Con todo respeto hacia nuestro admirado Gabriel GarcÃa Márquez, asà podrÃa llamarse la crónica sobre la detención de Javier Duarte. Todo mundo apostaba a que ésta se darÃa antes de las elecciones del 4 de junio, para apuntalar al atribulado partido en el poder ante las derrotas electorales que se avecinan. Los usos y costumbres del régimen ya son bien conocidos por todos los mexicanos. Sólo faltaba saber la fecha precisa y el lugar. Ya sucedió.
Con la detención de Duarte el régimen se juega una de sus últimas cartas para recomponer un poco la imagen tan deteriorada que se ha empeñado en cimentar gasolinazo tras gasolinazo, soborno tras soborno e impunidad tras impunidad.
La de Duarte se suma a una ya larga lista de gobernadores y altos funcionarios estatales extraÃdos de las filas del partido oficial que tienen que enfrentar procesos ante la justicia: malversación de fondos, fraudes fiscales y desviación de recursos, cuando no ligas directas con el narcotráfico, como en el caso de Yarrington, el ex de Tamaulipas.
No resultan sorprendentes las reacciones de incredulidad de la mayorÃa de los veracruzanos, que ven en esta detención el efecto polÃtico de frente a las próximas elecciones, particularmente en nuestro estado.
Acostumbrados a la impunidad total para los polÃticos del régimen, esta incredulidad es una defensa psÃquica ante una nueva decepción, la que se vivirá nuevamente al paso de un largo proceso judicial del que podrÃa salir un acuerdo para devolver algo de lo perdido, reducir penas mayores y finalmente, cuando el caso ya esté enfriado o haya un suceso mucho mayor, alcanzar la libertad anticipada después de algunos pocos años en prisión.
Mientras tanto, la esposa, los suegros y los cómplices, disfrutarán de los bienes malhabidos. Y al alcanzar la libertad, a disfrutar nuevamente en familia. Recordemos tan sólo el caso de Raúl Salinas de Gortari, el hermano incómodo, al cual se le devolvieron 242 millones de pesos después de haberlo exonerado del asesinato de su cuñado y de enriquecimiento ilÃcito. TodavÃa hoy los sigue disfrutando.
Esta incredulidad opera en contra del sistema polÃtico y el gobierno de Peña Nieto. Pero también en contra del gobierno de Yunes, quien se ha cruzado de brazos ante la decisión de un juez al concederle a Flavino RÃos, el exgobernador interino, enfrentar en libertad condicional, en su domicilio, el juicio que se le sigue por haber facilitado la huida a su antiguo jefe. O bien dicha salida se dio a cambio de que los priÃstas aprobaran la reestructuración de la deuda del gobierno de Veracruz. O bien se pactó cuando Flavino proporcionó datos para la captura de Duarte, siguiendo la pista de sus hijos.
Por otro lado, en virtud de la incredulidad reinante, vale preguntarse si no habrÃa ya un acuerdo previo, una detención pactada, entre Peña Nieto, Yunes y Duarte, teniendo como vértice de las negociaciones al propio Flavino.
Después de las primeras declaraciones del gobernador Yunes haciendo un reconocimiento a Peña Nieto y éste dejando todo el escenario para el lucimiento del veracruzano, falta saber qué dice Duarte. ¿Qué tanto callará de su respaldo millonario para la elección presidencial de Peña Nieto? ¿A quiénes involucrará y a quiénes no? ¿Qué tanto querrá añadir al tan amañado supuesto apoyo hacia Morena?
De lo que diga se confirmará la existencia de ese pacto. Todo se puede esperar de los acuerdos PRI-PAN. En el México barroco de la polÃtica tradicional, la justicia está siempre al servicio de las necesidades del régimen.
Lo dicho, necesitamos con urgencia un cambio verdadero.
marco.a.medinaperez@gmail.com