·Sean quien sea nada justifica crear sicosis
·Falsos rumores y desinformación la causa
·Castigo ejemplar a quienes desquiciaron la zona
Lo que ya se sentía, lo que ya se padecía, lo que se venía viviendo por meses, pero con más fuerza en las últimas semanas, y cada día, ya no aguantó más.
La sociedad no se pudo contener, y ayer, como un tehuacán agitado o una olla exprés en su máximo punto de cocción se destapó.
Fue inédito, era una sensación de impotencia, rabia, dolor por ver al prójimo sufrir, las caras alargadas y los más, llorosos. Otros empujando, unos más asaltando prácticamente autobuses, taxis y hasta en raids en camionetas, para ir en búsqueda de sus más sagradas “prendas”, sus hijos.
Por un familiar, por un amigo, o por el propio estudiante, las madres de familia en su mayoría y alguno que otro padre, fueron avisados y como suele suceder ante los rumores, la falsa información, como reguero de pólvora era un ir y venir, una desesperación por llegar rápidamente en busca de sus vástagos.
En las cuadras, algunas amas de casa lloraban, la histeria, con razón, se apoderó de ellas. Otras más jóvenes las consolaban, las acompañaban y ante el desatino, iniciaban las llamadas para conocer información si en tal escuela dejarían salir a los alumnos o los retendrían resguardados –es lo mejor- hasta cumplir el horario normal de clases. Los desatinos fueron sin duda en los directores de las escuelas que pidieron que sus padres fueran por los alumnos, quizá pocos, pero no la acción más adecuada, sino por el contrario, resguardarlos en las instalaciones.
En algunos cruceros los embotellamientos, y cuando llegabas a la escuela la muchedumbre taponeaban las puertas. Para maestros, prefectos o directivos no se daban abasto. Fuera de control cualquier intento de orden para entregar a los menores a quienes iban por ellos, ya que exigían una identificación como medida de seguridad.
Surcando el espacio, helicóptero a muy baja altura, peinaban las zonas escolares, y eso más angustiaba a los estudiantes, principalmente los de nivel secundario. Los del primario, entendían pero en su mayoría solo se angustiaban o lloraban al ver a sus madres afligidas o exaltadas, pues a su corta edad no alcanzan a dimensionar.
Otros recibieron un curso exprés sobre medidas preventivas o durante un hecho violento, que alcanzara un plantel educativo. Una acción que debe darse al igual que para otro tipo de siniestros, desde el inicio de las clases, desde el primer día, ahora en estos tiempos de enfrentamientos en las calles, con mayor razón y énfasis.
En una aula de la escuela secundaria la maestra impartía inglés, pero rápidamente instruyó a los menores sobre las formas de protegerse. Luego, al estilo la profesora de primaria en Monterrey, que cantó con los niños “Como gotas de lluvia”, con la aclaración de que lo hiciera cada quien a su manera y bajo respeto de creencias, dispuso o sugirió que oraran en petición de que no pasaran a mayores las cosas.
Los jóvenes estaban tranquilos. Y por mensajes seguían propagando la sicosis desde el exterior.
Finalmente y para bien de todos, no transcurrieron hechos que lamentar.
Pero todos debemos asumir actitudes responsables, condenar enérgicamente que mentes desquiciadas, patrocinadas o por iniciativa propia, afecten de esta manera a una sociedad, que ya de por sí paga las consecuencias de la convulsión que se vive.
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