unos días un amigo cercano que se caracteriza por su cultura, valor civil y claridad de pensamiento, al hablar de los absurdos que cometemos, me compartía la siguiente reflexión: Vivimos en una sociedad con la pila puesta al revés, porque mientras la gran mayoría considera positivo que la Ley proteja los huevos de tortuga que a la larga se convertirán en tortuguitas y por ello exigirán airadamente sanciones para quien los destruya, existen también grupos organizados que desafortunadamente consideran de avanzada la práctica del aborto, donde se sacrifica al ser más indefenso que merece nuestra mayor protección: Me refiero al niño no nacido. Dicho ser, el más vulnerable de todos, porque no puede hablar, ni defenderse, ni protestar, ni gritar pidiendo auxilio; es materialmente asesinado con el consentimiento de su propia madre y en algunos países con la complicidad del estado. Siendo el estado el que debe de cumplir con su primera obligación, que es defender la vida humana, termina en muchos casos arrastrado por modas e intereses mezquinos o presionado por diversos grupos minoritarios que hacen mucho ruido y gran escándalo, (para que crean que son muchos sus integrantes); cediendo y favoreciendo este tipo de prácticas aberrantes, intentando justificar con razonamientos absurdos lo que en realidad constituye simple y sencillamente un crimen atroz. Tan solo cada año, 60 millones de niños no nacidos son abortados en todo el mundo. Constituyen una cifra más
alta que todos los muertos que hubo en la segunda guerra mundial y esto en solo 12 meses. Lo más grave del asunto es que algunos políticos y comunicadores, con gran influencia en la comunidad, apoyan el aborto alegando que corresponde a la mujer el derecho de decidir sobre su propio cuerpo y que esa libertad no se le puede negar ni restringir, omitiendo tendenciosamente reconocer algo tan elemental: El ser humano que lleva en su vientre una mujer embarazada, no es parte de su cuerpo; no es un riñón, ni sus manos, ni sus pies; sino alguien distinto a ella, con derecho a vivir y a ser protegido por la sociedad. Tal vez no se hayan percatado los que apoyan el aborto, de que ellos viven gracias a que sus propias madres eligieron tenerlos, con libertad, responsabilidad y sobre todo con generosidad. Ese don de la vida que ellos recibieron, a pesar de convertirse de grandes en partidarios del aborto, no deben quitárselo a quienes no han nacido. La mujer que desea hacerse una liposucción o una cirugía estética, está usando su libertad para decidir sobre su cuerpo. En cambio la que aborta, está usando sus derechos para atacar el derecho a vivir de su propio hijo, olvidando que la libertad de alguien termina cuando afectamos los derechos de los demás. En el mundo al revés en que vivimos, con los valores invertidos y puestos de cabeza, ser pro-abortista resulta para algunos despistados ser moderno, de avanzada y progresista. En cambio, de
fender la vida humana, oponiéndose al aborto, es para ellos sinónimo de retraso y oscurantismo. La decisión tomada por los legisladores para proteger la vida humana desde su concepción hasta la muerte, constituye un acto de congruencia y de valor que debe reconocérseles y aplaudirse. No es posible que haya comunicadores e intelectuales que estén en contra de la pena de muerte que se merecerían quienes cometen delitos graves y en cambio cierren los ojos ante la crueldad con que se asesina a un niño no nacido mediante el aborto. Tampoco es posible aceptar que quienes defienden la vida reciban una andanada de insultos de comunicadores y políticos que son partidarios del aborto. Como si esta práctica nociva nos llevara a ser mejores como personas, cuando es todo lo contrario, porque implica la pérdida de los cada día más escasos valores que sobreviven en la sociedad actual. Y si el derecho a la vida, es un derecho que tienen también hasta los criminales, mucho más deben tenerlo los niños que no han cometido ningún delito. El derecho a la vida es el más importante de todos los derechos de un ser humano. Nuestra obligación moral es defender siempre, siempre, siempre y a cualquier precio la vida humana. Ojalá y no lo olvidemos nunca.
No les parece a Ustedes?.
Muchas gracias y buen fin de semana.

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