El gran atraco contra los ingresos de la mayor parte de la población ha sido la piedra angular de la política neoliberal que ha asolado las tierras mexicanas y veracruzanas en las últimas 3 décadas. El bajo costo de la mano de obra mexicana fue ofrecido como la mayor ventaja competitiva en el intercambio con los Estados Unidos y ayudó a este país y al capitalismo en general a sortear las dificultades económicas de los últimos años. La determinación estatal de los salarios mínimos que sirve como referencia para el resto de los salarios, así como el control de la mayor parte de las organizaciones sindicales y las juntas de conciliación y arbitraje, son los instrumentos básicos que el Estado mexicano ha usado para deprimir los salarios año con año. Pero si por el lado de los ingresos hay un gran atraco, por el lado del consumo y los impuestos hay otro mayor. El incremento de los precios y tarifas de los bienes y servicios ofrecidos por el sector público (electricidad, gasolina, gas); por el sector privado cada vez más concentrado (telefonía fija y celular, servicios bancarios y comerciales); por la privatización del ahorro y la seguridad social; así como por la privatización de la educación y la salud, otrora servicios de casi exclusiva responsabilidad del Estado, han repercutido en una cada vez mayor extracción de recursos de los bolsillos de la población. También por el lado de los impuestos la carga fiscal ha sido mayor sobre los trabajadores y clase media, a través del crecimiento de los impuestos indirectos,
el IVA y el impuesto especial sobre producción y servicios. El empleo informal no es sino la otra cara de la moneda de las políticas que se han aplicado en los últimos tiempos. Recientemente el INEG acaba de publicar la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) correspondiente al segundo trimestre de este año. Por ella sabemos que se ha incrementado el número de mexicanos trabajando en la economía informal. De acuerdo a la ENOE (http://www.beta.inegi.org.mx/ proyectos/enchogares/regulares/enoe/), 29.4 millones de mexicanos trabajan en la economía informal, 300 mil más que en el mismo periodo de 2015, y representan 57.2% del total de la población ocupada. En el caso de Veracruz, la tasa de informalidad es mayor, del 69.6%, y afecta a más de 2 millones 100 mil de los 3 millones 025 mil veracruzanos con trabajo. Para el INEGI, en el sector informal se encuentran: “el trabajo no protegido en la actividad agropecuaria, el servicio doméstico remunerado de los hogares, así como los trabajadores subordinados que, aunque trabajan para unidades económicas formales, lo hacen bajo modalidades en las que se elude el registro ante la seguridad social”. Pues bien, la informalidad es causa y consecuencia de la política de depreciación del costo de la mano de obra. Para empobrecer la mano de obra es necesario mantener en el desempleo a una gran masa de trabajadores que no tendrán otra opción que ofrecer a bajo
costo su fuerza de trabajo. Por otro lado, la presión de los patrones, de la Comisión Mixta de los Salarios Mínimos, de las juntas de conciliación y arbitraje para negociar hacia la baja los salarios, aunado al encarecimiento de la vida por la vía del alza de precios y tarifas del sector público y privado, provocan el empobrecimiento de la mano de obra y obligan a muchos trabajadores o a sus cónyuges a emplearse en el sector informal, ya sea para complementar el ingreso familiar o para apostarle de plano a esta manera de ganarse la vida en vez de emplearse de tiempo completo en el sector formal ganando salarios muy bajos. El crecimiento del sector informal de la economía conviene a la concentración del ingreso porque libera al sistema económico de gastos adicionales en seguridad social y prestaciones anexas al salario. Pero en el pecado lleva la penitencia, ya que el empobrecimiento de la mano de obra deja a los trabajadores sin ingresos suficientes y por lo mismo sin participación sustancial en el consumo, por lo que disminuye también el incentivo al desarrollo económico y la expansión de los negocios. Varias décadas de un pobre crecimiento económico demuestran que este camino es improductivo e ineficiente para el desarrollo del país. Y para Veracruz significa un lastre para que florezca en todo su vigor el gran potencial de los veracruzanos y de la enorme riqueza natural que posee esta tierra. Por ello es urgente cambiarlo. Los lectores tienen la palabra.