Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Divina decisión
2014-01-17 | 22:35:41
El reverendo Calvínez, predicador de la palabra, se casó con la hermana Casiodora, organista de la iglesia. Aunque era algo feíta la escogió como esposa por su reconocido pudor y castidad. En la habitación del hotel donde pasarían la noche de bodas se dispusieron ambos para la ocasión. Vestía él una severa bata de seda negra con pantuflas de nansú morado; ella un discreto negligé de bombasí café con medias de popelina gris. Antes de entrar en el tálamo nupcial el pastor Calvínez pensó que debían ofrecer su matrimonio al Señor, como hicieron Tobías y Sara. Le dijo, pues, solemne, a su mujer: “Ponte de rodillas”. “¡Ah, no! –protestó con vehemencia Casiodora-. ¡Cuando lo hago en esa posición después me duele la cabeza!”…
Una mujer llegó al consultorio del podólogo. “Tengo un problema –le informó-. Mi esposo y yo trabajamos en un circo. Me pongo una gran roca en la cabeza y él la golpea con un mazo hasta que la hace trizas”. “¡Qué barbaridad! –exclamó el podólogo, asombrado-. Pero ¿por qué viene usted a verme a mí? Debería ir con un médico general. Seguramente le duele la cabeza, o el cuerpo”. “No, doctor –respondió la mujer-. Se me están haciendo los pies planos”…
Una pareja de divorciados se encontraron en la calle por azar. Galante, sin rencores, el marido le dijo a su exmujer: “Te ves muy guapa. Con gusto volvería a hacerte el amor”. Respondió ella, áspera: “Sobre mi cadáver”. Contestó él: “Sí, como siempre”…
Cualquier monopolio es cosa mala, pertenezca al Estado o a un particular. En última instancia la democracia –y aun la libertad- consiste en la posibilidad de elegir, ya sea entre dos formas de gobierno o entre dos marcas de jabón. Cuando la persona no puede optar entre dos o más bienes, entre dos o más servicios, y debe usar por la fuerza uno, o recurrir obligadamente a un único prestador de algún servicio, entonces su libertad queda severamente restringida, y es fácil víctima de cualquier abuso (me refiero estrictamente a los abusos de orden económico).
En México no hemos logrado todavía superar los vicios derivados de las tendencias monopólicas que se instauraron aquí desde la época colonial. Los monopolios de la Corona fueron sustituidos por los del Gobierno. A ellos se añadieron monopolios privados que, más o menos encubiertos, y siempre válidos de la protección oficial, dañan a los usuarios y consumidores. La modernización de este país no podrá conseguirse cabalmente si no se elimina hasta el último rastro de monopolización. Y ya no digo más, porque tuve problemas para escribir la palabra “monopolización”, y más problemas tendré si no cambio de tema…
Le preguntó Susiflor a Rosibel: “¿Por qué usas ligas negras?”. Respondió ella: “En memoria de los que han pasado al más allá”…
A don Augurio Malsinado le iban a practicar una operación a corazón abierto. Cuando entró en el quirófano le confesó al cirujano: “Estoy muy nervioso, doctor”. Le dijo el médico: “Y si viera usted cómo me siento yo. ¡Acabo de salir de la facultad, y es mi primera operación!”…
Doña Macalota le anunció a su esposo, don Chinguetas, que se iba a inscribir en un club nudista. “Me mostraré a los ojos del mundo con las galas que recibí de la naturaleza” –le dijo muy ufana. “Está bien –aceptó don Chinguetas-. Pero a ver cómo le haces para planchar el vestido”…
“He enviudado tres veces –le contó una mujer en el bar a un individuo-. Mi primer marido murió por haber comido hongos venenosos. Mi segundo esposo corrió la misma suerte: también comió hongos venenosos. Mi tercer cónyuge falleció a consecuencia de una fractura de cráneo”. “¿Sufrió algún accidente?” –preguntó el otro. “No –contestó la mujer-. Se negó a comerse los hongos”…
Las mujeres con más pasado son las que reciben más presentes…
Al principio de la sesión de la Gran Orden del Venerable Círculo, el secretario de la corporación les informó a los asistentes: “Nuestro Supremo Jefe y Poderosísimo Señor, el Alto y Elevado Dragón Imperial de la Máxima Cumbre de la Absoluta Fuerza, Magnífico y Real Soberano Omnipotente, no pudo venir hoy”. “¿Por qué?” –quiso saber uno de los presentes. Explicó el secretario: “No lo dejó venir su esposa”…
FIN

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