La petición del presidente López Obrador de que se disculpen tanto el Papa Francisco como el Rey de España Felipe VI por presuntos agravios acaecidos hace 500 años, es un hecho sin precedentes, protagónico y eminentemente mediático, por no decir fuera de lugar.
Esta solicitud desplazó a los últimos lugares las noticias sobre los problemas reales que tenemos en México como los relacionados con nuestra economía que se está estancando, la inseguridad que padecemos, la falta de empleo, la belicosidad de la CNTE que hace y deshace sin ninguna consecuencia legal y otros problemas que solamente podemos enfrentar y resolver estando todos unidos.
Parece ser que el presidente de México ya se olvidó de la república amorosa y no sabe, ni nadie le ha dicho, que ya en 1836 se firmó un tratado de paz y amistad por parte los representantes de ambas naciones, los señores ministros Santa María y Calatrava, donde acordaron a nombre de sus respectivos países perdonarse y olvidar los agravios, reclamos y mutuas ofensas en que ambas partes incurrieron en el pasado.
En nuestro pasado colonial, -hay que resaltarlo-, hubo claroscuros, pero sin duda hubo más cosas positivas que negativas.
Por eso, España es un país muy querido por la mayoría de los mexicanos. Prueba de ello es que nuestro país le abrió las puertas a la inmigración española durante la guerra civil y muchos ciudadanos de ese país encontraron en México un refugio seguro, un lugar digno para trabajar y una tierra buena para tener un hogar, fundar una familia y echar raíces.
España no se queda atrás. Los españoles también sienten un gran aprecio por nosotros los mexicanos. Basta y sobra ver todas las atenciones que nos prodigan cuando visitamos esa nación.
A España le debemos el idioma, la cultura, la religión. Por España nos llegó la imprenta, la rueda, los animales de tiro, la universidad, el derecho romano y todos los avances que tuvo hasta entonces el mundo árabe. A través de España llegaron también los asilos, las escuelas, los conventos, las bibliotecas, los orfanatorios, los acueductos, la figura del cabildo, los puertos, las fortalezas, los puentes, los animales domésticos, el arado y sobre todo las muy avanzadas para la época Leyes de Indias que con una visión verdaderamente moderna para ese tiempo, abolían la esclavitud y concedían derechos a los indígenas que ni siquiera en sus propias tribus tenían.
No hay por lo tanto de qué preocuparse ni enojarse por lo que pasó o dejó de pasar hace 500 años, cuando ni siquiera se tenía idea alguna de lo que son los derechos humanos y cuando ni siquiera México existía como nación. Por eso no deben juzgarse los hechos con la mentalidad actual. Siempre hay que ubicarse en el contexto histórico del momento, para tener una idea objetiva de cómo y porqué se dieron las cosas de la manera en que sucedieron. Además, lo que pasó, pasó.
Eso ya es historia y lo que sucedió para bien o incluso para mal no tiene remedio. Tampoco hay que perder el tiempo haciendo reclamos por hechos bastante lejanos a quienes hoy no tienen absolutamente nada que ver con el tema.
Más bien debemos de preocuparnos y ocuparnos por ver hacia el futuro y tratar de construir relaciones de amistad, entendimiento y fraternidad con todos los pueblos de la tierra, muy especialmente con los hispanoparlantes que son con quienes tenemos lazos culturales muy estrechos.
Es tiempo de sumar y no de dividir, para no caer en los mismos errores que tantos problemas nos han causado en el pasado. Divididos y enfrentados no llegaremos a ningún lado. Unidos podemos lograr maravillas.
Ubiquémonos y no nos dejemos llevar por las emociones que convenientemente manipuladas por algunos políticos, avivan odios irracionales e injustificados para llevar agua a su molino.
Apreciemos lo positivo de la colonia que combinó lo mejor de las dos culturas y que se quiera o no, sirvió de sólido cimiento para construir el México actual.
¿No les parece a Ustedes?.
Muchas gracias y feliz fin de semana.
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