2018: el renacimiento de México
Prolífico como ningún otro político en la escena nacional, Andrés Manuel López Obrador acaba de publicar su más reciente libro al que tituló “2018 La Salida”. En él aborda dos temas fundamentales: La Decadencia y El Renacimiento de México.
Hombre de acción y de ideas, al caminar por el territorio nacional y abordar los principales problemas que aquejan al país y sus regiones, va considerando y construyendo reflexiones que después verifica en fuentes directas, investigaciones recientes o bibliografía añeja, sobre todo las de referencias históricas que conoce muy bien.
En un ir y venir entre teoría y práctica, recoge inquietudes sociales y recupera de su propia vivencia como dirigente político el meollo de los problemas sociales, económicos y políticos del país, lo que le ha permitido construir una teoría propia y una estrategia sobre los cambios que necesita el país.
“En este libro reafirmo mi postura de que la corrupción es el principal problema de México”, señala en el primer párrafo de su obra, idea básica alrededor de la que genera todo el diagnóstico de la decadencia en que se ha sumido al país a partir de la llegada al poder de un grupo compacto de políticos y empresarios coludidos con una sola finalidad, utilizar el poder político para hacer negocios y saquear al país.
La fusión de intereses privados y gestión pública ha llegado a tal punto, que la “corrupción ya no es un conjunto de prácticas aisladas e inconexas entre sí, sino un ejercicio sistemático y sistémico”, que permea todos los ámbitos de la vida nacional.
López Obrador repasa los episodios más turbios en donde se entrelazan corrupción e impunidades, comenzando con la privatización del patrimonio nacional, y señala una correlación muy exacta entre esta política y la ampliación de la desigualdad en el país.
A mayor privatización más desigualdad, parece mostrar el autor, apoyándose en el investigador Gerardo Esquivel, del Colegio de México, quien encontró que como resultado de estas políticas el 1 por ciento de la población acapara el 21 por ciento de la riqueza del país en la actualidad.
Los casos de corrupción, legalizados por la dupla PRI-PAN desde los tiempos de Salinas de Gortari, como el FOBAPROA; la privatización de los bancos, Telmex, las líneas aéreas, los ferrocarriles, la televisora estatal; así como los negocios turbios de Zedillo, Calderón, Fox y Peña Nieto, son reseñados como un gran ejercicio de la memoria para no olvidar que todo ello está concatenado como partes de un todo, que no son sucesos aislados ni fortuitos, sino un robo sistemático, institucionalizado, que debe cortarse de raíz.
En 2018 La Salida, AMLO es enfático al resaltar que sí hay salida a este grave problema y que él sabe cómo llevarla a cabo.
En resumen, él afirma que la corrupción se debe combatir de arriba para abajo, lo cual para muchos representa una ingenuidad cuando no una medida simplona.
Pareciera que la propuesta de AMLO es voluntarista, que basta con que él llegue a la presidencia de la República para que se instaure la honestidad y el buen ejemplo cunda.
Al definir la corrupción prevaleciente como parte orgánica del sistema, AMLO puede entonces dar un fundamento sólido a su propuesta anticorrupción.
Primero, porque al ser el mexicano un sistema presidencialista por excelencia, es inconcebible que los actos principales de corrupción no pasen por manos o conocimiento del poder presidencial. Luego entonces, quien esté al frente de la presidencia define una gran parte de la solución.
Segundo, porque la corrupción no es parte sustancial de la sociedad, sino del sistema económico imperante y de la cúpula en el poder que lo lleva adelante.
La corrupción que pesa, los grandes atracos al erario público no se dan en la base social ni entre los funcionarios de último o mediano nivel, sino en el primer o segundo nivel de decisión, justo en la punta de la pirámide, por lo que, de nuevo, la mayor parte de la solución está ahí.
Tercero, porque una vez instaurada en la cúpula del poder la honestidad y la moralidad en los manejos de los recursos públicos, en efecto, el ejemplo cundirá, no como resultado de una acción mesiánica, sino por el hecho de la gran reserva moral y de principios que existen en la sociedad mexicana, que aflorarán con éxito una vez que dejen de operar los convenientes atractivos de la impunidad como parte consustancial de la corrupción.
También para Veracruz aplica lo de barrer la corrupción de arriba para abajo. Qué falta hace la aplicación de este programa amloísta en los gobiernos municipales y en la gubernatura del Estado. Lo dicho, si el mal ejemplo se pone arriba, la corrupción seguirá extendiendo sus tentáculos y pudriendo las estructuras gubernamentales y sociales. Por ello urge el cambio.
marco.a.medinaperez@gmail.com