Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Sería mejor si…
2014-01-20 | 10:25:33
Comentó don Frustracio: “Sospecho que el sexo no le interesa a mi mujer. Siempre me dice: ‘Cuando acabes me tapas’”…
Hubo una inundación, y en Protección Civil se recibió una urgente llamada de auxilio: “¡Esto es una emergencia! –clamó una voz de hombre-. ¡En mi casa hay un centímetro de agua!”. Le dijo el encargado: “Eso no parece una emergencia”. “¿Que no? –replicó el hombre-. ¡Estoy llamando desde el segundo piso!”…
El padre Arsilio le preguntó a uno de sus feligreses: “¿Eres un hombre religioso?”. “Desde luego que sí, padre –respondió el sujeto-. Aunque tenga cuatro ases en el póquer le pido a Diosito que me ayude a ganar”…
Don Chinguetas le regaló a su esposa Macalota un abrigo de piel de chinchilla. A ella le gustó mucho la prenda. Exclamó: “¿Cómo un abrigo tan hermoso puede venir de un animal tan insignificante?”. Dijo mohíno don Chinguetas: “Si no me lo agradeces por lo menos tenme algo de respeto”…
Aquel misionero era el orgullo de una isla que antes había sido de caníbales. Desgraciadamente un día los isleños se tragaron su orgullo… “Palomas mensajeras, deténganse en su vuelo, si van al paraíso sobre él volando están. Dios hace mucho tiempo que lo quitó del cielo, / y por cambiarle nombre le puso Michoacán…”
Las voces infantiles de la coral del Colegio Ignacio Zaragoza, lasallista, colegio invicto y triunfante –así decían las notas de su himno-, sonaban en el salón de actos que tenían los jesuitas en su templo de San Juan Nepomuceno en mi ciudad, Saltillo. Cantábamos aquella canción en homenaje al obispo Guízar Barragán, don Luis, nacido en Cotija, la ciudad del mundo, entiendo, que ha dado más obispos a la iglesia. De ellos varios llevan los apellidos Guízar o Valencia, o ambos. (“Vámonos para Cotija, ahí son buenos cristianos: para no perder la sangre se casan primos hermanos”). Amable señor era don Luis, sabio y prudente. Pronunciaba la jota como ce -decía “hico” en vez de “hijo”-, y poseía el raro don del zahorí, de encontrar agua en los ocultos senos de la tierra. En términos científicos eso se llama radiestesia. Fue él quien localizó los ricos pozos que en Monclova dieron vida a Altos Hornos. Pues bien: si monseñor Guízar Barragán, y con él sus tíos y primos obispos, y con ellos todos los michoacanos contemporáneos suyos, miraran el infierno en que se convirtió aquel paraíso, ya no cantarían la canción que cantábamos nosotros en la coral de mi colegio. Michoacán sigue siendo un paraíso por sus paisajes y su gente buena, por sus bellísimas artesanías, sus nobles tradiciones hispanas y purépechas, su arquitectura, su música gloriosa –baste el nombre de Miguel Bernal Jiménez-, sus artistas, su rica y variada gastronomía. Algunas de sus comunidades, sin embargo, son hoy infierno por las acciones del crimen y de la violencia, y por las omisiones de quienes debieron combatir desde sus principios ese mal, y que en vez de eso incurrieron en complacencia, y aun en complicidad con los delincuentes. Hace unos días la maestra de Pepito le preguntó ante el mapa de México: “¿Cuál es el estado de Michoacán?”. “¡Terrible!” –respondió él sin vacilar. Todos los niveles de autoridad –federación, estado y municipios- deben unirse para rescatar ese perdido paraíso y devolverlo a los buenos michoacanos, que son gente de bien, mujeres y hombres laboriosos que lo único que piden es vivir en paz para poder trabajar en bien de sus familias y de su hermosa tierra. Si la autoridad no puede darles a los michoacanos ese mínimo bien, entonces no es autoridad. Y ya no digo más, porque siento que me estoy encaboronando. Miren: ya se me puso roja la nariz, las sienes me laten y tengo el pulso acelerado. Mejor cambio de tema…
El jefe de bomberos estaba en la estación cuando llegó un niño en un carrito de bomberos tirado por un perro. Al jefe de los apagafuegos le llamó la atención ver que la cuerda de la que el perro iba tirando al carrito estaba atada a los testículos del desdichado can. Le dijo al niño: “Tu carrito de bomberos iría más aprisa si le ataras la cuerda al perro en el pescuezo en vez de atársela en los testículos”. “Sí –reconoció el chiquillo-. Iría más aprisa. Pero no tendría sirena”… FIN.
Mirador
por Armando Fuentes Aguirre
Las nubes decidieron por fin irse con sus neblinas a otra parte; brilló el sol, y la nieve que cubría las montañas empezó a derretirse lentamente.
Los hilos de agua esplenden como hebras de luz; las faldas de la sierra parecen bordadas en plata.
Será un buen año este año, nos dice la esperanza.
El frío mató las plagas que hieren al manzano, al duraznero, al nogal, y aún al recio pino.
Se nutrirá la tierra con el agua, y tendremos seguro el riego de la cebada, el trigo y el maíz. Se alejará quizá el peligro del incendio; el bosque y sus criaturas estarán a salvo.
Después de largos meses de sequía –más de un año- nos llegó el don de la lluvia, y luego la próvida belleza de la nieve. Ahora los árboles están sin hojas, y está sin hierba el campo. Es el invierno.
Pero ya miro el verde de la primavera, y veo ya los frutos del verano y el otoño. Es la vida. Y la vida, aunque parezca muerta, siempre vuelve a comenzar.
¡Hasta mañana!...
Manganitas
por Afa
“… Malestar por los impuestos…”.
Está bien que lo señales:
los impuestos mencionados
son todos los diputados
tipo plurinominales.

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