Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Demasiado tarde
2014-01-15 | 08:49:21
Rosibel, muchacha en flor de edad, se sentía cansada, fatigada, molida y estragada. Fue a la consulta del doctor Pete Witaria, reconocido médico, y éste se percató de que la joven estaba mal alimentada. Le dijo: “Su problema desaparecerá con tres comidas diarias”. Unas semanas después la paciente regresó.
Había seguido escrupulosamente la indicación del facultativo, declaró, y sin embargo ahora se sentía más estragada, más molida, más fatigada y más cansada. El galeno se sorprendió. Le preguntó: “¿Hizo usted las tres comidas diarias que le aconsejé?”. “¿Tres comidas? –exclamó azorada Rosibel-. ¡Santo Cielo! ¡Yo oí con ge!”…
El marciano recién llegado a la Tierra le dijo al semáforo: “Te amo, Lucina, pero últimamente has estado cambiando mucho”…
Le comentó el galán a su dulcinea en tono insinuativo: “Me gusta lo que tienes bajo el brassiére”. “¿Qué?” –preguntó ella, amoscada. “El corazón” –respondió el muchacho con una gran sonrisa. “Ah, vaya –dijo la chica-. Entonces a mí me gusta lo que tienes tú entre las piernas”. “¿Qué?” –preguntó muy interesado el galán. Contestó ella: “La bicicleta”…
Aviso importante. El próximo viernes narraré aquí un chascarrillo propio de golfantes. Ese cuento provocó un verdadero revulú en la Pía Sociedad de Sociedades Pías, cuya presidenta ad vitam interina, doña Tebaida Tridua, me envió incontinenti un memorial en 12 fojas útiles y vuelta en el cual me prohíbe expresamente la publicación de esa execrable historia, “so pena de repudiación social”.
No me siento obligado a acatar la consigna de la ilustre dama. Le debo respeto, pero no obediencia. Entregaré pues a los tórculos el relato mencionado ut supra. Saldrá el siguiente viernes. ¡No se lo pierdan mis cuatro lectores!...
Dos matrimonios jóvenes fueron a vacacionar juntos en un hotel de playa. Cenando estaban una noche cuando falló la energía eléctrica y se apagó la luz. Cada uno de los esposos tomó de la mano a su mujercita y se encaminó con ella a su habitación.
Uno de los maridos era devoto practicante de su fe, de modo que antes de meterse a la cama donde su esposa lo aguardaba se puso a cantar himnos religiosos. Para mayor precisión de este relato diré que cantó tres: “Amazing grace”, “Onward Christian soldiers” y “Come down, O love divine”.
En el momento en que entonaba las notas finales de este último himno volvió la luz, y el joven marido se dio cuenta, consternado, de que la mujer que estaba en el lecho no era la suya, sino la de su amigo. En la oscuridad había ocurrido aquella confusión. Corrió desalado al cuarto de su amigo, y llamó a la puerta. Le abrió éste. Desde la cama le dijo su mujer: “Demasiado tarde, querido. Él no canta himnos”.
Demasiado tarde también volvió a la escena pública Andrés Manuel López Obrador. El lamentable –e inoportuno- quebranto de salud que tuvo le impidió encabezar una oposición efectiva a la reforma energética. Nada podrán hacer ya él y sus huestes para revertir esa reforma.
Lo de la consulta pública es una entelequia que a ningún lado llevará. Así las cosas, solo un cambio radical de rumbo podrá modificar lo que se hizo. Y ese cambio no se podrá dar antes del 2018. Al tiempo…
Himenia Camafría, madura señorita soltera, le dijo al joven y apuesto boy scout: “Vamos a mi casa, muchacho. Ahí podrás hacer tu buena obra del día”…
Un juez de paz se dio cuenta de que su licencia había expirado hacía un año. En ese lapso ofició numerosos matrimonios que por lo tanto eran nulos. De inmediato envió un mensaje a los maridos pidiéndoles que se presentaran con su esposa para llevar a cabo una segunda ceremonia. El 90 por ciento respondió: “Olvídese de la segunda ceremonia. Envíeme una copia de su licencia vencida”…
El galán le preguntó al ginecólogo de su novia: “Dígame la verdad, doctor: ¿tendré que huir del pueblo?”…
Manifestó Capronio: “Mi suegra tiene algo que muchos hombres desearían”. Le preguntó uno: “¿Qué?”. Respondió Capronio: “El bigote”…
Aquella señora dio a luz su décimo hijo. Su marido se inclinó sobre el lecho para darle un beso en la frente. Le dijo ella, irritada: “¿Ya vas a empezar otra vez?”… FIN.

mirador
armando fuentes aguirre
El abate Rien decidió escribir sus memorias.
Se encerró en su biblioteca y dio orden de que nadie entrara en ella. Todo el tiempo lo pasaba ahí. Le dejaban los alimentos en la puerta, y a veces se olvidaba de recogerlos. Ahí mismo dormía.
Las dos mujeres que cuidaban de él, su hermana y una vieja ama de llaves, andaban de puntillas por la casa para no distraerle la atención. El abate estaba escribiendo la historia de su vida; no se le debía molestar.
Al cabo de cinco años el abate Rien enfermó de gravedad. Su hermana le pidió el libro: había que preservar sus memorias para la posteridad. Él le entregó el volumen. Todas las páginas estaban en blanco. El abate no había escrito ni una sola palabra.
-¿No recordaste nada? –le preguntó su hermana, afligida.
-No –respondió con tristeza el abate Rien-. No viví nada.
¡Hasta mañana!...

manganitas
por afa
“…Reapareció Fidel Castro…”.
Obsoleto anacronismo
de un pasado claudicante,
ahora es el Comandante
el fantasma de sí mismo.

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