Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Valioso descaro
2014-01-19 | 09:09:33
El reverendo Rocko Fages sostenía una relación no diré que sacrílega, pero sí cachonda, con la hermana Casiodora, la organista del templo. Pastor de la Iglesia de la Tercera Venida (no confundir con la Iglesia de la Tercera Avenida, que permite a sus fieles el adulterio a condición de dar luego una limosna al templo), viajó a la capital y ocupó una habitación sencilla en un hotel, cuidando de que le aplicaran la tarifa correspondiente a una sola persona. Se las arregló, sin embargo, el señor Fages para colar en el cuarto a Casiodora. Poco después sonó el teléfono. Quien llamaba era el gerente del hotel. “Reverendo –le dijo con severidad-, el jefe de seguridad vio a una mujer entrar en su habitación. A fin no causar un escándalo disimularemos esa grave falta a la decencia, al decoro y a la moralidad. Sin embargo le cobraremos la tarifa doble”. “Está bien –se resignó el pastor-. Pero entonces mándenos otra Biblia. Solamente hay una en el buró”…
Doña Panoplia de Altopedo, señora de buena sociedad, disputaba con su marido, don Sinople, acerca de la antigüedad de sus respectivas familias. Para acabar la discusión le dijo: “Cuando tus antepasados comían hierbas y raíces los míos ya tenía colesterol alto”…
La cotorrita le hizo saber al periquito que le permitiría entrar en el más íntimo reducto de su amoroso huerto a cambio de una pequeña contraprestación: mil pesos. Aceptó el loro el arancel, y empezó a desplumar a la cotorra. “¿Qué haces?” –prorrumpió ella, espantada. Contestó el perico: “Por mil pesos te quiero encueradita”. (¡Infame loro! Recuerda las palabras con que Melibea contuvo a Calixto en “La Celestina”, cuando el ardiente galán quiso desvestirla para llegar a ella sin estorbos. Le dijo: “De buen pastor es propio esquilar sus ovejas y ganado, pero no destruirlo y estragarlo”. Los italianos dicen: “Confidenza toglie riverenza”. La mucha familiaridad quita el respeto. (¡Ah, perico! ¡Qué bien se ve que no has leído!)…
Dos soldados de la Legión Extranjera estaban conversando en el cuartel. Le preguntó uno a su compañero: “¿Por qué te uniste a la Legión?”. Responde el otro: “Era soltero, y amaba la guerra. ¿Y tú?”. Contesta el primero: “Yo era casado, y amaba la paz”…
Un beduino del desierto le hizo el amor en repetidas ocasiones a una joven mujer perteneciente a una tribu nómada. Ansioso por seguir gozando los encantos de la hurí la pidió en matrimonio a su papá. El genitor le informó: “Si aspiras a la mano de mi hija deberás demostrar tu varonía en una de mis camellas, la más salvaje y arisca, la más fea”. Fue el enamorado beduino y cumplió la difícil encomienda. “Prueba superada –le dijo el papá de la muchacha, que a pesar de ser nómada veía la televisión-. Puedes casarte con mi hija”. “¡Olvídese de su hija! –respondió con vehemencia el beduino-. ¿Cuánto por la camella?”…
El cliente le preguntó al dueño de la tienda de aves: “¿Cómo se sabe si un canario es hembra o macho?”. “Es muy fácil, señor –contestó el hombre-. Póngale en la jaula un gusanito hembra y un gusanito macho. Si el canario es hembra escogerá el gusanito hembra; si es macho escogerá el gusanito macho”. Inquirió desconcertado el cliente: “¿Y cómo voy a saber si el gusanito es macho o hembra?”. “Señor –respondió muy digno el propietario-, yo soy especialista en canarios. Eso tendrá que preguntárselo a un especialista en gusanos”…
El borrachín salió de la cantina. En ese momento se registró un temblor de 8 grados. “¡Caramba! –exclamó con alarma el temulento-. ¡No pensé que había bebido tanto!”…
Un tipo se jactó: “Mi hijo tiene apenas cuatro años y ya sabe contar del 1 al 10”. “Eso no es nada –replicó el papá de Pepito-. Mi hijo tiene tres años y ya sabe contar del as al rey”…
El jefe de personal le dijo a Ovonio Grandbolier: “Su salario será conforme a su trabajo”. “¿Tan poquito? –protestó él…
El doctor Duerf, analista de renombre, llegó a su casa y encontró a su esposa en brazos y todo lo demás de un individuo. Furioso, exclamó con iracundia: “¿Qué significa esto?”. “Dínoslo tú –respondió la señora-. Tú eres el psiquiatra”… FIN.

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