Todos sabemos que el mayor problema que enfrentamos los mexicanos es la inseguridad. Por eso, la ciudadanía pide a gritos a las autoridades que nos brinden seguridad. Este airado reclamo se escucha en todas las conversaciones sociales, familiares ó de negocios; en las redes sociales y en los medios de comunicación. Sin dejar de reconocer que dicha petición es legítima y debe ser atendida con prontitud, para recuperar la tranquilidad perdida, me parece que la demanda de mejorar la seguridad, tal y como se plantea, resulta totalmente incompleta. Porque se les pide cambiar a las autoridades, a la policía, a los jueces y a los ministerios públicos, creyendo que cambiando ellos, las cosas mejorarán automáticamente, lo cual es una buena intención pero no suficiente, porque ellos en su conjunto representan cuando mucho el 1% de la población total del país y aunque la necesidad de que cambien para mejorar es real, debemos aclarar que esto no implica la solución completa del problema, porque el verdadero origen de este se encuentra en la sociedad y para decirlo con mayor claridad,
en la familia que es su célula básica. Cuando se enferma la célula básica, el cuerpo social se enferma también. Esto difícilmente lo aceptamos porque por comodidad, preferimos responsabilizar a los demás de nuestras propias fallas. En la familia integrada está la verdadera causa de nuestros aciertos y en la desintegrada la de nuestros grandes problemas. Porque la desintegración familiar, el abandono de los hijos, la falta de cuidado y orientación de éstos por parte de sus padres, son los principales problemas que deben atenderse si es que deseamos cambiar realmente a la sociedad. En los últimos años el ataque contra la familia, enderezado por grupos de poder, ha tenido bastante éxito. Consecuencia de esto son la violencia, la desintegración familiar, el aborto y el consumo de drogas, entre otros grandes males. Se nos ha olvidado que es en el hogar donde se forja a la gente de bien, a los héroes, a los santos y a los sabios que ayudarán a que la sociedad progrese y mejore. Ahí se puede aprender que el trabajo, el esfuerzo, el respeto a los demás,
el ahorro, el estudio y la perseverancia son las mejores herramientas para salir adelante. Es también en el hogar donde se incuban los futuros delincuentes, cuando los hijos reciben mal ejemplo de sus padres y no son orientados, atendidos, escuchados, ni ayudados oportunamente para salir adelante. Por eso, para mejorar deberemos de cambiar todos, pero especialmente los padres de familia, siendo más responsables y atendiendo responsablemente a los hijos, enseñándoles valores. En esta enorme y ardua tarea son imprescindibles los buenos maestros y los medios de comunicación responsables, que entienden perfectamente el papel tan importante que desempeñan para cambiar el país y mejorarlo. Conclusión: El cambio debe empezar por nosotros y después por los demás. Si cambiamos nosotros, cambiará el mundo. Para lograrlo requerimos autocrítica, decisión, capacitación y valor. No les parece a Ustedes?. Muchas gracias y buen fin de semana.