Por Catón
Columna: De Política y Cosas Peores
La ciencia de hoy
2013-09-18 | 22:30:31
Capronio es un sujeto ruin y desconsiderado. Cierta noche su mujer le comentó, intrigada: “Al acostarme por las noches noto que de repente se me quitan las arrugas de la cara”. Le contestó el majadero: “Eso sucede cuando te quitas el brassiére”…
Dijo Afrodisio Pitongo: “Tengo la esposa perfecta. Desgraciadamente no es la mía”…
Y Nalgarina Grandchichier manifestó: “En estos tiempos es difícil encontrar un buen marido. Las esposas los cuidan mucho”…
Pimp y Nela tenían ya 15 años viviendo juntos sin estar unidos por el sagrado vínculo matrimonial. Un día ella le preguntó tímidamente: “Pimp: ¿cuándo nos casamos?”. “¡Ay, mujer! –se burló el descastado rufián-. A estas alturas ¿quién va a querer casarse con nosotros?”…
A decir verdad la llamada reforma educativa no es tal. En efecto, no toca a fondo las tareas relacionadas con la educación; plantea únicamente cambios de tipo administrativo y laboral tendientes a eliminar los vicios y corrupciones que se han venido instaurando durante muchos años en el gremio magisterial, entre ellos el tráfico de plazas.
Recuerdo un cierto ejido de la región desértica del norte llamado Tres Palitos, por tres desmedrados árboles que ahí crecían. Una maestra le pidió al líder sindical que la acercara más a su lugar de origen, y el hombre le ofreció una plaza en aquel ejido, cercano a la ciudad. Le preguntó: “¿Qué tal Tres Palitos, compañera?”. “¡Que sean diez, profe -respondió le mentora con vehemencia-, pero deme el cambio!”.
Es importante desterrar esos manejos turbios y hacer que mejore el desempeño de los profesores, pero una verdadera reforma educativa deberá incluir cambios radicales en los programas de estudio, de modo de actualizarlos y poner a los educandos en aptitud de hacer frente a los retos del mundo y de los tiempos de hoy…
Benho Gan era un golfista de gran fama. Baste decir que en 2011 ganó el Abierto de Falfurrias, Texas. Acostumbraba siempre llevar consigo a los torneos un calcetín extra. “Por si hago un hoyo en uno”, explicaba a la prensa especializada.
Aquella noche manejaba su coche en carretera, y tanto su esposa como su suegra le iban dando continuas instrucciones sobre cómo conducir. Benho se desesperó, y le preguntó con enojo a su mujer: “Bueno: ¿quién va manejando? ¿Tú o tu mamá?”. Por el disgusto perdió el control del vehículo y fue a chocar contra un árbol.
En el hospital el médico le dijo: “Le tengo dos noticias: una mala y una buena. La mala es que a consecuencia del accidente perdió usted el brazo derecho. Su esposa y su suegra, sin embargo, están sanas y salvas”.
Preguntó Benho ansiosamente: “¿Y cuál es la buena noticia?”. “Se la acabo de dar –replicó amoscado el facultativo-. Las dos señoras que iban con usted se encuentran bien”. “¡Ah! –suspiró el golfista-. ¡Cuán cierto es eso de que las desgracias nunca vienen solas!
En fin, sea por Dios. Esperaba ganar de nuevo este año la Copa de la Mantequilla en el Open de Falfurrias, Texas, pero con la pérdida de un brazo ha terminado mi carrera de golfista”. “Quizá no –lo alentó el médico-. La ciencia médica está muy adelantada (por ejemplo, ahora damos recibos electrónicos), y quizá podamos trasplantarle un brazo nuevo.
Precisamente tenemos en existencia uno en perfecto estado”. “¿De veras, doctor?” –preguntó Benho,ilusionado. “Así es –confirmó el facultativo-. Pero debe saber que el brazo que le podemos trasplantar es de mujer”. “¡Mejor! –respondió Benho con vehemencia-.
Las horas más hermosas de mi vida las he pasado encima –perdón- al lado de una dama”. Se llevó a cabo, pues, aquel trasplante, con tan buena fortuna que tuvo éxito.
Meses después el médico se topó en la calle con el golfista, y le preguntó cómo le estaba yendo con su nuevo brazo. “Muy bien, doctor –respondió Benho-. El brazo funciona perfectamente bien. Incluso ahora juego un mejor golf que antes: mi grip es ahora más suave; mis putts más precisos.
También, dicho sea de paso, mi letra ha mejorado considerablemente, y ahora no batallo nada para coserme los botones. Eso sí: he notado un raro efecto secundario”. “¿Qué efecto es ése?” –se preocupó el galeno. Contestó Benho: “Cuando hago pipí, después batallo mucho para que la mano me suelte aquello que le platiqué”. (¡Usa la mano izquierda, zonzoreco! Lo único que tienes que hacer es practicar bien las tres sacudiditas de rigor)… FIN.

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