Tenemos años escuchando las voces de advertencia de los especialistas, que con toda oportunidad estuvieron anunciando el riesgo de que los precios del petróleo bajaran, de la importancia de invertir en infraestructura las utilidades que la exportación del petróleo dejaba; de la necesidad de adelgazar el enorme aparato burocrático que tenemos, de la urgencia de simplificar y modernizar los trámites que se hacen en México para volvernos más eficientes y competitivos.
Estas voces hablaban también de la necesidad de bajar los impuestos para estimular el crecimiento del país. Nada de eso se hizo.
A quienes preocupados advertían los problemas que se nos venían encima, los gobernantes no les hicieron caso.
Si bien algunas cosas mejoraron, otras siguieron igual y en determinados casos hasta empeoraron; porque se inventaron más trámites y requisitos para invertir y crear empleos, lo que de plano frenó nuestro crecimiento. Surgieron, inventadas por quienes no producen nada, nuevas regulaciones, nuevos estudios y nuevos permisos que complicaron todo y al mismo tiempo encarecieron y frenaron la inversión privada.
Por si fuera poco, el derroche de recursos públicos continuó, lo mismo que el endeudamiento del gobierno y el frecuente saqueo del erario.
Las medidas que ahora anuncian de recortar el gasto público, son tardías y poco efectivas, porque el daño a la economía ya está hecho. Se dilapidaron carretadas de dinero en partidos políticos, en elecciones frecuentes e innecesarias, en regalar millones de televisores y miles de tabletas, en pagar aviadores que no trabajan pero sí cobran, en contratar asesores que no asesoran por carecer de capacidad y sensibilidad, en otorgar contratos con precios inflados a los amigos y cómplices, en mantener institutos y tribunales electorales que solo debían funcionar en época de elecciones, pero que como toda burocracia perversa inventó papeleo y más trámites para justificar su existencia y gastar nuestro dinero durante todo el año.
También se derrochó nuestro dinero en el congreso y en las legislaturas locales; en la compra del avión presidencial, en el aeropuerto faraónico que se construye en la ciudad de México, en los trenes de pasajeros que se pretendieron construir con dinero público y hasta en la ocurrencia de convertir al Distrito Federal en un estado más, lo que implicará mayor burocracia y más gastos; porque las delegaciones se convertirán en alcaldías y cada una contará con síndicos y regidores que recibirán sueldos, prestaciones, guaruras, secretarias, ayudantes, choferes y viáticos, provocando la dispersión de recursos y de esfuerzos; como si esto lo hubiese solicitado la ciudadanía. Como si esto resolviera los problemas de inseguridad, los baches, la contaminación y la falta de agua en la capital del país.
Lamentablemente los intereses de los partidos y de los políticos predominaron sobre los de la ciudadanía.
Por eso, el recorte implementado ahora, no resuelve nada de fondo. Quitarle dinero a la SCT solo generará mayores deficiencias en la infraestructura del país y provocará que sigamos teniendo carreteras deterioradas e inseguras. Quitarle dinero al ISSSTE solo generará mayor ineficiencia en el servicio que presta.
¿Por qué no les recortaron recursos a las cámaras y a los partidos políticos? ¿Por qué no han frenado el saqueo?
Parte de la culpa de lo que pasa es nuestra. Durante años los ciudadanos actuamos con indiferencia, agachamos la cabeza, no participamos en política y simplemente dejamos que los políticos hicieran y deshicieran, generando crisis recurrentes, cuya salida nos ha costado muy cara a los mexicanos.
La enorme deuda que ahora arrastramos y las devaluaciones que estamos sufriendo, son una muestra palpable del dispendio y del desafortunado manejo de la economía
Las elecciones son la única oportunidad que tenemos los ciudadanos para cambiar y mejorar las cosas con libertad, responsabilidad y de una manera pacífica y civilizada. No lo olvidemos nunca y menos ahora que estamos en un año electoral.
Muchas gracias y hasta el próximo sábado.