Por Catón
Columna: DE POLÍTICA Y COSAS PEORES.
2012-11-30 | 21:43:53
Meñinco Maldotado, pobre muchacho con quien se mostró avara la naturaleza, casó con Pirulina, joven mujer con bastante ciencia de la vida. La noche de las bodas el novio apagó la luz, pues era tímido. En la oscuridad ella empezó a explorar a su flamante maridito. Le dijo: “A tu cosita la voy a llamar ‘El tesoro’”. “¿Por qué?” –preguntó Meñico, halagado. Respondió Pirulina: “Porque es difícil de encontrar”… Un agente viajero iba por la noche en su automóvil por un camino rural, y el vehículo se descompuso. El hombre vio a lo lejos una lucecita, y dirigió sus pasos hacia ella. Resultó ser la casa de un granjero, que invitó al visitante a pasar la noche ahí. Le advirtió, sin embargo: “Tendrá que compartir la cama con la nena. Si no desea hacerlo, entonces puede dormir en el granero”. El viajero pensó en los inconvenientes de dormir con una niña, y dijo que prefería pasar la noche en el granero. Al día siguiente se le apareció la niña. Era una preciosa y curvilínea muchacha de 18 abriles. Le preguntó la chica: “¿Quién es usted?”. Respondió mohíno el individuo: “Soy el indejo que prefirió dormir en el granero”… Si la esperanza fuera una profesión los mexicanos tendríamos el doctorado en ella. Sabemos reír, sabemos festejar, sabemos también sufrir; pero por encima de todo sabemos esperar. Cuando un sexenio acaba olvidamos los yerros que en él se cometieron, y recibimos al nuevo con optimismo, llenos de confianza. Los sexenios deberían durar solamente un año: así andaríamos siempre esperanzados. La llegada de Enrique Peña Nieto a la Presidencia hace que los últimos seis años nos parezcan un mal sueño del que hemos despertado ya. Hoy por hoy todo se ve color de aurora. La realidad, sin embargo, no se da por enterada, ni los problemas parecen saber que ya hay nuevo gobierno. Sin renunciar a un optimismo razonable seamos cautelosos. Yo pienso que ahora nos va a ir mejor, pero lo mismo pensé cuando Felipe Calderón ocupó Los Pinos, y ya ven cómo nos fue. Deseo vivamente que a Peña Nieto le vaya bien, pues de ese modo le irá bien a México, y nos irá bien a los mexicanos. Pero guardemos una prudente reserva. Los problemas que tenemos –especialmente el de la falta de seguridad- son muy graves, y no pueden ser resueltos de la noche a la mañana. Esperemos entonces lo mejor, pero no esperemos demasiado… ¡Mañana! Sí, mañana domingo estaré en Guadalajara, en la Feria Internacional del Libro. A la una de la tarde, en el Salón 2, planta baja, presentaré el más reciente de mis libros: “Antonio López de Santa Anna, ese espléndido bribón”. Algunos lectores me han dicho que es el más interesante de los cuatro que he escrito sobre “La otra historia de México”. Contaré anécdotas tremendas del villano favorito de nuestra historia, y daré a conocer cosas inéditas de mi vida de escritor. Haré además un anuncio que causará bastante sensación. Te espero a ti, que eres uno de mis cuatro lectores, para compartir la gozosa experiencia de los libros, y la más gozosa aún de la amistad. ¡Ahí nos veremos!... El padre Arsilio se dirigió con severidad a sus feligreses en la misa: “La semana pasada les dije que estoy necesitando mil pesos para comprarle unas muletas a la viuda del herrero. Nadie dio nada. Me veo obligado entonces a echar mano de un recurso desesperado para obtener ese dinero. En la parroquia hay una persona adúltera. Si en el curso de la semana no deposita un billete de mil pesos en la alcancía de San Expedito, daré a conocer su nombre en la misa del domingo”. Se llegó ese día. “Hermanos –les dijo el párroco a los asistentes-, les tengo dos noticias: una buena y otra mala. La buena es que la alcancía de San Expedito está llena de billetes de mil pesos. La mala es que este pueblo está lleno de pirujas y cornudos”… Tres ancianitas platicaban en el Club de Jardinería. Una de ellas no oía bien. Dijo la primera: “Acabo de cosechar en el jardín de mi casa un pepino de este tamaño”. Y señaló la medida con las manos. Dijo la segunda: “Y yo acabo de cosechar en mi jardín dos tomates de este tamaño”. Y señaló la medida con las palmas de ambas manos. La ancianita que no oía bien dijo: “No puedo oír lo que dicen, pero creo saber de quién están hablando”. (No le entendí)… FIN.
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