Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Plaza de almas
2014-01-14 | 09:56:48
¿Qué edad tiene este niño? No lo sé. Ocho años, diez quizá. Es muy bonito. “Parece un ángel” –comentan las vecinas. Lo dicen sobre todo por los cabellos, rubios y rizados. El niño tiene problemas por causa de su pelo. En la escuela sus compañeros se burlan de él. “Pareces niña”. Para no parecerlo se pelea con ellos.
Muchas veces llega a su casa sucio de tierra y con la camisa rota. Su mamá lo regaña. “No somos ricos para estarte comprando una camisa cada día”. Pero a él no le gusta que le digan niña, y vuelve a pelearse una y otra vez. El niño no tiene papá. “Por eso se aprovechan de ti” –le dice su madre. Siempre está solo en la casa, porque ella trabaja. Es dependienta en una tienda del centro de la ciudad.
Todos los días sale temprano en la mañana, y regresa a las 8 de la noche. Le deja la comida en el refrigerador, con agua de limón o tamarindo. El niño come en la mesa de la cocina, solo. Luego hace la tarea, porque si no la hace su mamá se enoja mucho. “No somos ricos –le repite-. Tienes que estudiar para que te abras paso en la vida”.
El niño no sabe qué es eso de abrirse paso en la vida. Piensa que ha de ser cosa muy difícil, algo así como ir por un camino lleno de piedras, con precipicios y letreros que dicen: “Curva peligrosa”. Para recorrerlo hay que aprenderse los quebrados y los nombres de las capitales de los estados que forman la República.
Cuando su mamá llega del trabajo lo primero que hace después de quitarse el vestido y ponerse la bata es revisarle la tarea y hacerle preguntas sobre ella. ¿Cuál es la quinta parte de 100? ¿Cuál es la capital de Baja California Sur? Luego, mientras prepara la cena, le hace distraídamente otra pregunta: “¿Cómo te fue?”. “Bien” –le dice él siempre, aunque no le haya ido bien.
En ocasiones el niño siente el impulso de preguntarle también a ella: “Y a ti ¿cómo te fue?”. No lo hace porque supone que le contestará lo mismo: “Bien”. Aunque no le haya ido bien. Ven un rato la tele, y en seguida se van a acostar. Él siempre se duerme antes que ella, pero ella siempre se despierta antes que él.
Y otra vez a la escuela, y a los quebrados, y a las capitales que forman la República, y a esperar que ningún niño le diga que parece niña. ¿Por qué su mamá no le corta el pelo? “Ni pensarlo –le dijo un día que se lo pidió-. Así te ves muy lindo”. Pero él no quiere verse lindo. Quiere verse como los demás, y que nadie le diga que parece niña.
El día que le gusta más de todos los de la semana es el domingo, porque es el único que su madre no trabaja. Van al cine, y le compra palomitas y un refresco. Ella come unas pocas, un puñito nada más. El resto de la caja se lo deja a él. “¿Por qué no compras una caja entera para ti?”. “No me gustan mucho. Solo quería probarlas”.
Nadie piense, sin embargo, que este niño sufre. No. Las historias de los niños que sufren son insufribles. Él no está triste. Por el contrario, ahora es muy feliz. Siempre había querido tener un iPad. Casi todos sus amigos tenían ya el suyo, pero cuando le pidió a su mamá que le comprara uno ella le respondió lo de siempre: “No somos ricos”. Esa vez el niño se echó a llorar.
La madre se sorprendió bastante, porque su hijo no lloraba nunca. No lloró ni siquiera cuando se cayó del columpio en el parque y se rompió un brazo. Pero esa vez sí lloró. Su mamá no supo qué hacer. Lo miró nada más, y le pasó la mano por la cabeza. Luego fue a la salita y se puso a arreglar algunas cosas que no estaban desarregladas.
Pero a los pocos días llegó con una caja envuelta para regalo, y se la dio. La abrió él. Ahí estaba el iPad. ¡Qué maravilla! ¿Cómo podía ser eso, si no eran ricos? Lleno de alegría le dio un abrazo a su mamá. Se sintió un poco extraño al hacer eso, pues no lo hacía nunca. Al paso de los meses trató de recordar cuándo fue aquel día feliz en que su madre le regaló el iPad.
No fue en la Navidad, no, ni en su cumpleaños; de eso estaba seguro. Más bien fue por los días en que empezó a llegar aquel señor en su automóvil, y hacía sonar el claxon, y su mamá, antes de salir, le decía a él con voz extraña: “Vete a acostar. No tardo”… FIN.

mirador
armando fuentes aguirre
Historia del peluquero que cuando se interrumpió la energía eléctrica le pidió al loquito del pueblo: “Ve a traerme 20 pesos de luz en esta cubeta”. “En la cubeta no –respondió el otro-, porque me pega toques. Pero dame un costal y te la traigo”.
Historia del carnicero que mató dos cerdos para vender su carne, y declaró nada más uno al cobrador de impuestos. “Se me hace mucha carne para un solo marrano” –dijo el recaudador, suspicaz. “Estaba muy gordo” –manifestó el tablajero. Buscó el hombre, y halló las dos cabezas. “Es que era jenómeno” –explicó el otro.
Historia del sujeto que pidió a los músicos de la cantina que le cantaran puras canciones de caballos. Agotaron los trovadores el repertorio equino, y empezaron entonces a cantar: “Conocí a una linda morenita…”. El individuo protestó: “Les dije que puras de caballos”. Y cantaron los músicos: “Conocí a una linda morenita… que andaba a caballo”.
Ignacio Palomino González recogió en un libro el rico anecdotario de Tecuala, bello lugar de Nayarit. Merece reconocimiento quien no deja que se pierdan las tradiciones de su solar nativo.
¡Hasta mañana!...
OJO: Dice “jenómeno”, no “fenómeno”. Gracias.

manganitas
por afa
“…Bajará la temperatura a un grado bajo cero…”.
En modo muy oportuno
dijo una soltera añosa:
“Es cosa rete sabrosa
cuando te acuestas bajo uno”.

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