A medida que pasan las horas y se analizan los hechos de lo ocurrido el domingo electoral, empiezan a surgir nuevas pruebas y circunstancias del confidencial acuerdo al que habían llegado el PAN y el PRI, que se remonta desde que se realizó la transición, en este arreglo que iniciara Carlos Salinas con Vicente Fox y que debían llevarlo a cabo de acuerdo a los tiempos sexenales pactados y le correspondía hacerlo efectivo al presidente Felipe Calderón con los poderes facticos encabezados por Televisa, donde se decidió que Enrique Peña Nieto obtuviera el relevo de la Presidencia de la República.
Era el formal pago del turbulento y subterráneo acto de la toma de posesión como presidente Felipe Calderón, con el apoyo del PRI, por la puerta de atrás de la Cámara de Diputados.
Es tan fácil engañarse a sí mismo, sin darse cuenta de lo sencillo que resulta engañar a los demás sin que lo noten. De antemano estaba planeado entre las cúpulas del PRI y del PAN, que la candidata Josefina Vázquez Mota tenía que fracasar y con un efecto carambola de dividir al electorado en tercios se podría garantizar que el aspirante de los partidos de izquierda perdiera.
La tarea era distraer a la ciudadanía y con ello dividir la votación. Una artificial pelea entre el PAN y el PRD con la complicidad de las casas encuestadoras para lograr el segundo lugar sin afectar al puntero, de allí que no se moviera el porcentaje en las cuchareadas consultas. El compromiso con el gobierno federal implicaba que no se tocara a los exgobernadores priistas. Lo de Humberto Moreira como líder nacional del PRI lo taparon tanto en la PGR como los noticieros televisivos. Lo de los exgobernadores de Tamaulipas era devastador, pero no lo hizo el gobierno federal sino de los jueces de los Estados Unidos. Calderón cumplía a carta cabal el acuerdo, a cambio de que se cuidaría la figura presidencial durante el desarrollo de la campaña, ninguna mención sobre el desempleo, tampoco del nulo crecimiento económico y un silencio absoluto sobre el saldo sangriento de más de 60 mil muertos por la guerra en contra del crimen organizado.
El PRI prometió al PAN que no habría cacería de brujas y se cuidaría la salida decorosa de Calderón Hinojosa de Los Pinos.
En este plan figuraba sin saberlo la candidata Vázquez Mota, hasta el final fue enterada, de allí los cambios realizados en el equipo de campaña de la panista con un propósito y una misión diferente a que ganara la elección. Por eso se mandó como coordinador al propio secretario privado del presidente Calderón, Roberto Gil y se agregaron entre otros al expriista Diódoro Carrasco, Ramírez Acuña, Carlos Medina Plascencia y Ernesto Ruffo.
En esta partida secreta también figuraba la maestra Elba Esther Gordillo, ella estuvo incluida a petición expresa de Salinas de Gortari apoyándose en los miles de operadores comisionados del SNTE. Ellos contrataron al candidato presidencial de su partido Nueva Alianza, el ecólogo Gabriel Quadri, a quien se le dio el script como distractor electoral con un papel específico en esta obra, el cual tenía que entrar en escena durante los debates y en las diversas plazas durante su campaña tenía que cumplir su tarea como golpeador del tabasqueño. No se metió con el priista.
El domingo se cayó el telón, el buen armado teatro del PRIAN cerraba su función, los boletos estaban agotados desde noventa días atrás.
Beatriz Paredes tendría que salir primero a reconocer su derrota ante el triunfante Jefe de Gobierno, el exprocurador capitalino, Miguel Mancera, como prueba de que el PRI reconocía su derrota, como mensaje subliminal para que el candidato de la izquierda también lo hiciera.
Parecía que los tiempos se cerraban, de allí tuvieron que adelantar a Josefina Vázquez Mota a reconocer su derrota cuando ni siquiera el IFE daba a conocer resultados y Felipe Calderón y Gabriel Quadri salieron casi juntos a proclamar el triunfo de su aliado priista y demandar a López Obrador que hiciera lo mismo.
Se cumplió el pacto, el PAN le devuelve al PRI el Poder Ejecutivo. Solo se lo habían prestado.