Por Catón
Columna: De Política y Cosas Peores
Gritos por todas partes
2013-09-12 | 22:39:32
Sé que me corresponde la misión de orientar a la República. Siempre he tratado de cumplir esa tarea en la medida de mis posibilidades, escasas, lo reconozco. Sin embargo, la República no atiende mis orientaciones, y casi siempre hace lo que le da la gana. ¡Si vieran como me aflige su indocilidad!
Cosa muy triste es “Surdo fabulam narrare”, decirle la lección a un sordo. Aun así persevero. Prosigo mi tarea, impávido, incólume, impertérrito, y señalo el rumbo con la certeza de quien conoce el derrotero que la Nación debe seguir.
Hoy amanecí muy preocupado por lo que puede suceder en el Zócalo de la Ciudad de México los días 15 y 16 del mes que corre (y muy aprisa). ¿Podrá hacerse ahí la ceremonia del Grito de Independencia, ocupado como está ese corazón de México por los empecinados elementos de la CNTE? ¿Llevará a cabo el Ejército el tradicional desfile del 16 de septiembre?
Ante situaciones extremas procuro siempre hallar una solución ecléctica. No ignoro que, como dicen los franceses, “Qui sert au commun / ne sert pas un”, el que quiere quedar bien con todos termina por no quedar bien con ninguno.
Es desaconsejable, pienso, recurrir a la fuerza pública para sacar de la gran plaza a los mal llamados profesores. Aunque me cueste trabajo decirlo, tienen tanto derecho a estar ahí como cualquiera, y ellos llegaron primero. Más que salir por los fueros de la autoridad lo que se necesita aquí es ejercer la prudencia. Nada se pierde con que el Presidente dé el Grito en Dolores Hidalgo.
Con eso no falta al decoro de su investidura ni abdica de su autoridad, antes bien da muestras de mesura y sensatez. Cosa muy diferente es lo relativo al desfile de la Independencia. En este caso se trata del Ejército, cuyas solemnidades no deben ser estorbadas por nadie.
Si bien el Zócalo es un espacio público, las calles son de uso común, y en este caso sirven para que se efectúe ahí un acto tradicional e importante, como es el desfile militar del 16 de septiembre. Hago, pues, un llamado a las partes en conflicto: cada una ceda algo para evitar la confrontación. Deje el Gobierno que los sedicentes maestros cenetistas sigan ociando en el Zócalo, y no se atrevan éstos a desafiar al Ejército Nacional, institución respetable y respetada…
Basta de peroratas inane escribidor. Narra ya el chascarrillo que en días pasados anunciaste, y luego haz un discreto mutis…
Corniciano le dijo a su compadre Memotelo: “Quiero pedirle un gran favor”. “El que sea, compadre –replicó el otro-. Gustosamente haré lo que me pida”. Dijo Corniciano: “He descubierto que mi mujer me engaña. Los martes y los jueves se encuentra con un sujeto en el departamento de éste, situado en el piso 10 de un edificio. Yo he alquilado una habitación en un hotel que queda enfrente, y desde ahí los he visto consumar su adulterina relación”.
Preguntó Memotelo con curiosidad: “¿Y qué tal lo hacen?”. “Ese aspecto de la cuestión no viene al caso –se amoscó el marido-. Lo que importa es que es usted campeón de tiro del estado.
Quiero que desde la ventana del hotel dispare su rifle con certera puntería y le vuele al amante de mi esposa los testes, dídimos o compañones, vale decir los testículos, en justo castigo por su demasía”. “Lo haré con mucho gusto, compadre –dijo el otro-. Nada me agrada más que el tiro de precisión sobre objetos móviles. Precisamente acabo de comprar un rifle Blaser R8 con mira telescópica que servirá perfectamente al caso”.
Puestos de acuerdo ya los dos compadres, llegó el día del ilícito encuentro de la mujer con su rufián. Desde la ventana del hotel el coronado esposo y el riflero los vieron realizar el foreplay o prolegómenos del acto –besos ardientes, caricias encendidas-, y en seguida miraron cómo los amantes se despojaban uno al otro de sus ropas, dispuestos ya para la coición. Empezaron las acciones.
Memotelo levantó su rifle, y con la mira telescópica tomó cuidadosa puntería. Dijo: “Veo con claridad los éstos del amante. No fallaré el tiro”. “¡Dispare, compadre, Dispare!” –pidió Corniciano con ansiedad mal contenida. Ya iba a jalar el gatillo el francotirador, pero de pronto se volvió hacia el marido y le preguntó: “Compadre: ¿no importa si dejamos chimuela a la comadre?”… (No le entendí)…

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