Se podría considerar como un proceso normal en la selección de precandidatos a las diputaciones federales priistas la reacción de diversos sectores partidistas en contra de estas nominaciones, pero en esta ocasión, la respuesta negativa es de mayores proporciones y no se trata de aquellos funcionarios que no hayan sido los escogidos, sino la protesta es más generalizada por el bajo nivel de los seleccionados, aunado a que siguen siendo los mismos de un pequeño grupo que tiene más de diez años rotando dentro de un mismo círculo del poder.

El reparto dentro del gobierno estatal no es equitativo y esta ha sido una constante que se remonta a quinquenios, situación agravante por el incumplimiento de supuestos formales ofrecimientos hechos por el funcionario que decide quiénes deben ser los abanderados del PRI. Las promesas de siempre que son desechadas.

Este malestar priista no es solo de infanterías sino en esta rijosa eventualidad son los grandes generales del partido tricolor, los que rechazan al grupo designado para competir en los próximos comicios, lo que refleja la existencia de una gran división en filas priistas y por ende la fragmentación del llamado voto duro, lo que vaticina una gran derrota, hecho electoral que se ha venido repitiendo por décadas donde es mayor el número de perdedores que los que se levantan con el triunfo.

La actitud rebelde los senadores José y Héctor Yunes, fue para hacer patente la falta de unidad existente. La división tiene sus antiguas raíces por un fomentado antagonismo personalizado agravado últimamente por falta de consulta que no permite que haya un consenso entre el priismo veracruzano.

Ha trascendido el caso de la presidenta del Congreso local, diputada Anilú Ingram, que se opuso a ser nominada y que se ejercieron fuertes presiones para que aceptara. Por lo que no es válida la campaña de no haber cumplido con su acuerdo notarial de permanecer hasta el final de su período como legisladora.

Resultaba difícil para la legisladora del puerto oponerse a las decisiones unilaterales del gobernante, ante el riesgo de que tomara ciertas represalias por atreverse a decirle que no. Además de la eventualidad de perder en el puerto de Veracruz de acuerdo a como están las circunstancias y al fuego amigo de los compañeros de su partido.

Durante este palomeo final de la lista enviada de los precandidatos por el gobierno estatal al presidente del partido César Camacho, fue por este rechazada hasta en tres ocasiones, porque no se cumplía con la equidad de género porque imperaba como siempre la actitud misógina de los funcionarios priistas.

Los miembros del gabinete y los diputados que renunciaron para estas nominaciones no han encontrado el respaldo de los militantes de su partido sino todo lo contrario, empeorado con un ambiente adverso y hostil de importantes sectores del priismo local.

En estas elecciones, los problemas más serios que tienen los candidatos del tricolor es el repudio que existe entre los propios militantes que deberían de apoyarlos.