Cada cierto tiempo sale a relucir el tema de los parquímetros que están instalados en el puerto de Veracruz.
Esta semana ha vuelto a ser noticia, porque aduciendo el aumento de costos por inflación y el cambio de equipos, nos han subido un 33% la tarifa por estacionarnos ahí.
Las protestas de la ciudadanía por el aumento de poco servirán, porque la decisión ya fue avalada desde arriba y difícilmente darán marcha atrás. Incluso, un dirigente empresarial, que en lugar de defender a sus agremiados se caracteriza por respaldar todas las ocurrencias que le ordenan defender, ya salió a dar su opinión respaldando el aumento.
Por desgracia, las inconformidades que manifiesta la ciudadanía, por desconocimiento no tocan el punto medular del problema.
Trataré de explicarme.
Los parquímetros sí son necesarios para impulsar el movimiento en el centro de la ciudad, porque evitan que un vehículo se estacione todo el día en la calle bloqueando un espacio e impidiendo que puedan hacerlo quienes acuden ahí por compras, negocios o trámites.
Bajo ese esquema, los parquímetros generan movilidad e incluso una mayor derrama económica.
El verdadero problema con los parquímetros es el contrato leonino que tienen celebrado los concesionarios con el Ayuntamiento, que les permite quedarse con el 70% del dinero recaudado, siendo que las calles donde están los cajones de estacionamiento y las banquetas donde instalaron los aparatos son propiedad del municipio, no de la empresa. El ayuntamiento además tiene que pagar la vigilancia, limpieza, mantenimiento y alumbrado de la zona. Como contraprestación, recibe migajas, mientras que la empresa se lleva millones sin mayor esfuerzo.
Y es que gracias al capitalismo de cuates, como le llama Denise Dresser, frecuentemente los políticos otorgan jugosos contratos a los amigos, socios y cómplices, mediante licitaciones poco claras e incluso sospechosamente amañadas, lo que lleva a la comunidad a pagar injustos sobreprecios y a que la mayor parte del dinero vaya a dar a manos privadas cuando con una pequeña inversión y una mayor visión, el Ayuntamiento pudo haberlos instalado y quedarse con el 100% del dinero que éstos generan.
Hay otros casos similares donde por torpeza o por conveniencia de los políticos, a quienes previamente marearon, beneficiaron o salpicaron, los particulares agraciados con esta clase de contratos se llevan la parte del león. Ejemplos adicionales a los parquímetros son el mal llamado relleno sanitario de Veracruz, el de los verificentros, el del grupo MAS y ahora el del negocio de las fotomultas.
Ojalá que el próximo gobierno revise a fondo estos contratos, ponga orden y frene el saqueo. Ojalá y también la ciudadanía despierte. Ya es tiempo de hacerlo, ¿no les parece ustedes?
Muchas gracias y buen fin de semana.