Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Plaza de almas
2014-06-24 | 10:01:50
Debería haber un historiador que contara
la historia de la gente sin historia. Los
hombres y mujeres que no tienen nombre
son quienes verdaderamente construyen
la historia.
Mientras los grandes personajes dicen
que 300 siglos os contemplan desde estas
pirámides, o -más modestamente- que
si hubiera parque no estaría usted aquí,
ellos, los héroes innominados, hacen el
pan, la silla, los zapatos. Sus vidas forman
el grande y silencioso río de la vida, ése
por el que ahora tú y yo vamos navegando.
Toma, por ejemplo, a esta nana mía.
Era pequeña de cuerpo, y delgada
como una espiga. Parecía una niña que
tuviera mucha edad. En las tardes, a la
hora de la siesta, juntaba dos sillas y se
acostaba en ellas, acurrucadita, y dormía
hasta que la casa volvía a despertar para
la merienda.
Me arrullaba con cantos de la iglesia.
Por ella los aprendí; por ella los recuerdo
ahora que no los canta nadie ya: “Altísimo
Señor, / que supisteis juntar / a un tiempo
en el altar / ser cordero y pastor...”. Estaba
yo con mi nana aquella tarde en que de
pronto oímos un estruendo sordo.
Se había caído la cúpula del templo
de San Juan Nepomuceno. Dijo ella:
“¡Alabado sea Dios!”. Salimos a la puerta
y vimos que venían Lucita y Mariquita
López, más temblorosas que nunca, más
pálidas que siempre. Nos contaron que
iban llegando ya a la iglesia cuando vieron
que la cúpula se venía abajo.
“Un momentito más y...”. Los vestidos
de las ancianas señoritas, sempiternamente
de luto, estaban grises por el polvo
que levantó el derrumbe...
En la familia se contaban cosas de mi
nana que yo no comprendía. Se la robó un
jefe revolucionario, en la villa de General
Cepeda, cuando ella no cumplía aún los
14 años. Su familia la vio irse como se ve a
un papel arrastrado por el viento. Fueron
todos a la estación del tren a despedirla.
Ella los miró a lo lejos, y con sonrisa
triste les dijo adiós con la mano desde la
ventanilla del vagón. Su papá le habló
con voz sorda a su mujer, que lloraba sin
hacer ruido: “Mejor hubiéranos tenido
puros hombres”.
Regresó a los dos años, con un niño en
los brazos. Tocó a la puerta de su casa,
como una extraña, y cuando su madre
abrió ella se arrodilló en la acera para
pedir perdón. La señora se arrodilló con
ella, se abrazaron y lloraron las dos ahí,
en la calle.
Después, para ganar su vida y la de
su hijo, se empleó como criada en casa
de mis abuelos maternos. Una y otra vez
contaba su historia a las ávidas hijas, que
se morían de curiosidad por escuchar
nuevos detalles, y una y otra vez la repetía
para las visitas, que la oían con los oídos
bien abiertos y los ojos más.
“Cuando llegamos a la Capital nos
hospedaron en un palacio que llaman
de Chapultepé. A Pancho y a mí nos tocó
dormir en la cama de una señora que le
decían Carlotita”... Las muchachas le
pedían en voz baja, de complicidad: “Cántanos
una canción”. Esperaban oír uno
de esos cuplés picosos que las bataclanas
de entonces -la Conesa, la Montalbán,
la Derba- cantaban en los teatros de la
Capital.
Y ella: “Altísimo Señor...”. “¡Anda, tonta!”.
Con el tiempo mi abuela la prestaba
a aquella de sus hijas que salía embarazada.
La nana se hacía cargo de la casa,
y asistía al doctor Farías en los partos.
Recibía a la criatura de manos del doctor;
la lavaba; la liaba con destreza, como a
pequeña momia, y le ponía un gorrito.
Si la recién parida no tenía leche ella
buscaba una nodriza entre sus numerosas
conocencias. Fue nana de todos nosotros.
A todos, decía, nos cargó. Ella anunciaba
en el vecindario, casa por casa, nuestro
nacimiento: “Que dice doña Carmen -o
doña Beatriz, o doña Adela- que ya tiene
usted un nuevo criado a quien mandar”.
O una nueva criadita, si era niña ...
Pasaron los años. Eso es lo que mejor
saben hacer: pasar, además de curar
males del alma. En la cocina de la casa
familiar hice poner, en azulejos de barro
saltillero hechos por los hermanos García,
los nombres de las santas mujeres
que siendo criadas nos criaron.
Ahí, en el lugar de honor, está su nombre:
Lucía. Lo miro y vuelvo a oír la tenue
voz: “Altísimo Señor...”. Con el Señor está
en lo alto esa mujer humilde que nos dio
su vida. Conté su historia porque no tiene
historia... FIN.

MIRADOR
››armando
fuentes aguirre
Salió del vientre de su madre
y escuchó una voz que le dijo:
-Ahora sí: a morir.
Salió del vientre de su madre
y escuchó una voz que le dijo:
-¿Para qué viniste?
Salió del vientre de su madre
y escuchó una voz que le dijo:
-Estás condenado a muerte.
Salió del vientre de su madre
y escuchó una voz que le dijo:
-¡Pobrecito!
Salió del vientre de su madre
y escuchó una voz que le dijo:
-¿Verdad que ya habías estado
antes aquí?
Salió del vientre de su madre
y escuchó una voz que le dijo:
-Volverás.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS
››por afa
“... Se paralizó ayer el país...”.
No vayan a pensar mal,
ni quieran tapar el sol:
eso se debió al futbol,
no a la reforma fiscal.

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