Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Morena, la única esperanza
2014-01-06 | 08:22:33
Días antes de la boda la novia le confesó a su prometido que ya no era virgen. Seguidamente le preguntó llena de inquietud: “¿Me amarás de todos modos?”. “¡Claro que sí! -respondió él-. ¿Cuál quieres que probemos primero?”…
La vecina se quejó de que los estudiantes de al lado parecían tener mariguana en su departamento. Llegó la policía. “¡Abran, en nombre de la ley!”. Asustados, los muchachos metieron sus churros en el reloj de cucú, y luego abrieron. Los policías registraron el departamento, no encontraron nada y se marcharon. Fueron los estudiantes a sacar los churros del cucú. En eso dieron las 12. Se abrió la puertecilla del reloj, apareció el pajarito y dijo todo mareado: “¿Qué onda, ñeros? ¿Qué horas son, batos?”…
Aquel pobre sujeto estaba en el hospital. Un desconocido lo había golpeado en la cantina. El investigador le preguntó: “¿Podría usted describir al hombre que lo golpeó?”. “Debo tener cuidado –respondió el otro, cauteloso-. Precisamente por describirlo fue que me golpeó”…
El pintor vio a una hermosa doncella indígena, y su rostro le pareció perfecto para pintar una Madonna india. “Quiero que poses para mí –le dijo-. Pintaré un retrato de la Virgen”. “Eso me han dicho todos -respondió la indita-, y por hacerles caso ya van cinco veces que dejo de ser virgen”…
En Navidad el papá de Pepito le regaló un estuche de magia. Le dijo: “Si me desapareces esta moneda te daré 10 pesos”. “¡Uh! -exclamó Pepito con desdén-. ¡Mi hermana y su novio me dan 100, y lo único que tengo que hacer es desaparecerme yo!”...
Himenia Camafría, madura señorita soltera, le contó a su amiguita Solicia Sinpitier una ingrata experiencia que recientemente había tenido. “Aquella noche desperté al oír ruidos en la casa. ¡Eran pisadas de hombre!”. “¡Qué emoción! –exclamó la señorita Sinpitier-. Y ¿qué sucedió luego?”. “Nada -concluyó Himenia con tono desilusionado-. Era solamente Santa Claus”…
Deseo vivamente que este año la agrupación Morena de López Obrador obtenga su registro como partido político. Demasiados partidos hay ya, lo sé, pero el de AMLO representará en verdad los anhelos de millones de mexicanos que ahora no tienen verdadera representación en ninguno de los partidos.
De los migajeros ni hablar: ésos no son partidos: son negocios personales o de familia. Por su parte el PRD ya no es en puridad un partido de izquierda: su ideología se ha diluido en la búsqueda de presupuestos, de nóminas y chambas.
Las alianzas que ha trabado tanto con el PRI como con el PAN -¡haiga cosas! como dice la gente del Potrero para mostrar admiración- le han quitado identidad, y han desilusionado a muchos de sus seguidores. Podrá uno estar de acuerdo o no con López Obrador, pero ciertamente su organización ofrece una opción distinta a las existentes. O a las inexistentes, si se quiere.
Confío entonces en que el tabasqueño se recuperará plenamente del quebranto de salud que lo ha alejado en forma temporal de la actividad política, y que volverá a ponerse al frente de sus huestes. No sólo es justo: también es necesario. En este país se necesita un partido de auténtica oposición que contraste los riesgosos conformismos, las peligrosas unanimidades que últimamente hemos estado viendo…
Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, visitó un hospital y lo recorrió en compañía del director. Al pasar por un cuarto con la puerta abierta vio a un paciente que se estaba complaciendo a sí mismo. “¡Santo Cielo! -exclamó turbada-. ¿Qué significa esto?”. “Perdone usted -se disculpó el director del hospital-. Ese paciente sufre una extraña enfermedad. Su cuerpo produce una cantidad desmedida de esperma, y si no se alivia a sí mismo en forma constante eso le puede acarrear funestas consecuencias”.
Ya calmada con esa explicación doña Panoplia continuó el recorrido. De pronto vio a otro paciente que en su cama estaba haciendo el amor desaforadamente con una voluptuosa mujer de exuberantes formas. “¡Santo Cielo! –volvió a exclamar la dama, cuyo catálogo de jaculatorias era bastante limitado-. ¿Y esto?”. Contesta el director, lacónico: “Misma enfermedad. Mejor seguro”… FIN.


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