Por Catón
Columna: De Política y Cosas Peores
El torero
2013-09-22 | 21:58:32
Doña Pasita, anciana octogenaria, le dijo a su doctor: “Quiero que me recete algo –pastillas, inyecciones, lo que sea-, porque fíjese usted que sufro de dispersión caprina”. “¿Dispersión caprina? –preguntó el médico, pues jamás había oído hablar de esa afección-. ¿Qué es eso?”. Explicó doña Pasita: “Se me van las cabras”.
Rosibel le comentó a Susiflor, su amiga recién casada: “Tengo agripnia”. “¿Es grave ese mal?” –se preocupó Susiflor. “No te alarmes –la tranquilizó con una sonrisa la muchacha-. Agripnia es simplemente insomnio. Eso quiere decir que no duermo. En toda la noche no puedo cerrar los ojos. Padezco de insomnio normal”.
“En ese caso –declaró Susiflor- yo sufro de insomnio sexual”. “¿Insomnio sexual? –repitió, intrigada, Rosibel-. ¿Por qué?”. Explica la recién casada: “En toda la noche no puedo cerrar las piernas”.
El papá de Pepito le contó a un amigo: “La sirvienta de la casa está embarazada, y el responsable es mi hijo”. “No es posible -manifestó el amigo-. Pepito tiene 7 años”. “Sí –admite el genitor con enconoso acento-. Pero les hizo un agujero a mis condones”. (Caón chiquillo. ¿Por qué no se pone a jugar con su iPad como todos los demás?).
Eloy Cavazos, torero extraordinario, habla con mucho afecto de su tía Hortensia, que no sabía nada de toros. Un día le dijo a Eloy, burlona: “Quesque le cortaste al toro las orejas y el rabo. Sí, pero se los cortaste cuando ya estaba muerto. Córtaselos cuando está vivo, a ver cómo te va”.
En cierta ocasión el diestro le comentó a su tía que se iba a encerrar con seis toros. “¡Ay, muchacho! –se preocupó doña Hortensia-. Si cuando te encierras con uno batallas, ¿cómo te irá a ir con seis? Uno por aquí, otro por acá…”.
Con varios toros a la vez se encerró el presidente Peña Nieto, y así le está yendo. Abrió varios frentes al mismo tiempo –la reforma educativa, la fiscal, la energética-, y ahora trae encrespada a toda la nación.
La clase alta está irritada por el alza de los impuestos a quienes ganan más, y por la elevación de los tributos a las empresas; a la clase media le ha indignado lo del gravamen a las colegiaturas; la clase popular se indigna por lo de los refrescos y la vivienda popular, y todos los habitantes de la faja fronteriza con Estados Unidos se rebelan ante la imposición del IVA, que les encarecerá la vida.
Los maestros están soliviantados. El asunto del petróleo ha hecho que reaparezcan, belicosos y pugnaces, los fantasmas nacionalistas del pasado, con flamígeras proclamas emitidas por los suscritos que abajo firman abajo de este escrito al pie.
Los grupos empresariales protestan por las nuevas cargas que se les imponen. Todo el país, en fin, se ha vuelto un rencor vivo. El entendimiento de la administración con los grupos cupulares del PRD y el PAN no disminuye el malestar entre la población.
Si a eso se añaden los graves daños causados por las lluvias en varios estados del país, y las enormes erogaciones que se necesitarán para ayudar a los damnificados y reparar luego los estragos, ya se verá que Peña Nieto no la tiene fácil.
Se quiso comer el mundo en el primer año de su gestión, cosa explicable en un mandatario joven y arrojado, y no hubo consejero que le hiciera ver más vale paso que dure y no trote que canse; que no por mucho madrugar amanece más temprano; que hay que ir sin prisa, pero sin pausa; que quien mucho abarca poco aprieta; que…
(Nota de la redacción: Nuestro estimado colaborador se extiende en una serie de refranes alusivos al caso –contamos 426- que lamentablemente nos vemos en la penosa necesidad de suprimir por falta de espacio).
Lord Feebledick regresó de la cacería de la zorra y sorprendió a su mujer, lady Loosebloomers, en el lecho conyugal con Wellh Ung, el toroso mancebo encargado de la cría de los faisanes.
No estaban precisamente platicando: se hallaban –para decirlo en términos usados por el vulgo para aludir al acto del amor- planchando el traje, haciendo rechinar el catre, surtiendo la despensa, llenando el jarrito, desgastando el petate, haciendo foqui foqui, pagando las contribuciones, aplacando el levantamiento, haciendo el reparto de utilidades o regando el jardín.
Lord Feebledick montó en cólera, que era lo único en que solía montar, si se exceptúa a su caballo Pride of Eton. Le gritó al mozallón: “¡Infame coime, lúbrico rufián! ¡Te voy a enseñar!”. “Perdona, Feebledick –intervino en ese punto lady Loosebloomers-. Él es el que te puede enseñar a ti”… FIN.

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