Por Francisco J. Ávila Camberos
Columna: No olvidemos al campo mexicano
No olvidemos al campo mexicano
2015-02-21 | 09:04:13
Cuando enlistamos las cosas que en México debemos mejorar para salir adelante, pensamos inmediatamente en la importancia de combatir la corrupción, elevar el nivel educativo del pueblo, facilitar la inversión para que ésta genere los empleos que tanto necesitamos y reducir con ello la inseguridad que padecemos. Sin embargo, muchos ignoran que hay otros rubros que también deben ser atendidos con urgencia, para evitar que continúe el despilfarro de recursos públicos y lograr que se empleen eficientemente. Dicha meta, no solo se logrará amarrándoles las manos a los políticos sinvergüenzas que existen en todos los niveles y en todos los partidos, sino también exigiendo que únicamente lleguen al poder personas verdaderamente capaces, que sepan de administración y economía, que sean honradas y que amen a México. Menciono lo anterior porque no podemos permitir que los malos políticos sigan estorbando las buenas intenciones de quienes llegan
a un cargo público con espíritu de servicio y quieren mejorar las cosas. Tampoco podremos avanzar si hay tantos ladrones e improvisados; que terminan despilfarrando nuestros recursos como consecuencia de decisiones desafortunadas, que más bien parecen ser producto del cálculo electoral y de ocurrencias, que resultado del conocimiento y de la planeación. Y es que en el gobierno mexicano, la planeación de largo plazo, salvo excepciones muy honrosas y bastante escasas, brilla por su ausencia. Esto genera algunos absurdos lamentables: por ejemplo: hacen falta apoyos al campo para producir cuando menos lo que nos comemos, para no tener que importar los alimentos del extranjero, lo que nos hace vulnerables y dependientes, porque los alimentos son tema de seguridad nacional. En lugar de que los apoyos lleguen al campo y se entreguen a tiempo a los productores, gran parte del presupuesto disponible se consume en una enorme y costosa burocracia que
duplica y triplica funciones. Para intentar recibir algún recurso, los productores tienen que llenar complicados formularios, dar incontables vueltas, presentar proyectos cuyo costo está fuera del alcance de la mayoría y pertenecer a alguna de las organizaciones campesinas existentes, cuyo objetivo principal no siempre es mejorar la producción, ni rescatar al campo mexicano del atraso en que se encuentra, sino generarle votos al sistema y en no pocas ocasiones convertir a sus líderes en millonarios. Si tienen suerte, quienes viven del campo, después de muchas vueltas y en ocasiones hasta de pagar los moches que les piden los malos funcionarios, les llega a muy contados productores un raquítico apoyo que no les resuelve nada, porque además de escaso, lo reciben a destiempo, cuando ya pasó la época de sembrar y de abonar la tierra. A esas alturas, en lugar de emplear el dinero para mejorar la producción, el campesino tiene que utilizarlo para medio comer.
El problema es tan serio que sus consecuencias no terminan con la caída de la producción agrícola, sino que continúa con el empobrecimiento de los campesinos, quienes para subsistir tienen que malbaratar su tierra, ante la imposibilidad de mantenerla y hacerla producir con eficiencia. Por eso, las tierras fértiles cercanas a las ciudades son compradas a precio de ganga por los desarrolladores de vivienda, que arrasan con el ecosistema existente, perdiéndose para siempre tierras altamente productivas, lo que depreda el medio ambiente y contribuye aún más al cambio climático. Estos problemas poco se conocen y mucho menos se atienden de raíz. Si se dejan crecer, se volverán inmanejables. Seguiremos importando alimentos, gastando en ello recursos que no tenemos y dependiendo de otros países para comer. Los campesinos seguirán a su vez abandonando el campo y emigrando a las ciudades, con lo que aumentarán los cinturones de miseria que
las rodean y con ello el desempleo y los delitos. Como podrán notar, hay muchas cosas por mejorar y una de ellas es el campo mexicano. Que gran país sería México si tuviera como dirigentes a líderes honrados y preparados que supieran de planeación. Estos líderes sí existen pero quienes controlan los partidos, no los dejan llegar a los cargos públicos, pues se los reparten entre la camarilla que los rodea y también entre su vasta parentela. Solo la participación decidida, responsable y generosa de la ciudadanía, logrará a través del voto cambiar las cosas. Si no participamos, ni nos quejemos. Recordemos que este año hay elecciones y que el voto es el arma de nosotros los ciudadanos para transformar al país de manera pacífica, ordenada, generosa, democrática y dentro de la Ley. ¡Seguir cualquier otro camino, nos generará más males que bienes!
Hasta la próxima semana.

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