Por Catón
Columna: De Política y Cosas Peores
Cobro del IVA a colegiaturas
2013-09-11 | 22:05:59
Babalucas pasó frente al consultorio del doctor Ken Hosanna. En ese momento salía de ahí su amigo Libidiano, hombre proclive a la concupiscencia de la carne. “Te noto preocupado –le dijo Babalucas-. ¿Te pasa algo?”. Con acento sombrío respondió Libidiano: “El doctor me dijo que tengo gonorrea”. “¿Ah sí? –replicó Babalucas sin darle importancia al asunto-. Pues ¿qué comiste?”…
Aquel agente de viajes acababa de cerrar un magnífico negocio, de modo que cuando observó a un ancianito y una ancianita que veían en el escaparate el anuncio de un crucero, sintió el impulso de celebrar su buena fortuna con un acto de generosidad.
Así, los hizo entrar y les dijo con una gran sonrisa: “La compañía naviera me ha autorizado a regalar un viaje para dos personas en su próximo crucero. Son ustedes los afortunados ganadores de ese obsequio”.
El viejito y la viejita se llenaron de felicidad al oír aquel anuncio. El agente hizo todos los arreglos, y los dos fueron a disfrutar el viaje. A su regreso la viejecita se presentó ante el agente. “Vengo a darle las gracias por el crucero –le dijo-. Sólo quiero que me conteste una pregunta: ¿quién es el viejillo ése con el que tuve que compartir el camarote?”…
Una cosa no me gustó de la reforma fiscal: el cobro del IVA a las colegiaturas. Al parecer los financieros del Gobierno piensan que la educación privada es privilegio de ricos, y entonces imponen ese gravamen a los afortunados. Se equivocan: es la clase media –la más acosada siempre-la que en mayor medida sufrirá esa nueva carga.
Innumerables padres de familia de condición económica mediana hacen grandes sacrificios para dar a sus hijos lo que ellos no pudieron tener: una educación de calidad. Ciertamente hay escuelas públicas muy buenas, pero en otras se han instaurado los vicios derivados de un sindicalismo mal entendido, y priva en ellas la mediocridad.
Casos extremos hay, como los de Oaxaca, Guerrero o Michoacán, en donde el abandono de las aulas por los mal llamados maestros hace que los niños y los jóvenes vean amenazado su futuro por la falta de educación.
En ese contexto, y en otros parecidos, los padres recurren a las escuelas y colegios privados, aun a costa de limitarse en otros gastos, pues consideran que lo más importante es que sus hijos reciban una buena preparación que los capacite para tener acceso a grados superiores de escolaridad.
Y he aquí que el Gobierno de la República hace más onerosa la carga para las familias, en vez de apoyar su esfuerzo. Con la reforma fiscal se encarecerá la educación privada, de eso no cabe duda. Muchos estudiantes ya no podrán tener acceso a ella, lo cual también hará más pesada la carga de la escuela pública.
La educación de calidad debería ser un bien social al alcance de todos. Esta medida gubernamental causará perjuicios graves a las instituciones que la ofrecen, lo mismo que a los alumnos y los padres de familia…
¡Mañana! Sí, mañana aparecerá aquí el vitando chascarrillo conocido en el bajo mundo de la sicalipsis con el extraño nombre de “BlaserR8”. El reverendo Rocko Fages, pastor de la Iglesia de la Tercera Venida (no confundir con la Iglesia de la Tercera Avenida, que permite el adulterio a sus feligreses a condición de que no se consume con personas ajenas a la congregación) amenazó con la Gehena de fuego a los hermanos y hermanas que lean ese cuento.
Él sí leerá, pero para prevenir a los demás sobre el peligro de leerlo. Si entre mis cuatro lectores hay alguno que tema a la Gehena de fuego, absténgase de leer ese relato. Yo tengo la fortuna de no saber qué es la Gehena, de modo que también leeré…
Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, invitó a una amiga a comer en el elegante restorán italiano llamado “Las ternuras de Lucrecia Borgia”. Quiso doña Panoplia mostrar su conocimiento de los buenos vinos, y tras leer la carta le dijo al camarero: “Me gusta el Tonino Pomadori”. Repuso el mesero sin cambiar de expresión: “Se lo diré, señora. Es el dueño del restorán”…
Llegó una pareja joven a un hotel, y el muchacho pidió una habitación. El encargado lo miró, suspicaz y receloso, y le preguntó con engolado acento al tiempo que abría su libro de reservaciones: “Dígame, joven: ¿tienen ustedes alguna reserva?”. “Sí –respondió el chico-. A ella no le gusta ponerse arriba”…

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