Por Francisco J. Ávila Camberos
Columna: La dictadura de las minorías
La dictadura de las minorías
2015-04-05 | 12:44:32

Hay un reto enorme que debemos resolver en México, si es que realmente deseamos avanzar como nación. Ese desafío lo constituye la vigencia plena del estado de derecho.

Sin estado de derecho domina el desorden, el caos, la impunidad y la in¬certidumbre. Estos factores negativos ahuyentan la inversión productiva.

Recordemos que sin inversión productiva no hay empleos; sin empleos no hay consumo y si no hay consumo la economía se detiene. Si esto pasa, tampoco se generan impuestos. Todos resultamos afectados.

Menciono esto porque se ha vuelto costumbre, cada vez que un pequeño grupo tiene un problema, real o supuesto, auténtico o manipulado, se manifiesta bloqueando impunemente una calle, una carretera o un puente, afectando a miles de personas, que nada tienen que ver con sus demandas.

Eso no se vale, porque los bloqueos a las vías generales de comunicación están expresamente prohibidos por la Ley, debido al daño que causan y la violación de esta disposición se sanciona con severidad.

Pero en México, donde no pasa nada, los manifestantes rijosos violan la ley y sabedores de que no serán sancionados, hacen lo que les da la gana, afectando con su actitud a ciudadanos pacíficos que pagamos impuestos y tenemos todo el derecho de transitar libremente para ir a casa, a la escuela o al trabajo.

Aclaro antes de seguir, que el derecho a manifestarse está garantizado por la Constitución. Forma parte de nuestras libertades. Sin embargo, dicha libertad no es ilimitada, ni patente de corso para afectar los derechos de terceros; porque una cosa es manifestarse pacíficamente y otra muy distinta son las protestas violentas y los bloqueos.

En cualquier país civilizado las manifestaciones se permiten, porque son parte de las libertades que tienen los ciudadanos, pero siempre y cuando sean respetuosas y no afecten los derechos de terceros.

Cuando en países del primer mundo, las manifestaciones rebasan los límites establecidos por la Ley y se afecta el libre tránsito, la propiedad, la seguridad o los derechos de terceros; interviene inmediatamente la policía. Si los manifestantes insisten en bloquear calles, causar daños o generar caos, la fuerza pública cumple su función de imponer orden.

La mayoría de los ciudadanos de esas naciones, aplauden la intervención efectiva de las autoridades que, con la fuerza pública restablecen el orden y el estado de derecho.

En México, donde los manifestantes con frecuencia hacen lo que les da la gana, la fuerza pública no interviene para poner orden, porque las autoridades temen ser acusadas de represoras. Hay que decirles que la mayoría de los ciudadanos afectados, reprobamos el que prefieran nadar de muertito, antes que cumplir con su deber.

Cuando ocasionalmente envían a la policía, es casi seguro que los manifestantes los agredan con piedras y palos como si fueran piñata y no pasa nada. Los noticieros de televisión muestran imágenes de policías arrinconados, recibiendo andanadas de golpes, mientras que las hordas de manifestantes encapuchados desahogan sus traumas y rencores sociales, utilizando violencia extrema contra quienes también son pueblo y su escaso salario no compensa las agresiones sufridas.

La ausencia del estado de derecho espanta y ahuyenta a los inversionistas. Tan solo el año pasado la inversión extranjera en México bajó 35%. Por eso la economía de Oaxaca no despega. Año tras año las manifestaciones y bloqueos continúan. Guerrero y Michoacán desafortunadamente van por el mismo camino.

Curiosamente, por la tibieza de la autoridad, frecuentemente los manifestantes rijosos detenidos por su agresividad y por los daños causados, son liberados en unas cuantas horas mediante el pago de multas verdaderamente ridículas.

De esa manera, salen de la cárcel envalentonados a cometer más desmanes, como cuando le echaron un encima un camión a la policía, pintarrajearon la columna de La Independencia y quemaron la puerta del Palacio Nacional; o los que en Guerrero queman palacios municipales y saquean oficinas públicas.

A mí me ha tocado estar 8 horas detenido en la carretera a Xalapa, porque fue bloqueada por 50 personas que no pagaron la energía eléctrica que consumieron y al cortarles la CFE el servicio, protestaron interrumpiendo el tráfico, afectando con ello a miles de personas inocentes. También me ha tocado perder un vuelo en el DF porque un grupúsculo de 10 personas cerró una calle y provocó un enorme embotellamiento que hizo que cientos de pasajeros llegáramos tarde al aeropuerto.

Por eso es importante que las autoridades estatales y federales actúen con diligencia cuando haya bloqueos, para resolverlos inmediatamente y no salgamos perjudicados quienes trabajamos, producimos y pagamos los impuestos con que se cubren sus salarios.

De lo contrario, la ciudadanía cobrará en las próximas elecciones todos los agravios recibidos y más a aquellos partidos políticos que de frente o a escondidas promueven las manifestaciones violentas y los bloqueos.

Hay que decirlo con toda claridad: Basta de impunidad y de falta de autoridad. No vaya a suceder que la ciudadanía cansada de tanto desorden pretenda hacerse justicia por su propia mano, como en el caso del absurdo y perjudicial bloqueo del puente de Boca del Río, donde grupos de ciudadanos afectados querían desalojar por la fuerza a quienes bloqueaban el puente.

No permitamos que las cosas lleguen a tales extremos. ¿No les parece a ustedes?
Hasta el próximo sábado.

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