Una disculpa.
Cumplir uno de los sueños del periodista es encontrar la manera más elegante de despedirse del mágico y alucinante oficio de trabajar como reportero. En numerosas ocasiones había escuchado la frase, “de esta redacción sólo me sacan con los pies por delante”. Pues la semana pasada a Maquiavelo le ocurrió esa quimera y de su cubículo de columnista se le llevaron a un hospital al puerto y de allí lo trasladaron a la ciudad de México. Decidieron los directivos de este medio que lo examinaran con todos los avances modernos y técnicos de la medicina para ver si conservaba alguna neurona que le permitiera continuar escribiendo su columna y al parecer sí existían rastros de dichas células y ese es el motivo del tiempo gastado en la elaboración de estos sofisticados análisis por los que había dejado de aparecer en este espacio sus escritos. ¿Por qué siendo la vida tan breve, nos lanzamos intrépidos a cosas importantes?
De allí que pido una disculpa a mis cuatro lectores, gracias al último que se agregó y especialmente a las muestras de preocupación que manifestaron a través de sus llamadas y mensajes.
Aún no conozco a ningún periodista a que pueda escribir su final. Julio Scherer el presidente del Consejo de Administración de la revista Proceso asegura que en la vida no conoce de final alguno.
Si existiera un final, el que fuera, algo en la vida sufriría una parálisis. La existencia es un fluir constante. Para los escritores de libros pueden realizar cientos de finales distintos. Así como ocurre con las novelas, así acontece con la vida. No hay ningún final posible en el periodismo.
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Un nuevo rostro.
“No me importa, ni me causa el menor problema personal, el que algunos medios me digan Jabada, jabadu, Javidu o el Gordobés, siempre y cuando no hablen mal del estado de Veracruz, eso si me duele, me molesta sobremanera por el grave daño que nos causa en las nuevas inversiones y en el desarrollo que requiere la entidad. Eso nos pega a todos, es como escupir hacia arriba.” Así lo manifestó en el curso de una plática el gobernador Javier Duarte de Ochoa.
Los apodos son ofensas que no lo hieren y el perdón de los agravios sólo le corresponde al ofendido. El corazón de un gobernante debe estar en la cabeza. Séneca el filosofo latino afirmaba: Decir lo que sentimos; sentir lo que decimos; concordar las palabras con la vida.
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Los nexos con “Ricardos”
Tienen que ocurrir hechos extraordinarios para que se atrevan los protagonistas del poder político a desenmascarar quienes están detrás y son los que protegen a los miembros del crimen organizado en esta absurda guerra que ha provocado la muerte de más de 70 mil mexicanos.
Lo que esta ocurriendo en Coahuila también se ha reflejado en la entidad veracruzana. Tuvo que perder a su hijo Humberto Moreira, el ex líder nacional del PRI, para atreverse a revelar que gente bien de la sociedad y reconocidos por todos, por el despliegue de sus riquezas y posiciones políticas,-- como ocurre en Córdoba, Xalapa y Boca del Río y otras ciudades veracruzanas --, son los potentados norteños como los jarochos, los que tienen estrechas relaciones financieras con los narcos.
“Ellos son los verdaderos culpables que con sus grandes negocios pueden estas comprando armas y reclutando sicarios y ellos están dentro de la sociedad”
¿Por qué hasta ahora se atrevió a denunciarlos el ex gobernador coahuilense?