Por Catón
Columna: De política y cosas peores
2012-12-06 | 21:31:16
Simpliciano, candoroso joven, casó con Pirulina, muchacha muy sabidora de la vida. Al entrar en la suite nupcial donde iban a pasar la noche de bodas él pronunció la consabida frase: “¡Al fin solos!”. Le dijo Pirulina con molestia: “Bueno: ¿venimos a platicar o a hacer lo otro?”… Capronio, sujeto ruin y desconsiderado, llamó por teléfono al doctor Herriot, médico veterinario, y le anunció: “Mi suegra le llevará a mi perro. Por favor, póngale una inyección letal. Al perro que lo bañen y lo desparasiten”… El granjero puso un nuevo piso de cemento en el gallinero, y como estaba fresco –el cemento, no el granjero colocó un letrero que decía: “No pisar”. Lo vio el gallo, y fue hacia las gallinas al tiempo que decía con desdén: “Me vale”… Libidiano, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, le dijo a la linda chica a la que acababa de conocer: “Te voy a llevar al box”. “No me gusta el box” –manifestó ella. “Déjame  terminar –acotó Libidiano-. Al box spring”… Por este medio doy las gracias –no las tres: las mil gracias- a los cuatro lectores míos que en Guadalajara, en la Feria Internacional del Libro, me mostraron algo más que su afecto: su cariño. Llenaron de tal modo el gran salón en que me presenté que hubo gente de pie, y hasta sentada en el suelo. Debió intervenir el departamento de seguridad de la Feria, que puso monitores de televisión en otra sala a fin de que el público que ya no pudo entrar a la presentación -otro tanto del que quedó fuera- pudiera ver y oír mi perorata. Gracias al muchacho que desplegó una manta que decía: “Yo soy #4”, haciendo alusión a lo de mis cuatro lectores. Gracias a la linda chica de precioso nombre –se llama Génesis y se apellida Luna- que me pidió que fuera su abuelito honorario. Gracias a la señora que me dio las gracias porque con mis columnas había alegrado la vida de su padre, recientemente fallecido. Gracias a la elegante dama que me gritó desde lejos: “¡Catón: todos los días me desayuno contigo!”. Gracias a quienes hicieron fila durante tres horas para que les firmara su libro. Gracias a Josefina, mi paisana, religiosa que edita libros y que estuvo en la primera fila de mi presentación. Gracias a mi amigo Pepe, que hizo viaje especial desde Autlán para escucharme. (Hace unos años fue a Saltillo, pues quería conocerme. En el atrio de la Catedral, entre los centenares de personas que salían en ese momento de la misa, le preguntó a un señor, al azar, si conocía a Catón, y si sabía dónde vivía. “Lo conozco desde antes de que naciera” –le respondió el interrogado-, y sí sé dónde vive”. Era mi hermano mayor, Jorge). Gracias a la gentil señora que me dijo: “Su esposa me lo ganó en esta vida, pero lo voy a esperar en la próxima reencarnación”. Gracias a la gente que aplaudió cuando anuncié que convine ya con mi querida casa editorial, Planeta, la publicación de mi próximo libro perteneciente al ciclo “La otra historia de México”. Será sobre la guerra de los cristeros. Estoy ya trabajando en él, y pienso que lo terminaré a finales del próximo marzo. Aunque no sé todavía qué nombre le pondré –lo más difícil cuando se hace un libro es bautizarlo-, sé ya la dedicatoria que el libro llevará. Dirá así: “No tengo el fanatismo de la Iglesia. Tampoco tengo el fanatismo del Estado. Este libro lo dedico a mis nietos. Ellos son mi único fanatismo”. Y una gratitud final. Los amigos de Planeta presentes en la Feria me dijeron que mi libro “Antonio López de Santa Anna, ese espléndido bribón”, fue el libro de no ficción que más se vendió en la Feria. ¿Podré entonces dejar de dar las gracias a quienes han hecho de este escribidor un autor de eso que llaman best sellers? Entre ellos estás tú, que eres uno de mis cuatro lectores. Recibe también mi gratitud… El tipo aquel que creía en los extraterrestres llegó a su casa y encontró a su esposa en los brazos –y en todo lo demás- de un desconocido. “¿Qué es esto?” –le preguntó furioso a su mujer. El sujeto se adelantó a responder: “Señor: con todo respeto, seguramente usted sabe qué es esto”. “¡A usted no le estoy preguntando! –se indignó el marido-. Demuestre más educación”. Y volviéndose a su mujer repitió con tesón digno de mejor causa la pregunta: “¿Qué es esto?”. “Cornulio –explicó ella con tono de humildad-. Tú eres mi mundo. Pero tú mismo me has dicho muchas veces que debe haber otros mundos”… FIN.

Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto

 

 

Reservados todos los derechos 2018

Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto

 

 

Reservados todos los derechos 2018