En el 2006 poco después de aquellos comicios presidenciales en donde Andrés Manuel López Obrador perdió por medio punto porcentual en contra de Felipe Calderón Hinojosa los periodistas Óscar Camacho y Alejandro Almazán publicaron el libro “La victoria que no fue”.
En ese texto van narrando como el ex Jefe de Gobierno más que perder los comicios por un fraude electoral que no fue comprobado al cien por ciento, su derrota se debió a una cadena de errores que fue la causa de perder una ventaja muy importante en las encuestas.
Se destaca en ello la soberbia de López Obrador que se tradujo en su desdén hacia la televisión, por Cuauhtémoc Cárdenas, pero sobre todo hace énfasis en la incipiente estructura electoral.
Y tal vez algunos factores se estén repitiendo a partir de entonces, pues los pasados candidatos de MORENA a las presidencias municipales lo vivieron en carne propia.
Un ejemplo se presentó en el caso del abanderado por el puerto de Veracruz, Ricardo Exsome Zapata, quien terminó en segundo lugar al sumar 40 mil votos, pero tuvo varios inconvenientes en su campaña.
Por ejemplo el empresario solamente pudo tener representantes de casilla en 3 de cada 10 casillas electorales, un asunto que parece ser es el talón de Aquiles del partido fundado por López Obrador. Hay simpatía, se manifiesta en los sufragios pero no alcanza para que haya una cultura de participación electoral a su favor con gente que se presente a respaldarlos como estructura.
De hecho aseguran que quienes participaron en el interior de la organización de este candidato que estuvo en el equipo del ex abanderado que debieron conseguir copias de las actas con otros partidos afines como es el Partido del Trabajo, y quienes paradójicamente, con un aspirante sin mucha presencia entre la ciudadanía, pudo armar un equipo que cubriera casi la totalidad de las casillas.
Pero lo que llama la atención es que al igual que aquel 2006 donde la izquierda daba por descontada su triunfo hoy día se cometan las mismas pifias. La experiencia no está siendo útil sino por el contrario, parecen seguir el mismo camino, y si se lleva la misma directriz serán los mismo resultados.
Por supuesto que vemos a un Andrés López Obrador diferente al de hace 11 años, más conciliador, apenas un poco más, pero lo que vivieron con Esxome en Veracruz puerto y compañía no puede volver a suceder en Junio del 2018.
Según los analistas hay el tiempo suficiente para crear un ejército ciudadano que se dedique a vigilar el voto en todas las casillas. De otra forma, ese seguirá siendo el talán de Aquiles, lo que no funcionó en esta contienda y lo que permitirá que propios y extraños hagan lo que gusten con la democracia, aún cuando ese partido sea segundo en las preferencias como ocurrió en la ciudad más importante del estado.
MUY EN CORTO
NO LA SALVA SILVA. Se rumoró que estaba operando un “quedabien” para la familia Yunes y así lograr impunidad. Esto, a pesar de haber sido el principal o único detractor de este clan que hubo en el duartismo, quien se enfrentara incluso en forma personal, vía redes sociales, al entonces aspirante a gobernador, hoy en el poder, Miguel Ángel Yunes.
Atacó a su antecesora Gina Domínguez, a quien culpó de la desaparición de los millones de pesos que reclama este gobierno en el rubro de Comunicación Social, pero parece que nada le ha valido para salvarse. Se trata del ex diputado federal, ex vocero del gobierno De Javier Duarte, y quien fue también secretario de Desarrollo Social, Alberto Silva Ramos, quien ya tiene la solicitud de desafuero encima.
Habría que ver si sigue los mismos pasos que su homólogo Tarek Abdalá para seguir aguantando el fuero, pero si aún así lograra seguir blindado por esa complicidad legal para los que ocupan un puesto de elección popular, el próximo año se le terminaría y estaría a merced de ser llamado por la justicia, como lo está reclamando este gobierno.
Según Yunes y el proceso que le abrió la Fiscalía el ex vocero presenta un desvío millonario en el manejo del presupuesto para los medios de comunicación.