Por Catón
Columna: De política y cosas peores
La selección no es México
2014-07-02 | 10:22:45
¿Cómo se le llama a un hombre con tres pelotas?
Malabarista. (¿O qué pensaste?). “Lo
siento, señorita -le dijo el cajero del banco
a la muchacha-. Este billete de 500 pesos
es falso”. “¡Santo Cielo! -exclamó ella-. ¡Me
violaron!”.
En el bar un caballero más que maduro
entabló conversación con la bella chica que
se sentó a su lado en la barra. Le preguntó:
“¿Vengo aquí con frecuencia, linda?”.
Un indio piel roja se presentó en el consultorio
del doctor Ken Hosanna y le dijo con
voz ronca: “Gran Jefe, no caca”. El médico
entendió que el anciano jefe de la tribu estaba
sufriendo de constipación, de modo que le
dio al enviado un frasco con una purga ligera
para que se la tomara el enfermo. Dos días
después regresó el piel roja y repitió:”Gran
Jefe, no caca”.
El facultativo le entregó un purgante más
fuerte. Sucedió lo mismo: transcurrió un
par de días y volvió el mensajero: “Gran Jefe,
no caca”.
El galeno, entonces, le dio una potente
purga de caballo para que se la tomara el
anciano guerrero. A los dos días regresó el
piel roja y dijo con tono sombrío: “Gran caca,
no Jefe”. Me temo que padezco de daltonismo
patriótico.
En la Selección Nacional de Futbol no
veo a la patria, y pienso que el Chicharito,
Memo Ochoa, Rafa Márquez, Layún, Andrés
Guardado, Oribe Peralta, Giovani dos
Santos y los demás integrantes del equipo no
son México. Todos son excelentes jugadores
cuyo desempeño en la Copa del Mundo nos
hizo sentir orgullo y esperanza, pero en ellos
no reside la soberanía de la nación, ni son
su símbolo o su emblema. Tampoco el Piojo
Herrera es México.
Es un magnífico director técnico que
debe seguir al frente del equipo nacional;
un hombre carismático, dueño de enorme
simpatía, apasionado de su trabajo y eficaz,
pero no representa a la república.
Por eso, porque padezco de daltonismo
patriótico, no creo que el país se derrumbó
en esos cinco fatídicos minutos en que nuestro
conjunto cedió -se dio- ante la selección
de Holanda.
Por eso no lloré por la derrota-habrán de
perdonármelo-, ni me desgarré las vestiduras
-no tuve la precaución de ponerme ropita
vieja para tal efecto-, ni me mesé las barbas
-en mi descargo diré que soy lampiño-.
Tampoco, cruzándome de brazos, dije que
me daba igual, pero observo que el país ha
seguido su marcha -aunque no sepa hacia
dónde-, y me ha llamado mucho la atención
ver que los panaderos siguen haciendo pan, y
zapatos los zapateros, y que la gente continúa
viviendo pese a que el sueño se esfumó y a
que, según algunos, estamos condenados a
seguir perdiendo hasta el fin de los tiempos,
y todavía después.
Pero quizá digo todo eso porque, vuelvo
a repetirlo, padezco de daltonismo patriótico.
Aunque quién sabe: a lo mejor padezco
simplemente de daltonismo futbolístico, y
eso es bastante menos daltónico. Una monja
iba caminando cerca de un campo militar
de Texas.
Vestía los amplios y holgados hábitos
de las Madres de la Reverberación. En eso
llegó a todo correr un joven solado. Casi sin
aliento le dijo a la sor: “Madre: permítame
esconderme abajo de sus hábitos. La Policía
Militar me persigue porque deserté. Soy recién
casado, y mi esposa acaba de tener un
bebé. ¡No quiero ir a Afganistán!”.
La religiosa, compasiva, se levantó los
hábitos, y el muchacho se ocultó bajo ellos.
Apenas acababa de hacerlo cuando llegaron
dos forzudos policías militares. “Perdone,
reverenda madre -dijo uno de ellos-. ¿No vio
por aquí a un soldado?”. “Sí lo vi -contestó
la sóror-.
Iba corriendo, y se dirigió hacia allá”. A
toda prisa partieron los soldados en esa dirección.
“Puedes salir, hijo -le dijo entonces
la monja al desertor-. Los policías se fueron
ya”. Salió, en efecto, el joven soldado. “Gracias,
madre -le dijo a la religiosa-. Me ha
salvado usted la vida.
Pero, perdóneme la indiscreción: me llamó
mucho la atención ver que tiene usted
bastante vello en las piernas. Mi esposa usa
una crema depilatoria que le ha dado excelentes
resultados. Si quiere se la consigo”.
“De nada servirá eso, hijo -respondió la
monja-. Si te hubieras fijado más arriba habrías
visto algunas otras cosas que también
te habrían llamado mucho la atención. Yo
tampoco quiero ir a Afganistán”.

MIRADOR
››armando
fuentes aguirre
Un hombre vio el panal de las abejas.
Quedó asombrado por su perfección.
Les dijo:
-¡Qué maravilla es el panal que tienen!
Se diría diseñado por el más sabio
arquitecto o por el ingeniero más capaz.
Sus celdillas hexagonales son perfectas
para el objetivo de fabricar cera y miel
y almacenarlas; la proporción y peso
de la colmena son exactamente lo que
se necesita para que ustedes cumplan
su función. Las felicito. ¡Qué maravilla
es el panal que tienen!
Dijo una de las abejas:
-No valemos por lo que tenemos.
Valemos por lo que damos a los demás.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS
››por afa
“. Michoacán sigue en problemas.”.
Parece que está en el potro ese tristísimo
estado: traficantes por un lado,
autodefensas por otro.

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