La clase política de Veracruz es de las que mejor registra los tiempos oficiales y de allí los últimos eventos que vive el gobierno de Javier Duarte de Ochoa en su penúltimo año de su administración.

Son demasiados los frentes que se han abierto de poderosos grupos de oposición que señalan su abierto rechazo a las últimas medidas electorales adoptadas por el gobierno en el poder.

La gota que vino a derramar el vaso fue la decisión unilateral de querer implantar una minigubernatura de dos años con el propósito de querer extender su control de más de una década dentro del gobierno estatal.

Lo extraño es que hubo mayor desaprobación por parte de los propios priistas que dentro de los liderazgos partidistas de oposición. Pareciera que es donde tienen un mejor control.

El exgobernador Miguel Alemán es de los mayores opositores, al grado de pedir la intervención de su amigo el presidente Enrique Peña Nieto para que no se cometiera esta locura, así por él calificada. Es conocido su desdeño y personal repudio al que fuera su sucesor Fidel Herrera Beltrán, al que se sigue considerando como el hombre fuerte que mece la cuna en la administración en el poder.

Para el trato caballeroso de Alemán Velasco no concibe la actitud grosera que se tuvo hacia su esposa Christiane Magnani por parte de Rosa Borunda de Herrera. Sobre todo que él fue quien tomó la decisión de que fuera el cuenqueño el gobernador veracruzano cuando contaba con Juan Maldonado Pereda como la persona idónea para continuar su obra.

El otro frente que tienen Duarte y Herrera es el de los tres senadores veracruzanos con poderosas relaciones con miembros del gabinete de Peña Nieto y de la cúpula nacional priista. El respaldo encontrado por diversos sectores y grupos mediáticos es el respaldo que requerían los legisladores para continuar en esta lucha dentro del propio partido.

Tanto por el lado de los verdaderos partidos políticos opositores como es el caso de la cúpula nacional del PAN, Movimiento Ciudadano, Partido del Trabajo y un crecido Morena, donde también tienen un abierto antagonismo que se reflejará en movimientos legales y vanguardistas para rechazar el antidemocrático mayoriteo legislativo que ejercen.

Son demasiados frentes políticos los que han abierto, sin contar los grupos sindicales que, oportunistas como siempre, vislumbran el acelerado término de una administración y toman ventaja para nuevas posiciones futuristas.

No se puede descartar en esta batalla por el poder político a la propia marginada burocracia estatal y la violación a la autonomía de los grupos universitarios que se sienten ofendidos por ser ambos sectores testigos de los numerosos y cínicos actos de corrupción que han trascendido hasta llegar a ser comentados en diversos medios.

El problema se agravó al reciclarse los cargos en el gabinete estatal y que siguen siendo el mismo grupo fidelista, cuando se esperaban cambios radicales y sobre todo la oportunidad que se merecen nuevos funcionarios con mayores méritos y conocimientos.