El Felipe Calderón que conocimos el agresivo y bronco de cuando fue líder nacional del PAN y como presidente del país, cuando respondía con dureza sobre los ataques que sufrió la sociedad mexicana por parte del crimen organizado, volvió a verse recientemente su lado áspero y rudo, durante el pasado jueves durante su visita a la ciudad de Xalapa.
Se atrevió al fin a reclamarle al Instituto Federal Electoral su pasividad ante la serie de denuncias sobre las violaciones que se cometieron durante el pasado proceso electoral. Justificó las protestas de Andrés Manuel López Obrador y le dio la razón sobre la inequidad del proceso.
Alguien le hizo ver que su actuación de salir a festejar y aprobar el triunfo de Enrique Peña Nieto, era a todas luces una arreglada complicidad con los grupos del poder, que maneja el PRI y una traición a los ideales democráticos que había presumido el PAN desde su creación. Vio las sombras de sus incorruptibles padrinos políticos y el airado reclamo de ultratumba de su padre.
Algo pasó en su visita al estado de Veracruz para que criticara la ilegal y abierta participación de los gobernantes priistas en el día de los comicios. Al fin se atrevió a coincidir con sus enemigos de los partidos de la izquierda mexicana sobre las pruebas presentadas ante la descarada compra de votos.
Coincidentemente también Josefina Vázquez Mota, que se había mantenido en silencio repitió el mismo reclamo a las autoridades del IFE y pidió que actuara sobre la inequidad del proceso. Era el mismo discurso de Vázquez Mota y Calderón Hinojosa al concordar sobre la burla de las encuestadoras que desde un principio se comprometieron a engañar con resultados ficticios y adulterados.
¿Qué habrá ocurrido para ese viraje de 180 grados de la candidata presidencial panista y el líder moral del PAN el presidente Calderón? La respuesta está que los propios panistas quienes no asistieron a la comida que los invitaron en el puerto.

El PRI de nuevo en último lugar

Irse el PRI al tercer lugar en la votación en el municipio del puerto de Veracruz es un claro mensaje de la sociedad porteña del rechazo que existe hacia sus autoridades que pertenecen a ese instituto político.

Cambiar a los medios

Se recuerda en aquellos años de reportero en la ciudad de México, el grito de los jóvenes de ¡Prensa vendida!, cuando estos estudiantes pasaban sobre la avenida Bucareli, donde se encontraban las instalaciones de los periódicos Excélsior, Novedades y El Universal. No era secreto que los controles que ejercía el gobierno para dominar la libertad de expresión eran totalmente arbitrarios. El mismo gobierno tenía el manejo del papel y sin esta materia prima no se podía subsistir como medio impreso.
Ahora a los periodistas se les cuestiona con dureza y con justa razón por su manera tergiversada de pensar, el estilo interesado al escribir o la manipulada forma de dar a conocer sus puntos de vista en los medios audiovisuales.
A tal grado es la repulsa que sean ahora los comunicadores personas odiadas por la sociedad. Lo ocurrido en los últimos días donde son perseguidos y hasta escupidos como el caso de Carlos Marín y tener que ocultarse como Ciro Gómez Leyva. Ya no digamos a los conductores de Televisa como Joaquín López-Dóriga. En menor medida a Carlos Loret de Mola o el reconocimiento a su objetividad de la misma casa televisora a Víctor Trujillo mejor conocido como Brozo.
Nunca se pensó que hubiera un movimiento a nivel nacional que exija una transformación en el manejo de las noticias. Que no se manipulen los hechos, que tampoco se minimicen los errores oficiales y mucho menos que se oculte la realidad que vive el país. La verdad debe ser independiente. Cuando simplemente se exponen los hechos no habrá imparcialidad.